La
cómica crispación en la cara de poker que Tony Blair trató de
componer la semana pasada frente al triunfo de su adversario Ken
"el Rojo" Livingstone en las elecciones para la alcaldía de
Londres no alcanzaba a disimular para nada lo fuera de las manos que
la situación política ha quedado para el meritocrático pero en el
fondo bisoño e ingenuamente autoritario primer ministro británico.
Pero el fenómeno de Ken el Rojo va mucho más allá de las tensiones
internas impuestas al laborismo inglés por la obsesión de Blair de
adecentar al Partido con una política desaforadamente cortesana de
los empresarios y las clases medias altas; se ubica en el centro del
nacimiento de una nueva izquierda mundial como último punto de una
espiral dialéctica donde las estudiadas ambigüedades de la Tercera Vía
negaron primero el sobreextendido imperio del neoliberalismo en los
'80, para empezar a ser negadas a su vez ahora por este nuevo
movimiento.
Pero la historia rara
vez se repite, y la nueva izquierda emblematizada por Ken el Rojo no
constituye una vuelta a la socialdemocracia clásica aún viva y
saludable en Francia y ejemplificada por el gobierno progresista de
Lionel Jospin, o al "capitalismo renano" que el tercerista
Gerhard Schroeder en Alemania está haciendo lo imposible por
desmantelar. La nueva izquierda de Livingstone, en lugar de eso, asume
que algunas cosas en el mapa socioeconómico mundial han cambiado
definitivamente, pero se propone operar dentro de la nueva realidad
para hacer que las cargas sean menores para los asalariados y
desocupados. En este sentido, la nueva izquierda busca cumplir la
promesa que la Tercera Vía incumplió, por lo menos en los países
donde ha sido ensayada (Gran Bretaña, Alemania e Italia entre los
europeos, Brasil entre los latinoamericanos). Lo que hizo en verdad la
Tercera Vía fue sobreactuar el libreto neoliberal, algo que en
principio fue necesario para ganar elecciones pero que luego, al
reproducirse en las respectivas prácticas gubernamentales, terminó
espantando a las mismas clases medias que antes había seducido,
lanzando una parte de ellas a la nueva derecha de cuño haideriano y
otra a esta nueva expresión izquierdista.
Estos son posibles
espejos anticipatorios de lo que puede ocurrir en la Argentina, aunque
aún es demasiado pronto en la administración aliancista de Fernando
de la Rúa y Chacho Alvarez para vaticinar desarrollos. En todo caso,
la política argentina se ha vuelto cualquier cosa menos aburrida.
|