Desde
que Fernando de la Rúa asumiera la presidencia del país, las medidas
de política económica adoptadas se inspiran en la misma lógica que
caracterizara a la pasada gestión menemista. En algún sentido, la
propuesta hasta el momento pareciera ser perfeccionar la conducción
de un rumbo que no se discute (ej.: llevar a fondo el ajuste en las
cuentas públicas y no sólo declamarlo). El ajuste regresivo y
recesivo de las cuentas fiscales y la flexibilización laboral se
inscriben en una lógica (común a Roque Fernández) de lograr un
shock de confianza sobre los mercados (en concreto, la cúpula
empresarial dominante y los organismos financieros internacionales).
En este contexto,
queda sin atención (es más, se profundiza) el grave cuadro que
expresa una Argentina con dos millones de desocupados, siete millones
de habitantes con problemas laborales y 14 millones de argentinos en
situación de pobreza. Es decir, la agenda oficial sigue sin
incorporar una clave central para la sociedad: "la redistribución
progresiva de los ingresos".
Es en este marco que
debe entenderse la convocatoria y el alto acatamiento obtenido por el
paro nacional del pasado 5 de mayo. Paro convocado por las
experiencias sindicales que compartieron con las actuales fuerzas políticas
que integran la Alianza, la confrontación con el modelo menemista.
Paro cuestionado por el Gobierno en acuerdo con la expresión más
cabal del sindicalismo menemista y proempresarial. El mismo modelo
sindical que el Gobierno reprobara a través de sus recientes spots
publicitarios.
Sería un error serio
no tomar en cuenta la advertencia social que supone lo ocurrido el 5
de mayo. Considerando incluso como válido el porcentaje de
acatamiento señalado por el Gobierno (33,3 por ciento), debería
preocupar que a sólo cinco meses de gestión uno de cada tres
trabajadores hayan decidido adherir a la medida de fuerza.
Sería un error mayor
aún transformar la elección de la Capital en una señal de apoyo
absoluto a la gestión nacional, oponiéndola a lo expresado por el
paro nacional. No sólo porque la Capital no representa la situación
del conjunto del país, sino también por lo que de los resultados se
desprende. Ellos indican que:
a) Aníbal Ibarra
(pese a haber hecho una brillante elección) pierde votos respecto a
los obtenidos por Fernando de la Rúa hace escasos meses.
b) El fuerte corte de
boleta sufrido por la Alianza a nivel legislativo (casi trece puntos
menos que a jefe de Gobierno, el oficialismo pierde así, doce bancas
en la Legislatura de la Ciudad) responde a la decisión de concentrar
votos contra Domingo Cavallo, casualmente un cabal exponente del
modelo económico y social que fuera cuestionado por el paro del 5 de
mayo.
c) El crecimiento del
voto por izquierda, el discurso que presentara la propia Irma Roy
(tolerancia cero frente a la pobreza y el desempleo) y las discusiones
que atraviesan la Alianza respecto de la agenda pendiente, hablan a
las claras acerca de que el rumbo elegido hasta el momento encontrará
nuevos problemas sociales e institucionales.
Cabe destacar por último
que el triunfo de Aníbal Ibarra le repone al Gobierno la oportunidad
de retomar un mandato fundacional que hoy aparece diluido. Al mismo
tiempo, vuelve a darles la oportunidad a los sectores democráticos y
populares que integran la Alianza, de recuperar influencia en las políticas
nacionales. Algo que hasta hoy, parecían haber perdido de manera
absoluta.
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Director del Instituto de Estudios y Formación de la CTA. |