The Guardian de Gran Bretaña
Por John Carvel
Desde Londres
Tony Blair creía que Ken Livingstone no podía y no debía ser electo como alcalde de Londres a menos que hubiera �cambiado� desde que dirigió el Greater London Council (GLC) en los �80. Hay poca evidencia de que lo haya hecho. En efecto, Ken no obtuvo el mayor número de votos populares en la historia electoral británica siguiendo a pies juntillas a los operadores políticos que lo echaron del Partido Laborista. Tres cuartos de millón de londinenses lo eligieron precisamente porque él no era más que sí mismo: articulado, irreverente y alguien que se niega a obedecer instrucciones cuando piensa que su partido ha tomado el rumbo equivocado.
En la madrugada del viernes a la mañana, en su fiesta de la victoria en el bar-restaurant Silk and Spice en plena City londinense, Ken prometió a sus adoradores partidarios que �yo nunca traicionaré lo que ustedes invirtieron en mí�. Eso quizá no significó demasiado a los veinteañeros escasamente politizados que afluyeron a sus filas. Pero, para los veteranos socialistas que lo habían acusado de traición cuando intentó mantener al GLC en marcha, era una señal de que el propósito político de Livingstone seguía inalterado.
Cuando en 1987 comenzó su largo camino hacia la alcaldía, Livingstone no habría alentado las especulaciones sobre su candidatura si no las hubiera visto como parte de un proyecto político más amplio. Al principio era reacio a ser arrastrado de regreso a las políticas municipales londinenses de las que se había graduado en 1986. Pero, una vez que comenzó a fluir la adrenalina de la campaña, redescubrió un interés genuino en el transporte público, la policía y los otros múltiples problemas de la capital. Comenzó a pensar y a actuar como un alcalde en espera de ser electo.
Sus motivos iniciales tenían más que ver con la política a nivel nacional; sin embargo, Ken vio la alcaldía como una plataforma para resistir las próximas etapas del proyecto de Blair. El premier da la impresión de que todavía no considera completa su modernización del Partido Laborista. Todavía no sabemos si eso significará una mayor dilución del vínculo con los sindicatos luego de la próxima elección, o si consistirá quizá de un contacto más cercano con los Demócratas Liberales. En cualquier caso, el propio Livinsgtone vio su candidatura como una base de poder para combatir un divorcio definitivo entre el laborismo y el socialismo. Tenía una vaga idea de dar a los londinenses lo que el Partido Nacional Escocés dio a los escoceses: una alternativa de izquierda que forzaría al primer ministro a preocuparse por una posible pérdida de votos desde la izquierda de su partido.
Nada de esto significa que Livingstone esté a punto de utilizar la alcaldía para poner al capitalismo de rodillas. Ken es un político pragmático, no un ideólogo marxista. El veredicto de Blair de que no podría ser alcalde a menos de que hubiera cambiado revela una lectura incorrecta de sus años al frente del GLC. Una de las decisiones clave de Livingstone fue privilegiar el buen funcionamiento de su administración en lugar de cazar votos desde la izquierda. Cuando los �law lords� decidieron acabar con su política de pasajes baratos para el transporte público, se rehusó a apoyar la campaña de �no puedo pagar y no voy a pagar� con la que se desafió el fallo. Cuando los ministros conservadores impusieron un techo a los impuestos que podía gravar, votó a favor de obedecer la medida, no obstante las denuncias de traición desde la izquierda.
Por al menos 18 meses, Livingstone ha hecho en privado una clara distinción entre los dos lados de la política que quiere aplicar como alcalde. En los temas que afecten la administración de la ciudad, se mostrará pragmático e inclusivo, intentando lograr un consenso con la comunidad financiera y los principales partidos políticos. Tácticamente,no tendrá otra alternativa. Sus poderes ejecutivos están fuertemente limitados y no logrará nada si no puede armar una relación de trabajo con los concejales y los ministros laboristas. Y éstos últimos también sufrirán si su relación no puede funcionar.
Los participantes de este drama harían bien en recordar la carta abierta que Livingstone publicó en The Guardian en enero del año pasado. En ella le daba a Blair �una promesa categórica de que si los londinenses votan por mí para ser su primer alcalde electo, yo trabajaría con su gobierno y no en su contra�. Esas palabras fueron escritas cuando Livinsgtone todavía buscaba la nominación por el Partido Laborista. Ahora que es alcalde, al propio Blair no le quedan muchas más opciones que aceptar su oferta. Nos estamos embarcando entonces en un período de curiosas maniobras entre un premier cuya imagen de invencibilidad electoral ha sido dañada y un alcalde independiente con poderes inéditos y objetivos políticos conflictivos.
En el fondo de su corazón Livingstone se sentirá vindicado y exultante de que los londinenses le hayan dado una victoria solitaria sin precedentes contra el poderío de las maquinarias partidarias oficiales. Estará muy fuertemente tentado a anotarse puntos políticos, como lo hizo cuando afirmó que el ministro de Economía Gordon Brown debería aprender las lecciones de su victoria. Y Livingstone no abandonará fácilmente su campaña contra la privatización del subte.
Pero, en su mente, Livingstone sabe que deberá trabajar con los seguidores de Blair. Ese es el motivo por el que le ofreció la unidad administrativa antipobreza a Frank Dobson, el derrotado candidato �oficial� del laborismo, y el puesto de vice a otro laborista �oficial�. En los próximos días emitirá señales contradictorias, a medida que se vaya restableciendo el equilibrio entre su corazón y su mente. Algunos ocasionales disparos aislados contra el laborismo podrían complicar un acuerdo. Estabilizar la relación podría llevarle años. Sin embargo, un alcalde Livingstone trabajando con un gobierno laborista no será lo mismo que el líder del GLC Livingstone batallando con el gobierno conservador de Thatcher. Las circunstancias han cambiado, aún si el hombre no lo ha hecho.
Lo más probable es que Livingstone llegue a un entendimiento con los ministros cuyas jurisdicciones abarcan Londres. Pero, al mismo tiempo utilizará la plataforma de alto perfil de la alcaldía para combatir a Blair en cuestiones partidarias. Es por eso que el premier, en medio de la devastación que dejó la derrota laborista del jueves, se consolará con la idea de que al negar a Livingstone la nominación por el propio partido, a largo plazo estaba actuando en su propio interés.
opinion
Por Pablo Rodríguez |
¿Un Buenos Aires rojo?
El favorito en las elecciones de hoy en la Capital Federal, el aliancista Aníbal Ibarra, se permitió compararse con Ken �El Rojo� Livingstone, que ganó espectacularmente los comicios municipales de Londres el jueves pasado. Dijo a Página/12 que él no iba a dudar en enfrentarse con el gobierno nacional si se trata de defender los intereses de la ciudad. Pero Livingstone no se enfrentó con el premier británico Tony Blair para �defender los intereses de la ciudad�. Livingstone se rebeló contra la maquinaria del Nuevo Laborismo y, más allá de que la encarne o no, representa la denuncia radical de que el neolaborismo de Tony Blair es una copia bien maquillada del neoliberalismo de Margaret Thatcher. Es más: en su primer mensaje como candidato electo, Livingstone le dijo conciliadoramente a Blair que su triunfo debía servir para que el laborismo retome ciertos ideales diluidos en el marketing.
En perspectiva, la derrota del neolabor-liberalismo de Tony Blair es aún más honda si se tiene en cuenta la recuperación de los conservadores en el resto de Inglaterra: una recuperación que ya ha ocurrido en otros países europeos. La gran novedad en el caso de Londres es que, por primera vez, se presenta una opción a la izquierda de la Tercera Vía. La situación argentina, y más aún la de ese distrito tan especial que es la Capital Federal, no es igual a la de Europa. Pero eso no implica que no se las pueda comparar. De hecho, ya se ha intentado relacionar la Tercera Vía en Europa con una versión latinoamericana compuesta por Ricardo Lagos en Chile, Fernando Cardoso en Brasil y el otro Fernando en Argentina. En Europa, la Tercera Vía se presentó como una alternativa contra la ofensiva neoliberal sobre el Estado de bienestar. Aquí, la Alianza se presentó como una moderación del modelo salvaje impuesto por Carlos Menem.
En Europa, la elección de Livingstone significó la comprobación de que, para una cantidad nada despreciable de personas, el neolaborismo es demasiado parecido al neoliberalismo. En Argentina, anteayer, hubo un paro importante que quizá signifique un alerta de que hace falta demostrar en el gobierno lo que declamó en la campaña electoral.
Livingstone no es un �un defensor de los intereses de la ciudad�. Lo de Livingstone, más allá de lo que él quiera y de donde termine, es una postura ideológica, ese adjetivo que ahora todos los políticos odian en nombre de los etéreos �problemas concretos de la gente�. Y si hay que buscar un equivalente de Ken �El Rojo� en Buenos Aires, está mucho más a la izquierda que �el fiscal de la ciudad�. |
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