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el Kiosco de Página/12

SUPLENTE EN UNA MESSA DE SAN TELMO
La fiesta inolvidable

Por Luis Bruschtein
 

�¿Sabés de qué partido soy yo, flaco?� preguntó con mal humor el presidente de mesa a su humilde suplente. �Del partido me cago en la política, y hace doce horas que tengo el culo atornillado en esta silla�. El clima era más espeso a la mañana temprano cuando presidentes y suplentes de mesa designados por sorteo llegaban a hacerse cargo de sus funciones. Están los fiscales de los partidos, afilados con papel y lápiz, como en una línea de largada. Pero a las autoridades de mesa, en cambio, se las ve mal dormidas, incómodas como perros atados. Las protestas se escuchan por toda la escuela antes que empiecen a entrar los votantes, que también protestan porque llegaron temprano y no abren. Presidentes y suplentes reciben una bolsa negra con las boletas y otra bolsa de formularios para templar más los nervios. Son pocos los que saben cómo se llenan y se preguntan unos a otros con desesperación, al borde del llanto. Se despliegan las boletas en el cuarto oscuro, presidentes, suplentes y fiscales toman asiento en la mesa y se abren las puertas. ¡Largada! Los oficiales de Prefectura acechan a los primeros votantes para reemplazar a las autoridades faltantes. Los tironeos son fuertes, algunas mesas no se pueden abrir. Los votantes protestan. En las que ya abrieron, los primeros caen en las fauces del mal humor de los presidentes y suplentes.
�¡Impugnado!�, �¡impugnado!�, �¡impugnado!� se escucha como restallido de un látigo de kapanga que disfruta cuando lo usa. Los presidentes se desquitan, las colas se ponen nerviosas, los fiscales salvan la mayoría de las impugnaciones fruto del malhumorado poder. Pero tras los primeros minutos, votantes, presidentes y suplentes comienzan a saludarse porque son vecinos.
La fiesta de la democracia en su apogeo, la comunidad organizada y la mar en coche, pero a todo esto, el presidente de mesa y su humilde suplente hacen un desastre con los formularios. Tienen dos columnas de nombres, pero tres para los datos. Los fiscales al ataque. Los partidos grandes tienen uno por mesa y los de izquierda uno por cada voto propio. Zumban alrededor de la mesa para entrar al cuarto oscuro a reponer boletas. Mi presidente se puso nervioso y echó a las fiscales de la Alianza, todas mujeres que se pusieron a discutir en la mesa. �¡Fuera de aquí que me interrumpen el acto eleccionario!�, les atizó. Las mujeres cabildearon a unos metros y resolvieron designar en la mesa a una chica que trabaja como secretaria que calmó el mal humor presidencial.
Estamos en el segundo piso. Cuando la cola tiene un buen tamaño, llega el oficial de Prefectura a decir que hay que bajar la urna para que vote un discapacitado. Los de la cola dicen algo de la madre del presidente que, solemnemente, y hasta diría heroicamente, empieza a llevarse urna, tinta, sello, boletas, formularios y fiscales. �Eh, que nosotros también tenemos que ir a trabajar�, se anima alguno y otra voz anónima que lanza: �Que suba como nosotros�. En la planta baja hay un señor de 92 años en silla de ruedas. 
�¿De qué partido sos...?� �¿Y eso con qué se come?�, verduguea mi presidente a los pibes que le muestran con timidez su credencial de fiscales de los partidos de izquierda. �Lo único que falta es el monárquico anarquista de centro�, reflexiona. Hay jubilados de más de 70 años que vienen con una libreta de enrolamiento con la foto de cuando tenían 20 años. �Cuídemela�, ruegan cuando ven que el presidente o su humilde suplente esgrimen el sello chorreando tinta. Y hay otros que, impertérritos, presentan un manojo de hojas que empieza a desintegrarse en contacto con el aire. Se alcanza a leer un cartelito en rojo que dice: �Septuplicado�. �¿Pero mi amigo, cómo hizo para perder siete veces el documento?�, pregunta el presidente. �Ehh... son cosas del fútbol�, es la hermética respuesta. �¿Pero qué hace, lo usa de rodillera?�
Hay un impugnado. En el padrón figura con DNI duplicado y se presentó con el original. Mi presidente es un médico que vive en el barrio. Elhombre quiere votar a toda costa, le explica que estaba internado cuando pidió el duplicado y empieza a desnudarse. Sin que nadie lo pueda evitar el hombre queda con el torso desnudo para mostrarle al presidente doctor una gran cicatriz rosada que va desde el cuello hasta la ingle. Los de la cola empezaron a molestarse, las fiscales bajaron la vista avergonzadas. El presidente y su humilde suplente están fascinados por la gran cicatriz que el hombre exhibe en su enérgica pero inútil e inteligible defensa de su derecho al voto. A las 17.45 se presenta el último votante. �Solamente por curiosidad �pregunta mi presidente�: ¿por qué viene a esta hora.� �No sabía que tenía que votar y me mandó mi mujer�, respondió el hombre por quien se han gastado millones de dólares en estrategias publicitarias. A pesar del merengue de formularios logramos ser los primeros en terminar y después fuimos con mi presidente a verduguear a las otras autoridades de mesa que recién empezaban el escrutinio.


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