Por Martín Pérez
Lo había anticipado Herbert Vianna en el reportaje publicado en Página/12: �Venimos a convencer al público como si fuésemos un grupo nuevo�. Por eso hubo pocas palabras el miércoles en el show en La Trastienda que marcó el regreso de Paralamas, luego de casi cuatro años de ausencia en Argentina. Pocas palabras y mucha música. Durante una apasionante hora y media de un show casi sin respiro, el trío que a comienzos de los noventa supo ser considerado casi como un grupo argentino más demostró que todo este tiempo no fue precisamente un tiempo perdido. Al menos para Paralamas.
Después de haber rockeado en Vélez, River, Obras y el Gran Rex, que el grupo de Herbert Vianna tenga que tocar un local como La Trastienda parece un despropósito, pero esa es la realidad local del grupo a casi cuatro años de un fallido Opera para la hora de presentar su álbum en vivo, Vamo bate lata. Aquella vez quedó claro que Paralamas ya no era el grupo de moda. La masividad entusiasta de su traducida aparición en Buenos Aires �fruto del apogeo y la necesidad de una generación capaz de unir el frente estilístico que va de Sumo a Tinelli� había llegado a su fin, y el grupo se fue de regreso a un Brasil que ya comenzaba a entenderlos como clásicos precisamente a partir de Vamo bate lata.
Desde entonces y hasta ahora, Paralamas editó dos álbumes de estudio que a nadie le interesó invitarlos a presentar aquí, pero fue precisamente ese desinterés lo que permitió que el grupo finalmente confiase en dejar de traducirse. Confiase más en la música que en las palabras. De ahí que lo mejor de este acústico que brilla y estalla en Buenos Aires desde el humilde escenario de La Trastienda es que es el mismo espectáculo que desde hace casi dos años el grupo viene paseando por todo Brasil. Y que dejó grabado a fines del año pasado en su Acústico MTV, el disco de Paralamas de mejores ventas en la Argentina de los últimos tiempos. Un disco que no se traduce, sino que invita a revisitar su historia con la música �propia o ajena, pero siempre brasileña� en primer plano.
Decididos a no volver a recurrir a García o Páez para hacerse un lugar, estos Paralamas trajeron a Buenos Aires con su acústico su historia personal, que incluye citas a Tim Maia, Chico Science y Legiao Urbana, entre otros. Y lo bueno es que toda esa nueva historia no reniega de la anterior historia en común con el público local, sino que se suma, terminando de armar un rompecabezas en el que la fama tal vez vaya y venga, pero la música nunca falta. Algo que el acústico deja en claro, al menos en el detalle que su repertorio y su formación (y su uniforme rojo, hay que decirlo) no dejan esquivar el detalle de que el trío desde hace tiempo que no es sólo un trío, sino un grupo en el que brillan no sólo la batería de Barone, el bajo de Ribeiro o los guitarrazos de Herbert, sino también el teclado de Joao Fera o la percusión de Eduardo Lyra. Y especialmente el trío de bronces integrado por Monteiro, Bezerra y Cordeiro, que permitió al grupo encarar un Acústico MTV sin cuerdas y con mucho ritmo. Y no hay que olvidar a Dado Villa-Lobos como guitarrista invitado, un ex Legiao Urbana, cuya presencia en la banda completa la generosa intención de presentar a sus contemporáneos fuera de Brasil, como hicieran la década pasada con Titas en Buenos Aires.
Con toda la calidad del disco, pero con mucho más calor que la grabación realizada para MTV Brasil en junio del año pasado, el Acústico de Paralamas �a diferencia del común de estos proyectos� es un show para bailar de punta a punta. Lo que desde siempre sucedió en los shows de los Paralamas en Buenos Aires. Y, a pesar de tanto esfuerzo por no recurrir a la ayudita de sus amigos porteños, la sangre (adoptada, claro está), siempre tira. Por eso el grupo terminó invitando a Ricardo Mollo el miércoles a cerrar el show tocando con ellos el clásico �Que me pisen�, de Sumo. Y Vianna no pudo evitar aclarar que si hoy volviese a escribir un tema como �Dos Margaritas� (cuya letra habla de �tirar una vaca del décimo piso� y se pregunta qué pasaría �si Charly escribiese la Constitución�) tal vez dejaría a la vaca escribir la Constitución y tiraría a Charly del décimo piso, despertando la risa de los presentes. �Es que ya demostró que sabe volar�, aclaró risueño el cantante y guitarrista de un grupo que puede pasar de moda e incluso perder el castellano, pero no dejará de ser de acá. Especialmente luego de aprender a irse y volver mejor que nunca.
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