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OPINION

La nueva izquierda

Por Claudio Uriarte

La cómica crispación en la cara de poker que Tony Blair trató de componer la semana pasada frente al triunfo de su adversario Ken "el Rojo" Livingstone en las elecciones para la alcaldía de Londres no alcanzaba a disimular para nada lo fuera de las manos que la situación política ha quedado para el meritocrático pero en el fondo bisoño e ingenuamente autoritario primer ministro británico. Pero el fenómeno de Ken el Rojo va mucho más allá de las tensiones internas impuestas al laborismo inglés por la obsesión de Blair de adecentar al Partido con una política desaforadamente cortesana de los empresarios y las clases medias altas; se ubica en el centro del nacimiento de una nueva izquierda mundial como último punto de una espiral dialéctica donde las estudiadas ambigüedades de la Tercera Vía negaron primero el sobreextendido imperio del neoliberalismo en los '80, para empezar a ser negadas a su vez ahora por este nuevo movimiento.

  Pero la historia rara vez se repite, y la nueva izquierda emblematizada por Ken el Rojo no constituye una vuelta a la socialdemocracia clásica aún viva y saludable en Francia y ejemplificada por el gobierno progresista de Lionel Jospin, o al "capitalismo renano" que el tercerista Gerhard Schroeder en Alemania está haciendo lo imposible por desmantelar. La nueva izquierda de Livingstone, en lugar de eso, asume que algunas cosas en el mapa socioeconómico mundial han cambiado definitivamente, pero se propone operar dentro de la nueva realidad para hacer que las cargas sean menores para los asalariados y desocupados. En este sentido, la nueva izquierda busca cumplir la promesa que la Tercera Vía incumplió, por lo menos en los países donde ha sido ensayada (Gran Bretaña, Alemania e Italia entre los europeos, Brasil entre los latinoamericanos). Lo que hizo en verdad la Tercera Vía fue sobreactuar el libreto neoliberal, algo que en principio fue necesario para ganar elecciones pero que luego, al reproducirse en las respectivas prácticas gubernamentales, terminó espantando a las mismas clases medias que antes había seducido, lanzando una parte de ellas a la nueva derecha de cuño haideriano y otra a esta nueva expresión izquierdista.

  Estos son posibles espejos anticipatorios de lo que puede ocurrir en la Argentina, aunque aún es demasiado pronto en la administración aliancista de Fernando de la Rúa y Chacho Alvarez para vaticinar desarrollos. En todo caso, la política argentina se ha vuelto cualquier cosa menos aburrida.

 

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