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La pulseada porteña y la definición nacional
Qué se juega en la Alianza

¿Qué cambia si hay segunda vuelta? ¿Cómo queda De la Rúa? ¿Se fortalecerá Chacho Alvarez? ¿El Frepaso repuntará? ¿Cómo jugará Ibarra en la conducción frepasista? ¿Y Graciela? ¿Qué pasará entre la UCR y el Frepaso en la Capital? ¿De la Rúa profundizará la línea de Fernando de Santibañes? 


Por Martín Granovsky
t.gif (862 bytes) Sólo Domingo Cavallo, que insiste en presentarse como el Alejandro Toledo argentino frente a un Alberto Fujimori que aquí no existe, puede provocar el ballottage y postergar el comienzo de dos pulseadas paralelas dentro de la Alianza. Una nacional, sobre el rumbo del Gobierno, que puede expresarse con nombre y apellido: ¿avanzará el ala más próxima al establishment, representada por Fernando de Santibañes? La otra pulseada es más partidaria, y tendrá inmediata traducción local: ¿hasta qué punto el Frepaso logrará imponer su hegemonía en la ciudad y al mismo tiempo podrá capitalizar la espectacular victoria de Aníbal Ibarra?
En Perú, Toledo desafió a Fujimori. Perdió en la primera vuelta y denunció fraude. Pero Fujimori es un semidictador que amplió su mayoría parlamentaria gracias a un autogolpe de Estado, y ése no es el perfil ni de Ibarra ni de Enrique Olivera.
Fernando de la Rúa, como es obvio, prefería un triunfo en primera vuelta. Pero si hay ballottage lo aprovechará para colocarse como el gran protagonista de los próximos 14 días. Si Cavallo no se resigna y De la Rúa termina ocupando la posición de quien pone el último broche al resultado final, conseguirá aún más oxígeno hacia afuera y hacia adentro de la Alianza. 
En términos internos de la Alianza, de todos modos, si hay segunda vuelta y la victoria es aún más amplia que la de ayer los tantos seguirán repartidos de la misma manera. Crecerá De la Rúa, aún más respaldado, aún más plebiscitado que en la primera vuelta, y también crecerá enormemente Ibarra, consolidado después de haber ganado en Buenos Aires dos veces en solo quince días. 
Naturalmente, este cuadro de situación vale mientras Cavallo no termine siendo el jefe de Gobierno de la ciudad, pero esa posibilidad sólo puede darse por algún milagro y, por definición, los milagros no pueden pronosticarse.
Al margen del fenómeno Cavallo, las interpretaciones que ya comenzaban a formular anoche los dirigentes más importantes de la Alianza partían de la ampliación de la base de apoyo del Gobierno. �El primer satisfecho es el Presidente�, comentó a Página/12 un funcionario de la Casa Rosada. �Este es un gran triunfo de la Alianza, pero para nosotros tiene un sabor especial porque se cortó la racha de derrotas y podremos encabezar una gestión en un distrito importantísimo�, dijo aliviado un importante diputado del Frepaso. 
Durante todo el día De la Rúa tejió puentes dentro de la Alianza. Fue muy claro a la noche, cuando apareció detrás de Ibarra y Cecilia Felgueras. Antes, hasta ensayó un gesto de amistad con Raúl Alfonsín, presidente del radicalismo. A las doce y media lo visitó en el Comité Nacional, en una visita no publicitada, y conversaron a solas. Un rato después Alfonsín participó de un almuerzo que fue doblemente pan-radical, por el sitio elegido y por los comensales. En el gremio de los panaderos estuvieron el organizador, Enrique �Coti� Nosiglia, y dirigentes como el secretario de Interior Carlos Becerra, el ex vocero de Alfonsín Federico Polak, el senador delarruista (y antianibalista de siempre) José María García Arecha, el ex secretario de Defensa, Raúl Alconada Sempé, el chubutense Carlos Maestro y el diputado Marcelo Stubrin.
Sin llegar al antifrepasismo, varios radicales recomendaron ponerse en guardia. �No vamos a dejar que el Frepaso imponga sus hombres en casi todas las áreas importantes�, advirtió uno de ellos con una lógica partidaria que también apareció en los radicales después del 30 de octubre, cuando De la Rúa personalizó el triunfo electoral y se puso como vértice de la coalición. 
La pulseada capitalina es previsible: terminará en negociación, con fuerte presencia de De la Rúa y Alvarez, mientras Ibarra intenta plantarseigual que el Presidente cuando armó su gabinete y demostró que cada designación tenía su sello personal. 
La pulseada nacional es más compleja, y depende de cómo usa De la Rúa el oxígeno de la victoria. 
Si le quita ideología al triunfo porteño, de clara orientación centroizquierdista, y solo toma uno de sus costados �el plebiscitario� podría darle aún más espacio a De Santibañes. Lo mismo da: aunque no acabe siendo jefe de Gabinete, como secretario de la SIDE el ex directivo del Banco Francés ya cumple dentro del Gobierno el papel que tenía Domingo Cavallo durante el primer mandato de Carlos Menem. Es el canal con el establishment en su doble acepción, norteamericana y argentina. Altos funcionarios sostienen que no fue ajeno al voto de condena contra Cuba en la ONU ni es ajeno a las presiones para que las Fuerzas Armadas se embarquen en la lucha contra el narcotráfico.
La recuperación de peso relativo del Frepaso gracias al triunfo en la Capital podría alterar ese futuro ultraliberal. Y también el perfil de la fórmula, de 40 años de promedio, integrada por un candidato que no prometió mano dura, criticó el voto sobre Cuba y dijo no compartir los últimos ascensos de represores y una candidata que alguna vez se animó a impulsar Buenos Aires no duerme aunque le advertían que sería un fumadero de opio. 
Pero también podría ocurrir que el Frepaso se encierre en la Capital, necesitado de mostrar la gestión exitosa que hasta ahora no exhibió, y al principio los resultados de ayer no tengan otra proyección sobre la gestión nacional que revitalizar a un Chacho Alvarez que últimamente luce apichonado y alentar a los diputados más críticos. 
¿Y Graciela Fernández Meijide? Ese es otro dato de ayer: no fue invitada a protagonizar la escenografía de la victoria. Como si la nueva dupla del Frepaso fuese, ya, Alvarez-Ibarra.

UN DIA AGITADO EN EL CAMPAMENTO DE CAMPAÑA DE LA ALIANZA
A las corridas pero con final feliz

Por Santiago Rodríguez
Aníbal Ibarra corrió ayer todo el día. Corrió a la mañana temprano para desayunar con la prensa en su casa y después para ir a votar. Más tarde corrió para ir a almorzar con Carlos �Chacho� Alvarez, a tomar luego un café con su compañera en la fórmula a la Jefatura de Gobierno porteña Cecilia Felgueras, y finalmente para llegar al Hotel Intercontinental. Pero allí se detuvo y se hizo esperar casi seis horas para volver a aparecer ante las cámaras. Y se hizo esperar porque en esta oportunidad las bocas de urna estuvieron prohibidas, pero pesaron en el entorno del candidato y provocaron un paréntesis en la euforia de la gente de la Alianza, que concluyó cuando Ibarra apareció en el subsuelo del Intercontinental y anunció que su victoria en primera vuelta era �irreversible�.
�El mayor desafío por delante es gobernar la Ciudad de Buenos Aires, gobernando para todos y haciendo de Buenos Aires la ciudad más equilibrada y más segura�, declamó Ibarra en su reaparición ante los medios y los militantes y dirigentes del Frepaso y la UCR que anoche colmaron el Intercontinental.
La Alianza copó el hotel. En la planta baja y el lobby apenas se podía caminar. El segundo subsuelo era todo aliancista: sala de prensa con teléfonos, faxes y computadoras con acceso a Internet por doquier, el salón principal con la tarima desde la cual habló el candidato, mesas con café y jugo para los asistentes; todo. Y los últimos pisos también, pero no de los militantes, sino de los protagonistas de la elección y la primera línea de la coalición. En el piso 17 se instaló Felgueras con su gente; Ibarra en el 18 y la suite presidencial del 19 estuvo reservada a Fernando de la Rúa.
Fue en esos pisos donde se vivió la metamorfosis de la alegría a las caras de preocupación en las primeras horas del escrutinio y de las caras de preocupación a las de alegría otra vez sobre el final de la noche. Es que los mismos integrantes del comando de campaña que durante toda la última semana insistían en que �llegar a 48 ó 49 por ciento y sacarle 15 puntos a (Domingo) Cavallo era un triunfo�, comenzaron a entusiasmarse al mediodía con bocas de urna que pronosticaban una victoria en primera vuelta.
La ovación que estalló en la suite 1811 a las seis de la tarde, cuando varios canales de televisión pusieron al aire placas de �Ganó Ibarra�, fue el mejor reflejo de la euforia inicial. En esa habitación, frente a tres televisores, se apiñaron en los primeros minutos posteriores al cierre del comicio Felgueras, candidatos a legisladores, diputados nacionales y Graciela Fernández Meijide y Alberto Flamarique, de los primeros ministros en llegar.
En ese mismo instante Ibarra se duchaba en la suite contigua, la 1815, y comenzaban a llegar las principales caras de la Alianza. Desde entonces y hasta la noche desfilaron por los pisos superiores casi todos los ministros nacionales y porteños y también el ex presidente Raúl Alfonsín. El tiempo de rélax terminó cuando los cómputos oficiales empezaron a dar la idea de que sería necesario enfrentar una segunda vuelta y desde el cavallismo salieron a instalar la segunda vuelta. �Si hay ballottage estamos en campaña y Cavallo ya nos está ganando�, reflexionó un radical. 
Con números sobre la mesa que indicaban que la Alianza orillaba el 50 por ciento, en esa reunión entre Ibarra, Felgueras, Daniel Siciliano, Ariel Schiffrin y Verónica Torras se retomó la idea inicial de que �este resultado es un triunfo, es casi una goleada�. El resultado concreto deesa reunión fue la aparición de Darío Alessandro en el subsuelo para anunciar que Ibarra tenía el 49 por ciento de los votos y la recuperación de las sonrisas por parte de los aliancistas. La celebración mayor llegó cuando el candidato enfrentó al público, con De la Rúa y �Chacho� a su lado, y proclamó: �Hemos ganado, hemos ganado, hemos ganado�.

�Aníbal, tenés que ser candidato�

Por Sergio Moreno
Era marzo de 1994. La camioneta subía por Rivadavia. Chacho Alvarez levantaba los brazos y sonreía. Había formado un partido en la Capital Federal, el Frente Grande, que florecía sin regarlo con otra cosa que las denuncias de la corrupción menemista. Graciela Fernández Meijide también estaba en la camioneta. También levantaba los brazos, también sonreía. Era tercer en la lista de candidatos a constituyente, detrás del otro hombre que no desentonaba y levantaba los brazos, sonriente, en la caja de la camioneta: Aníbal Ibarra, el ex fiscal, no paraba de saludar a la gente que se apelotonaba en Rivadavia a ver a sus candidatos. Sin dejar de mover los brazos, Alvarez observaba a sus laderos. Tomó de un hombro a Ibarra y le dijo al oído, elevando la voz para vencer la música y los gritos: �Aníbal, tenés que ser candidato a intendente de la Capital�. 
Pasaron seis años para que se cumpliera lo que empezó como una apuesta, y van muchos más desde que Ibarra hizo su primera incursión en la política, cuando era un pibe y cursaba su secundaria en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Allí fue un militante de la Federación Juvenil Comunista, uno más entre los 200 afiliados con los que �la Fede� cogobernaba el movimiento estudiantil junto a la UES del peronismo y a la izquierda guevarista del FLS. En 1975, con algunos compañeros suyos, otros de la UES, algunos del radicalismo y muchos de varias fuerzas de izquierda, fueron expulsados. 
Ibarra ingresó a la política desde la izquierda, pero ser comunista en el Buenos Aires en esa época no era una rareza, si se tiene en cuenta que el CNBA contaba con 1800 alumnos y los militantes de la FJC, sin considerar a los simpatizantes, representaban entonces a un 12 por ciento que por cierto distaban de contar a nivel nacional. 
Ahora es un progresista que en esta campaña no esquivó definiciones, contra la opinión de consultores más proclives a los tonos grises. Dijo que era agnóstico, se diferenció y llevó adelante un mensaje opuesto a la mano dura, introdujo en la discusión sobre seguridad la necesidad de atacar las bases sociales y de exclusión que la generan, se definió contra todo tipo de discriminación, se propuso como meta la construcción de una sociedad igualitaria y recordó al gran público en medio del debate con su adversario Domingo Cavallo (debate que también le fue desaconsejado por más de un asesor) que en la Argentina hay desaparecidos.
Ibarra entró en la campaña devaluado por algunos no tan amigos y adversarios internos que hablaban de su levedad �su presunta falta de peso político� y aseguraban haberle �regalado� la chance de competir por un puesto cuya obtención sería, decían, un premio inmerecido. Lo cierto es que su tarea durante la campaña demostró que no le falta peso, que pudo doblegar al �pesado� de Cavallo en un debate, que supo conducir a su tropa en el peor momento (cuando luego de la teleinterna entre Beliz y Cavallo la fórmula de la derecha se acercó a sólo tres puntos al binomio aliancista, según las encuestas que manejaban sus propios consultores) y que supo mantener su discurso coherente con su pensamiento y seguir subiendo en los sondeos.
El ex fiscal, de madre peronista hasta la médula y padre exiliado paraguayo, suele consultar sin comunicarle al consultado de que lo está consultando. En su vida política ha tomado decisiones que mantuvo a pesar de las presiones. Como lo hizo, por tomar un ejemplo, cuando Alvarez contaba con él para ocupar el cargo de precandidato a intendente por el Frente Grande en la interna �que finalmente no se realizó� del incipiente Frepaso. Norberto La Porta se postuló por el socialismo, Enrique Martínez fue el hombre que introdujo José Octavio Bordón en la compulsa. Ibarra no aceptó, quizás atormentado por el fantasma de una posible postulación del propio Alvarez para ese mismo cargo (el desafiante por el radicalismo sería Fernando de la Rúa). A la luz de la historia, no puede decirse que aquella decisión fue desacertada para él. Alvarez sigue siendo para Ibarra un referente insoslayable. Con De la Rúa mantiene una relación afectuosa. Todo lo afectuosa que puede ser una relación con De la Rúa. 
Ibarra deberá hacer ahora un último esfuerzo, no muy grande a la luz de los guarismos de ayer. Todo está listo para que, si Cavallo no resigna su candidatura, en quince días la Alianza amplíe este triunfo.
¿Cuál es el pensamiento de este hombre que en dos semanas, o antes, puede ser el primer dirigente frepasista que vaya a gobernar el segundo distrito electoral del país?
El ex fiscal está empeñado en realizar una gestión exitosa. Aliancista convencido �muy convencido�, abrirá las puertas de su gabinete tal como abrirá las del Frepaso. �Necesitamos seguir creciendo�, afirmó en su último reportaje a Página/12. 
Quiere reordenar el Frepaso porteño, resolver las cuestiones internas de una manera más orgánica y engordarlo con otras fuerzas y nuevos dirigentes. 
Esta posición, que no excluye su inclinación por lograr consensos políticos, encontrará una resistencia no menor en su entorno, en el radicalismo porteño y, quizá, algún llamado desde la Casa Rosada. Pero Ibarra ha demostrado firmeza y capacidad de diálogo. 
También ha dejado hacer cuando lo consideró conveniente. Tal el caso de sus spots publicitarios de campaña, que no convencieron al candidato. 
Finalmente: por ahora, Ibarra no sueña más que en ser electo jefe de Gobierno. Tiene en mente quedarse al frente de la ciudad por lo menos durante ocho años. Si todo le va bien, Aníbal tendrá 50 años cuando finalice ese período, la edad que tenía Bill Clinton cuando fue electo presidente de los Estados Unidos. 

 

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