Por Florencia Grieco
¿El delirio al poder? ¿La revolución sin las armas? ¿Flower Power aggiornado o la voz de los marginados? Revolucionarios. Reformistas. Comunistas, anarquistas. Organizaciones No Gubernamentales (ONG�s). Son estudiantes de universidades privadas, ecologistas, obreros, feministas. Pro derechos humanos, pro derechos animales. Apoyan el alzamiento zapatista en México, los reclamos de los Sin Tierra en Brasil, el avance de los trabajadores rurales en la India. Se comunican por Internet y diseñan sus propias páginas web. Quieren cambios. No quieren violencia. Caen fuera de la noción marxista de clases, y dentro de la categoría sociológica de �Nuevos Movimientos Sociales�, una definición tan amplia y difusa como el eje de sus protestas: el capitalismo, o su versión neoliberal de fin de siglo. El año pasado irrumpieron en la escena mundial a lo grande, frustrando el anunciadísimo encuentro de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle, capital de Microsoft y Boeing. Este año, el eje se trasladó a Washington y Londres. Pero la consigna se mantuvo intacta: �Somos anticapitalistas�.
Las explicaciones son innumerables: la crisis de la representación tradicional (lo que equivale a decir partidaria); el fin de las identidades colectivas; la creciente desconfianza sobre lo político; la atomización de la participación pública. Globalización, individualismo, multinacionales. La preeminencia de lo económico sobre lo político. Posmodernidad. Neoliberalismo.
Las reacciones no son menos vagas: lucha contra el capitalismo; reclamo de un orden más justo, reclamos para que no haya ningún orden; democracia en estado puro, acción directa. El 1º de enero de 1994 se convirtió en el símbolo de esa lucha noventista: un blanco (universitario o no) al frente de una masa indígena que reclamaba sus tierras, sus derechos, justicia, otro gobierno, otro sistema político. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) salía entonces de una desconocida selva en el sureño estado mexicano de Chiapas para transformarse en el impulsor �primero local, enseguida mundial� del combate al neoliberalismo.
En forma menos estridente, menos radical e informática, el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) en Brasil avanzaba desde hacía ya 10 años reclamando una reforma agraria con �un principio capitalista, no socialista�, basado en el �reparto de tierras no por una cuestión de justicia social sino para que las tierras improductivas, que deben ser expropiadas por ley, pasen a ser productivas y se transformen en un aporte a la economía global de Brasil�, según la defensa de su líder José Rainha.
Diciembre de 1999. Días antes del insoportablemente promocionado �fin de milenio�. Casi 60.000 personas con ritmo de carnaval avanzaban hacia la sala de conferencias en el Paramount Theatre de Seattle. Los 135 delegados ante la OMC �una burocracia relativamente flamante con sede en Ginebra que Estados Unidos y otras 134 naciones levantaron hace cinco años para regir el comercio mundial� esperaban continuar con una cumbre en la que de a poco se pinchaba la meta original de dejar sentado lo que sería el material de las negociaciones comerciales en los próximos años. Afuera, la policía veía cómo pasaban ante sus ojos manifestantes con pancartas acusando a la OMC de dar una mano a las multinacionales que fabrican zapatillas gracias al trabajo infantil tercermundista, a las compañías madereras por devastar las selvas tropicales, a los países depredadores de la fauna marina, al proteccionismo, a los monopolios, a la competencia desleal y a la falta de competencia.
�Es cierto que la coalición de manifestantes es muy amplia �reconocía poco después Mark Sully, integrante de Reclaim the Streets (�Reconquistar las Calles�, ver pág. 29)�. En nuestro caso nos oponemos a la OMC porque es uno de los pilares del sistema capitalista mundial. El objetivo de la cumbre de Seattle fue liberalizar el comercio mundial para defender los intereses de las grandes corporaciones, y no de la gente.� Esa ecléctica gama de causas, intereses, grupos y sectores �entre las que se cruzaba una reedición-siglo XX del rechazo luddita a la industrialización con abanderados de la lucha por recuperar el control directo de los medios de producción, haciendo a un lado a las multinacionales, los Estados, los impuestos y la policía� llegó a Washington en abril de este año para hacerle frente al Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), �instrumentos de los grandes capitalistas para promover la pobreza a escala mundial�. De nuevo, miles de personas separadas entre sí por edad, ocupación, intereses, educación, referencias culturales y políticas; y unidos por la batalla antiglobalización, por los reclamos de cancelación de la deuda del Tercer Mundo, indignados por la existencia de instituciones económicas, advirtiendo que �la privatización mata� y que la �resistencia es global�.
Más de 50 detenidos durante las protestas en la capital norteamericana dieron a conocer entonces un comunicado en el que intentaban precisar qué buscaban, quiénes eran, adónde iban, si iban. �Racismo, homofobia, sexismo, devastación ambiental global y local, y otras tantas formas de opresión son meros síntomas de un sistema que coloca la ganancia sobre todos los demás valores. Creemos que el amor, la compasión, la libertad y los derechos humanos y ambientales deberían ser la fuerza conductora en nuestra sociedad. Estamos decididos a ayudar a crear un mundo en que estos valores sean más fuertes que el egoísmo.�
Comunicados y convocados a través de Internet y celulares, más cercanos a la modernidad que al feudalismo, avanzan sin embargo sin haber encontrado aún un lenguaje específico a través del cual expresar sus aspiraciones y reclamos, casi como lo que el historiador inglés Eric Hobsbawm define bajo la idea de movimientos sociales �pre-políticos�, que describen una trayectoria oscilante, a veces desarticulada e indefinida. Pospolíticos, en todo caso, cruzan a través de las clases y las profesiones, escapan a la órbita de movilización partidaria y generan una amalgama social a veces sospechosa. ¿Hasta qué punto puede un estudiante de Eton defender a un campesino sin tierra de Latinoamérica? ¿En qué grado es real la defensa de la lucha anticapitalista por parte del sobrino de un empresario multimillonario? ¿Buenas intenciones, pocas propuestas? ¿La única manifestación de incomodidad, indignación y rebelión que existe?
Herbert Marcuse, uno de los teóricos del Mayo Francés, reconoció pocos años después que los estudiantes franceses no supieron organizarse para permanecer en el poder, y que los movimientos culturales generados en la primavera parisina de 1968 quedaron en la nada. Charles De Gaulle había enfrentado una Sorbona levantada, en efervescencia. Años después no quedaban rastros ni esquirlas. Marcuse se inclinó entonces hacia sectores que estuviesen fuera del esquema clasista del marxismo: jóvenes, mujeres, intelectuales. Más de 30 años después de la �Nueva Izquierda� y �La imaginación al poder�, hablar de clases parece anacrónico. Tal vez tanto como hablar del patrón oro, del FMI o del Tercer Mundo.
Las protestas de Seattle, Washington, los Encuentros Americanos por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, la manifestación anticapitalista del lunes pasado en Londres por el Día del Trabajador dejan deliberadamente en claro que no están hablando de lucha de clases. Que el blanco no es la burguesía. Que la revolución que plantean (si la plantean) es diferente: es contra el progreso, al menos el que resulta del capitalismo avanzado, del neoliberalismo, de la globalización. No es tanto una rebelión hacia adelante, sino hacia atrás. No pretende establecer nuevos derechos, sino recuperar aquellos perdidos durante siglos de existencia capitalista. Desde dónde todavía no está claro. Ni cómo, ni quiénes. Porque hablar de anticapitalismo y antiglobalización es como creer que el FMI es el que controla la circulación de capitales, los créditos a los países subdesarrollados o la pobreza en el mundo. O como Hobsbawm cita en su libro Rebeldes primitivos: �Lo que Antonio Gramsci enunció sobre los campesinos del sur de Italia en 1920 se aplica a muchos grupos y áreas enel mundo moderno. Están `en perpetua fermentación, pero como masa son incapaces de proveer una expresión centralizada para sus aspiraciones y necesidades��.
Claves
En los últimos meses, Seattle, Washington y Londres fueron escenario de grandes manifestaciones anticapitalistas y antiglobalización.
Los manifestantes conformaron una amplia y diversa alianza de jóvenes, estudiantes, obreros, ecologistas, anarquistas, comunistas, defensores de derechos humanos, sindicalistas y miembros de organizaciones no gubernamentales.
Además de protestar contra la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial por promover la pobreza a nivel mundial, expresaron su solidaridad con los reclamos zapatistas en México, el movimiento de los Sin Tierra en Brasil y los trabajadores de los países subdesarrollados.
Los reclamos de estos nuevos movimientos sociales no responden a divisiones de clase ni a preferencias partidarias, sino a la acción de las multinacionales y los gobiernos del Primer Mundo. |
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