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LA MEDITERRANEA, FIRME CONTRA LA DEVALUACION
�Es la productividad, estúpido�

Según los economistas de IERAL/Fundación Mediterránea, Brasil al devaluar sólo se compró el caos y un año perdido. Aconsejan monitorear cuánto crecerá el vecino, más que su tipo de cambio.

Guillermo Mondino, director del IERAL, y Jorge Vasconcelos, investigador jefe.
Las importaciones del país que no devaluó (Argentina) cayeron más que las del que devaluó.


Por Julio Nudler

t.gif (862 bytes)  �No está claro que la devaluación le haya dado a Brasil grandes resultados. En general, no está claro que se los dé a ningún país. Brasil sólo se compró con la devaluación el caos y un año perdido. Más importante que devaluar es saber qué se hace con las políticas fundamentales que dan soporte al nivel de tipo de cambio real de equilibrio. La situación brasileña se había vuelto insostenible respecto del régimen de tipo de cambio fijo por la caída de productividad y el aumento del gasto público. Esto mismo es un gran llamado de atención respecto a la sostenibilidad de la actual política económica en la Argentina, dada la sistemática falta de atención a la competitividad, que ya lleva años. En síntesis: devaluar y no cambiar las políticas de fondo no trae resultados, y si se cambian las políticas de fondo, ¿para qué devaluar?� Lo que importa es la productividad, término con el que Mondino parafraseó a Bill Clinton, cuando en su campaña electoral, y aludiendo a George Bush, lanzó aquel famoso �Es la economía, estúpido�.
Este fue el tipo de metralla que dispararon Guillermo Mondino y Jorge Vasconcelos al presentar ayer, en el Club Americano, un minucioso análisis de IERAL-Fundación Mediterránea sobre las perspectivas brasileñas, bajo el título de �¿Quo vadis, real?�. En resumen, sentenciaron: �Somos optimistas con Brasil en la coyuntura, pero desconfiados en el mediano/largo plazo porque la flotación cambiaria es un régimen de incertidumbre, que conduce a tasas de interés muy altas�. Sin mención alguna al guía espiritual de la Mediterránea, Domingo Cavallo, en su hora más difícil, los dos economistas desplegaron una exposición eminentemente técnica, algunos de cuyos párrafos salientes, involucrando a la Argentina, fueron los que siguen:
  Hay una correlación muy marcada entre las exportaciones argentinas a Brasil y la evolución del PIB (Producto Interno Bruto) de ese país, pero mucho más débil respecto del tipo de cambio real en uno y otro país. Es posible estimar que, por cada punto que aumenta el PIB brasileño, las exportaciones argentinas hacia ese mercado deberían aumentar alrededor de un 4 por ciento en el corto plazo y un 6 por ciento en una acumulación de secuencias, mientras que cada punto en que se aprecie o deprecie el tipo de cambio real entre las dos monedas provocaría una variación inversa de sólo 0,72 por ciento en las exportaciones argentinas. 
  Por tanto, la variable a cuya marcha mayor atención hay que prestarle es el nivel de actividad en Brasil, y despreocuparse relativamente del tipo de cambio. Pero por las dudas aclararon que es razonable esperar que el real se mantenga este año entre 1,75 y 1,80 por dólar, tomando en consideración el aumento de la productividad y la estabilización del gasto público que está consiguiendo Brasil.
  Imaginando, por otra parte, que en el 2000 el real se apreciase cerca de un 6 por ciento y la economía brasileña creciese un 4 por ciento, las exportaciones argentinas con ese destino se expandirían cerca de un 25 por ciento. (No hicieron el cálculo equivalente respecto de las importaciones, pero prometieron hacerlo más adelante.)
  Entre 1995 y 1999, la productividad brasileña se incrementó 13 por ciento menos que la estadounidense (a la que se considera la �economía ancla�). La productividad argentina creció, a su vez, 3,5 por ciento menos que la norteamericana, pero, además, la Argentina compensó la deficiencia productiva con deflación, ya que Estados Unidos tuvo sistemáticamente más inflación (10 por ciento más que la Argentina desde abril de 1995). 
  Por desgracia, de las tres alternativas posibles: aumentar la productividad tanto como Estados Unidos, deflacionar o devaluar, la única recomendable es la primera. La Argentina, si no crece, está condenada a la deflación. Dentro de ésta, los problemas de Carlos Silvani (AFIP) no tienen solución, como tampoco los de las empresas endeudadas.
  La presión tributaria subió en la Argentina, en términos del PIB nominal, más de 3 puntos porcentuales del PIB en los últimos cuatro años. Son unos 10.000 millones de dólares de mayor transferencia anual delsector privado al sector público. Esto es lo que afecta la competitividad. * Brasil vende hoy lo mismo que dos años atrás. La Argentina, por su parte, sin devaluar pero deflacionando, también está en un nivel de exportaciones parecido al del primer trimestre de 1998, mientras que sus importaciones cayeron un 23 por ciento. Esta es la paradoja, que no figura en ningún manual: bajaron mucho más las importaciones del país que no devaluó (Argentina) que las del que sí devaluó (Brasil)


Grandes dudas en el largo

La devaluación brasileña no licuó las deudas, salvo para los exportadores que le debían plata a la banca oficial, porque no hubo inflación posterior. Por tanto, el problema financiero de Brasil no está resuelto. Mientras la inflación mensual es de una o dos décimas de punto, las tasas activas oscilan entre 50 y más de 150 por ciento anual. Esto plantea interrogantes sobre la dinámica de crecimiento en el mediano/largo plazo. Hasta ahora lo resolvieron con subsidios: un buen proyecto de inversión, con suficiente palanca política, puede conseguir una financiación barata a través del Bandes (Banco Nacional de Desarrollo), pero la capacidad prestable de éste es muy limitada.
El tándem Mondino-Vasconcelos pintó así un cuadro preocupante sobre el futuro de la economía brasileña, pese al optimismo sobre su evolución inmediata. Explicaron que el objetivo de la devaluación, iniciada hace dieciséis meses al abandonar la paridad fija y adoptar la flotación, fue cambiar el mix de políticas: si antes había habido una política fiscal laxa con una estrategia monetaria restrictiva, ahora se planteó un paquete fiscal muy agresivo para lograr una fuerte caída de la tasa de interés y un tipo de cambio alto en términos reales. �¿Pero �se preguntaron� bastará un régimen de tipo de cambio flotante para garantizar la competitividad y el crecimiento?�

 

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