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Por Mario Wainfeld Aníbal Ibarra y Cecilia Felgueras celebraron su triunfo a las once de la noche. Una hora después, Domingo Cavallo y Gustavo Beliz realizaban una tan ruidosa como imprecisa denuncia de fraude (ver página 7). Los rostros, distendidos y alegres en la Alianza, crispados en Encuentro por la Ciudad, decían casi todo. El escrutinio oficial confirmaba las encuestas. Computadas poco más de la mitad de las mesas �(¡a más de cuatro horas de cerrados los comicios!), Ibarra ganaba por 16 puntos y quedaba a menos de un punto de ganar en una vuelta. Los aliancistas salieron entonces en masa a sugerir que Cavallo debía desistir de presentarse en la segunda vuelta (ver página 5). El ex ministro de Economía replicó que se presentará el 21 de mayo así Ibarra saque el 49,99 de los sufragios. La insoportable lentitud del escrutinio y la tozudez de Cavallo impiden decir que Ibarra ganó la elección a jefe porteño de un solo golpe. Pero la sensación térmica de la jornada de ayer fue la de un knock out técnico. La pregunta no es quién ganó sino si Cavallo porfiará en presentarse o �tras consultarlo con la almohada y ver las tapas de los diarios� optará por hacer algo que contraría su naturaleza: reconocer su derrota. A la espera de esa decisión, algunas imágenes de una elección que dejó mucho para analizar. u Aníbal Ibarra: Como buen dirigente formado en el Frepaso se mueve con destreza en las campañas. Fue el protagonista excluyente de una muy centrada en la Jefatura de gobierno. Hizo gala de un buen manejo mediático y se dio el lujo de enfrentar a Cavallo en un debate y ganarlo con comodidad. Obtuvo del casquivano electorado porteño un porcentaje de votos altísimo, sólo parangonable al que lograron en sus momentos cúlmines Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa. Sólo le falta un trámite para lograr para el Frepaso una asignatura pendiente, una experiencia de gestión en el distrito más rico, más visible y más gobernable del país. Ha quedado colocado en la primera línea de la Alianza y del Frepaso en especial. Es, después de De la Rúa, el oficialista que juntó más votos y es �de lejos� el que tiene a su cargo el ejecutivo del distrito más importante. En el Frepaso su estrella crece y habrá que ver cómo se conjuga ese ascenso con el declive que acusó Graciela Fernández Meijide cuya relación con Carlos Chacho Alvarez es gélida y distante. u La Alianza: Tras la derrota de Graciela Fernández Meijide ante Carlos Ruckauf muchos pensaban que Ibarra no garantizaba ganar la Capital, que había que hacer leña del tronco del Frepaso caído en desgracia. Voces importantes de la UCR porteña, incluso del delarruismo porteño soplaron propuestas de cambio de candidato en los oídos del presidente Fernando de la Rúa. Pero éste, de consuno con el vicepresidente Carlos Chacho Alvarez, las desoyó. Prefirió apoyar a fondo al candidato, muniéndolo de logística territorial y de su task force publicitaria. Redondeó su decisión con un gesto definitivo: jugar a Cecilia Felgueras, una dirigente de su más estrecho círculo propio. El Presidente y el Vice tuvieron siempre claro que en la Capital se jugaba el destino de la Alianza y apoyaron a Ibarra sin sacarlo del centro del escenario. Les fue bien. El oficialismo sigue gobernando la ciudad con una fórmula que �invirtiendo los términos de la nacional� es muy aliancista. Revalidó sus títulos y �aunque es obvio que eso no lo dispensa de la mufa colectiva por la recesión y de su necesidad de meter el acelerador a fondo� queda en buena posición para pulsear con el peronismo en el Congreso y con la CGT rebelde. u Domingo Cavallo: A las seis y un minuto estaba frente a las cámaras de TV dando una insólita conferencia de prensa. A medianoche denunciabafraude y acusaba a �unos partisanos del Frepaso� de su desgracia. Fue como una remake de toda su campaña: personalista, incontinente, una especie de fuerza de la naturaleza. Tuvo un acierto fundacional, sumar a Beliz. A partir de ahí enhebró una cadena de errores, producto seguramente de subestimar a su adversario. Tenía un piso electoral alto y un techo bajo y apenas si levantó el piso. Su futuro inmediato es fastidioso: estará condenado desde la madrugada de hoy a explicar si se baja o si no se baja. En verdad, esa duda sólo subsiste porque el derrotado es Cavallo. Cualquier otro político de la tierra, con algo de introspección o una pizca de autocrítica, hubiera tirado la toalla. El, tal vez, esté dispuesto a ir por una golpiza mayor. La bulimia de poder de la que Beliz lo acusó con buena data, lo llevó a dilapidar buena parte del capital que acumuló en las presidenciales del 99. Para ser presidenciable en el 2003 debía ganarse un lugar en la interna peronista. Ayer quedó muy lejos de ese objetivo. No consiguió encolumnar al electorado peronista, no es oposición potente en la Capital. Quedó muy a la cola de Carlos Ruckauf, Carlos Reutemann y José Manuel de la Sota que le dieron apenas un apoyo formal pero ayer, cuando nadie los veía, debieron reír un ratito a sus costillas. u Gustavo Beliz: En febrero lideraba un bloque de once legisladores, podía aspirar a sacar un 15 por ciento de los votos y revalidar seis o siete. Entró en pánico, comenzó negociaciones con lo más impresentable del PJ Capital (valga la redundancia) y terminó unciendo su carro al de Cavallo. Desleyó su imagen impoluta, perdió en cuestión de semanas una interna y una distrital. Y nada le garantiza que los pocos legisladores de Encuentro de la Ciudad que salieron de su partido lo sigan acatando cuando se aclare la marea. Muchos de ellos se enteraron por los diarios y a contragusto del pacto con Mingo y ahora pasarán la factura. u El peronismo: Dos frases burlonas brotadas de labios peronistas pueden ahorrar muchas líneas. La del senador Jorge Yoma anunciando que el peronismo iba a disputar voto a voto con el Partido Humanista. Y así fue. La otra de un altísimo dirigente del PJ porteño que �en riguroso off the record� le dijo a Página/12 �con Raúl Granillo Ocampo no podemos ganar una interna con lista única�. Y parece creíble. Menos del 2 por ciento de los votos con una boleta del PJ es más que un papelón, es algo digno del libro Guinness. Granillo es un pésimo candidato pero su derrota es una maqueta de un drama mayor del menemismo: su imposibilidad de hacer pie en la Capital y en la provincia de Buenos Aires. Un dato relevante para entender por qué el futuro en el PJ, no ya del piantavotos Granillo sino de su jefe Carlos Menem, es casi una misión imposible. u Irma Roy: Registró con sagacidad que quedaba un espacio vacante para representar al peronismo. Terminó ganándole fácil la �interna abierta tácita del justicialismo a Granillo y acumuló cuatro legisladores. Quedó en condiciones de sumarse al gobierno de la Alianza (al que nunca agredió) o de intentar liderar lo que queda del peronismo local. En el ínterin puede convocar a la diáspora de legisladores peronistas a formar un bloque que podría darle un buen dolor de cabeza a Ibarra. u Las izquierdas: Tres legisladores para Izquierda Unida, dos para Antonio Cartañá, uno para el Partido Humanista y otro para el Partido Obrero darán un nuevo tono a la Legislatura porteña. Siete fuerzas separadas sacaron provecho del piadoso sistema electoral sumando algo así como el once por ciento de los votos. Queda por discutir si no hubieran sumado más uniendo sus fuerzas. Como sea, han ganado un buen lugar para discutir con los partidos mayoritarios y correrlos �por izquierda�, que buena falta les hace. u Un canje con riesgos: Los dos párrafos anteriores anticipan un dato interesante. La Alianza perdió la holgadísima mayoría que tenía en la Legislatura (ver página 13). En parte, esa disminución registra un nuevo mapa político. Pero en buena medida es el �aparentemente muy caro� precio pagado por la movida de permitir que tres partidos (Generación Intermedia, Ucedé, y el Movimiento por los Jubilados) llevaran a Ibarra-Felgueras pero con lista de legisladores propia. Se llevaron cinco bancas. Para la Alianza �y para Cecilia Felgueras que deberá manejar ese arduo parlamento� fueron un apoyo ayer pero serán un quebradero de cabeza en el futuro. u Futuro, dinámica de lo impensado: Cuando se lo interroga respecto de sus planes electorales para el 2003 y el 2007, el líder del Frepaso, Carlos �Chacho� Alvarez �buscando minimizar el debate y de paso evadir la pregunta� exhuma de su memoria futbolera una anécdota. �Un técnico de la selección brasileña le decía al talentoso delantero Garrincha. �Hagamos lo siguiente. Nuestro arquero se la pasa al cuatro, éste se la da a un volante. Ahí usted baja y le pide la pelota. Acelera, hace una pared con el 10, desborda, tira centro atrás. En el área hay dos jugadores nuestros para definir. ¿Está claro?� �Una sola pregunta �desliza Garrincha�: ¿los contrarios están de acuerdo?�� Alvarez busca enfatizar que en actividades competitivas no es posible desarrollar tácticas a largo plazo, que la competencia política, como el fútbol, tiene la dinámica de lo impensado. Es verdad. Pero también lo es que la política es construcción de escenarios y escalafones futuros. Y que todos los políticos conciben tácticas y construyen ambiciones a largo plazo. Desde ese ángulo ayer Ibarra, la Alianza, el propio Alvarez y De la Rúa hicieron de cara al 2003 y al 2007 un golazo. Irma Roy y la izquierda un golcito. Y Cavallo y Beliz, les guste o no, se comieron unos cuantos pelotazos en contra.
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