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Menem habló del tema con sus
colaboradores a fines de la última semana. Y en su carácter de titular
del Consejo Nacional Justicialista difundió un comunicado, con la firma
del vicepresidente de ese órgano, Rubén Marín, anunciando la intervención.
Legalmente, el congreso
partidario, que preside Duhalde, debe refrendar la decisión. A primera
hora de ayer la duda era si eso ocurriría o si, como sucedió durante la
campaña presidencial, sería un nuevo tema de discusión entre las
corrientes internas del PJ en pugna. Finalmente, el ex gobernador
bonaerense comulgó con la idea.
La intervención se formalizará
el jueves y hasta entonces se buscará congeniar el nombre de quien tendrá
la insalubre tarea de ordenar el justicialismo, que en la elección del
domingo sufrió una inédita dispersión. A tal nivel, que hubo muchos
dirigentes cobijados bajo el paraguas de la Alianza, muchos otros sumándose
al cavallismo, y el resto repartido entre el peronismo clásico de Irma
Roy y el menemismo de Granillo.
Piccheto, vicepresidente del
bloque de diputados del PJ, y el gobernador Busti, uno de los primeros
mandatarios en jugar abiertamente por Duhalde en la campaña presidencial,
son los hombres que el menemismo y el duhaldismo promueven para el cargo.
También se mencionó a Antonio Cafiero, como cada vez que se habla de una
prenda de unidad.
Durante la reunión del jueves,
el PJ también podría asumir una actitud pública frente al ballottage,
aunque anoche varios miembros del Consejo Nacional dudaban de la
existencia de una segunda vuelta. Más bien apostaban a la renuncia de
Domingo Cavallo a una nueva disputa electoral.
En el Consejo el menemismo es
hegemónico y por eso la autocrítica --si la hay-- no afectará a Menem.
De todos modos, ayer fueron varios los dirigentes que no ahorraron críticas
contra el ex presidente por el resultado del domingo, señalándolo como
responsable de la histórica derrota (ver recuadro).
Abandonado por amigos y
enemigos, Granillo se opuso a la intervención del partido, pero su
palabra seguramente no tendrá peso alguno, sobre todo luego de
convertirse en la figura que consiguió un record histórico en el
justicialismo porteño: no pudo superar la barrera de los dos puntos. Con ese resultado, Granillo renunció ayer a la presidencia del PJ capitalino en una actitud que consideró como una "obligación política y moral". El ex ministro de Justicia dijo que la dimisión es "indeclinable" pese a que seguramente nadie, en estas circunstancias, le pediría que se mantenga en el cargo. En rigor, de esta manera buscó frenar la decisión de intervenir el partido. El hubiese preferido elecciones en un plazo no mayor a dos meses.
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