Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


�¿SOY LINDA?�, FILM CORAL DE LA ALEMANA DORIS DöRRIE
La vida como una caja de sorpresas

La talentosa y original directora de �Nadie me quiere� vuelve a demostrar su talento en un fresco que tiene en un grupo heterogéneo de mujeres el motor de una historia de una vitalidad desbordante.

Versatilidad: Nadie como Doris Dörrie para hacer de un momento trágico un paso cómico y, al mismo tiempo, de la comedia una pequeña tragedia.

Desde Franka Potente hasta Maria Schrader, no falta nadie.
El elenco parece un seleccionado del mejor cine alemán.


Por Luciano Monteagudo

t.gif (862 bytes) Alguna vez, el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung llegó a afirmar que Doris Dörrie �tanto o más exitosa como escritora que como cineasta� tiene �una boca impertinente�. Y algo hay, sin duda, en esta mujer capaz de inquietar a sus rígidos compatriotas, los alemanes. �Soy una adepta incondicional a las catástrofes completas�, respondió a su vez Frau Doris. �El talento para vivir el momento, lo espontáneo y la confianza en las emociones son la esencia de la vida, mientras que la planificación sistemática es mi enemiga. Sólo así vale la pena vivir. Si quiero alcanzar la mayor felicidad, debo estar dispuesta a pagar con el mayor infortunio.� Esos mismos extremos son los que alimentan también ¿Soy linda?, su anteúltima película, un fresco con múltiples historias y personajes, que recorren el camino que va de la fría y eficiente Munich a los soleados, imprevisibles paisajes de Sevilla. 
Sería ocioso intentar resumir todas y cada una de las líneas narrativas que se van superponiendo a lo largo del film. Si hay un elemento constitutivo de ¿Soy linda? es su permanente capacidad de sorpresa. Pero las sorpresas que maneja Dörrie no son producto de un efecto, de una manipulación calculada, sino más bien de la naturaleza abierta del material, de la posibilidad de que de un personaje salga espontáneamente otro, y de allí una vinculación con un tercero, hasta ir descubriendo, junto con la realizadora, que hay todo un mundo allí afuera, que merece ser filmado, en toda su perplejidad. 
Como en casi toda su obra (no hay que olvidar que su mayor éxito internacional hasta ahora fue Hombres, la desopilante historia de un publicista que, loco de celos, decide irse a vivir con el amante de su mujer), los personajes centrales de ¿Soy linda? son mujeres. Ellas son el motor, la energía constante del film, empezando por Linda (Franka Potente, la protagonista de Corre, Lola, corre), que vagabundea por las rutas del sur de España haciéndose pasar por sordomuda. O Francisa (Anica Dobra), que acepta un matrimonio absurdo con tal de olvidar al hombre que ama verdaderamente. O Unna (la siempre gloriosa Senta Berger), que a pesar de su asumida convicción de gran burguesa nunca pudo olvidar el apasionado romance que vivió durante su juventud en Sevilla, con un alemán que se quedó allí para siempre (Otto Sander, uno de los ángeles caídos de Las alas del deseo) y que, como si quisiera dejar de crecer, se volvió amnésico. 
Estos son sólo algunos de una galería casi interminable de personajes, entre los cuales no se puede dejar de mencionar al que compone el gran Gottfried John (ex Fassbinder troupe), un galán veterano, muy seguro de sí mismo y de cómo manejar a sus conquistas, hasta que su joven amante decide cortarse la venas en el impecable baño en suite del sacrosanto dormitorio conyugal. Allí, en ese episodio, que es uno de los mejores de un film lleno de hallazgos, se revela la singular capacidad de Dörrie �en esto, nadie como ella� para hacer de un momento trágico un paso cómico y, al mismo tiempo, de la comedia una pequeña tragedia, en la que nunca es ajeno el amor.
En estos feroces, desconcertantes cambios de tono �que son la marca del cine de Dörrie desde los tiempos de En la mitad del corazón (1983), su primer largo� está también el sistema narrativo de su obra, que funciona a pinceladas, como si fuera una serie de bocetos que no tienen la necesidad de ceñirse a una estructura dramática convencional. Así funcionaba ya, en parte, Nadie me quiere (1994), que el año pasado permitió redescubrir a Dörrie para el público argentino. Ahora ¿Soy linda? demuestra que la directora decidió levantar la apuesta, para contar en múltiples historias siempre una, la misma: aquella que dice que el corazón tiene razones que la razón desconoce. 

 


 

�LA FABRICA DEL HOMBRE OCCIDENTAL�, DE GERALD CAILLAT
Una reflexión sobre el poder

Por L.M.

¿Cómo dar cuenta de un texto teórico en imágenes? ¿Cómo resolver la puesta en escena de un ensayo de orden antropológico? ¿Cómo hacer de una película documental un campo de discusión de ideas sin apelar a las cabezas parlantes? Esos son los desafíos que se propone La fábrica del hombre occidental, un film no convencional, que tiene como eje vertebrador un manuscrito de Pierre Legendre, �el Buñuel de la antropología�, según lo definió alguna vez la prensa francesa, por su supuesta capacidad de provocación en las esferas académicas. 
El texto de Legendre, que él mismo lee desde la banda de sonido (un plano breve permite, apenas, conocer su rostro, en el estudio de grabación, frente a un micrófono), se pregunta esencialmente por la razón de vivir, por la maquinaria que hace que la sociedad occidental siga funcionando, sin desfallecer, desde hace siglos. El escrito se preocupa por las nociones de orden, de ley, de poder (�La ciencia ahora ocupa el lugar de Dios y dice lo que se debe pensar del cuerpo y también del pensamiento�). Y se pregunta por las distintas maneras de representar estos poderes, considerando siempre a la sociedad como �el teatro donde se representa la comedia y la tragedia de la razón de vivir�.
Si no siempre parece novedoso aquello que, con cierta infatuación, pronuncia Legendre desde su cátedra, no puede decirse lo mismo de la manera en que él mismo (se presume) y el realizador Gérald Caillat resolvieron poner en imágenes el texto. Tomando como base instituciones fundantes de la organización social occidental �la religión, el ejército, la escuela, el hospital, la empresa�, el film va pasando revista a sus distintos modelos de representación. O mejor aún, a sus bambalinas: a los ensayos de una ceremonia con el Papa en el Vaticano, a las monumentales formaciones previas a un desfile militar que tendrá lugar en el centro de París, e incluso a las prácticas teatrales a las que recurren los managers de las empresas globalizadas para estimular a sus empleados en una vulgar convención de negocios. 
Se diría que precisamente allí, en la voluntad de dejar hablar a los materiales por sí solos, sin forzar conclusiones sino simplemente exponiendo con transparencia determinados mecanismos que, por su carácter doméstico, suelen pasar inadvertidos, está el mayor mérito de La fábrica del hombre occidental, su esfuerzo por pensar la posibilidad de que un film pueda ser también, con sus propios recursos, un dispositivo de reflexión teórica.

 

PRINCIPAL