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el Kiosco de Página/12

Perezas
Por Juan Gelman

�Soy terriblemente perezoso para las cartas y me lleva mucho tiempo escribir las desabridas letras del alfabeto en vez de notas musicales�, confesó en 1800. Veinte años después fue más taxativo: �Prefiero escribir 10.000 notas musicales a una sola letra del alfabeto�. Sin embargo, Beethoven dejó unas 1700 cartas y notas de diversa índole, muchas menos que las casi 10.000 �.y más largas� que se reunieron de Wagner, otro músico a quien fastidiaba escribirlas. Beethoven dijo alguna vez que contestaba cartas mentalmente, pero que a la hora de sentarse frente al papel en blanco casi siempre tiraba la pluma por la imposibilidad de expresar lo que sentía.
Sus cartas �seis volúmenes al cuidado del especialista Sieghard Brandenburg editados en Munich en 1997� están llenas de tachaduras, cambios de palabras por otras de significado exactamente contrario, comas instaladas al azar, oraciones interminables que cubren una página o dos sin un solo punto de descanso. Brahms señaló que nada le disgustaría más que se publicara su correspondencia, que muchos músicos escribían hermosas cartas y gozaban al hacerlo, pero que había otros �.se incluía� cuyas cartas era mejor mirarlas con indulgencia. Englobaba a Beethoven en la última categoría, aunque toda su vida conservó como reliquia una misiva que aquél le había dirigido.
La escritura del genial compositor alemán se resistía con tenacidad a las reglas gramaticales. Adorno creyó ver en ella una suerte de �estenografía del ser interior� de Beethoven, un mero recordatorio alejado de la manifestación completa de sus ideas. No parece: los manuscritos tienen algo de campo de batalla abandonado, con restos vivos de tensión, ansiedad y aun desesperación. Aquí la verdadera escritura es el sentimiento que no cesa, de no escribirse.
Son cartas de rara intensidad, algunas iracundas, otras autocompasivas hasta el exceso, cargadas de un humor que insiste en la crudeza. Lo muestran particularmente obsesivo con los errores que se deslizaban en sus partituras impresas. En mayo de 1811 asesta a la editorial de música Breitkopf y Hartel, una muy seria casa del ramo instalada en Leipzig: �Errores �.errores�, ustedes mismos son un gran error, aquí tengo que enviar (a la imprenta) a mi propio copista, allá tendré que ir yo mismo si quiero que mis obras no parezcan un error. Pareciera que (en Leipzig) no existe un solo corrector de pruebas decente�. En 1825 y en términos casi apocalípticos enjareta a la editorial Schott de Mainz, a propósito de la edición del �Cuarteto para cuerdas� opus 127: �¡Ustedes me han insultado brutalmente! ¡Han dejado pasar varios errores! Todos ustedes deberán disculparse ante mi sitial de juez apenas termine el deshielo�. No le faltaba razón. Así como un error de imprenta convierte al verbo �condonar� en su opuesto �condenar� �.a quien esto escribe le ha sucedido algunas veces�, una nota que no es no sólo agría la expresión musical: falsea su estructura.
La mayoría de las cartas de Beethoven versan sobre distintos aspectos relacionados con su obra �.no escasean los reclamos a sus editores por la liquidación de derechos de autor�, pero no se encuentra en ellas mucho sobre su pensamiento musical y son breves los momentos en que éste aparece. Elogia a Johan Andreas Streicher, un músico amigo de Schiller, porque �.como él� advierte que �uno puede hacer que el piano cante�. En 1825, dos años antes de morir, explica al príncipe ruso Nicolás Galitzin �.siempre acerca del �Cuarteto para cuerdas� opus 127� que la disonancia de un pasaje es un adorno �que todo buen cantante haría, porque se basa en el arte de la naturaleza, por un lado, y por otro, en la naturaleza del arte�. Quería componer una música instrumental que �cantara�, tal vez porque él mismo �aseguran sus contemporáneos� desafinaba atrozmente al cantar. A la vez, tenía plena conciencia de lo que tal hecho entrañaba desde el punto de vista de la relación entre la abstracción de las estructuras musicales y su traslado a la interpretación vocal. Sabría además que no hay instrumento más extraordinario que la voz humana.
Poco le atrajo el análisis de cuestiones teóricas. En 1811 escribe a la prosista, escultora y pintora Bettina Brentano, la amiga de Goethe, que los intelectuales berlineses se la pasaban �hablando y charlataneando sobre arte ¡¡¡¡¡sin producir nada!!!!!�. Cinco signos de admiración para subrayar que él prefería hacer música a discurrir o discutir acerca de ella. Por lo demás, Beethoven no escribió cartas pensando en escrutinios públicos del futuro: los ingenuos entusiasmos por la genialidad de artistas no tan geniales conviven en su correspondencia con pesadas diatribas a colegas y editores.
Hijo de padre alcohólico, Beethoven tuvo que abandonar la escuela a los 11 años y convertirse a los 18 en el sostén de la familia. Para el erudito Albert Leitzmann, a esa educación incompleta habría que atribuir la sintaxis desmañada, los errores ortográficos, los retruécanos forzados de sus cartas. Tal vez. Lo cierto es que su música es una escritura grandiosa de los ideales de la Revolución Francesa. En Fidelio, su única ópera, Ernst Bloch oía danzar a los parisienses de 1789 sobre las ruinas de la Bastilla.

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