Por Verónica Abdala
Julio Cortázar se decía uno de sus alumnos. Adolfo Bioy Casares y Camilo José Cela lo definieron como �uno de los mayores escritores de habla hispana�. Algunos estudiosos lo consideran un precursor de Leopoldo Marechal, un socio a la distancia de Roberto Arlt. Se carteó con Sigmund Freud, que le escribió felicitándolo por su novela Op Oloop, de 1933. Fue boxeador, juez , pintor y nadador, además de poeta, cuentista y novelista. Publicó más de 50 libros a los que tituló con palabras de siete letras (Balumba, Periplo, La potra, Vil & Vil, L� Ambigú, Estafén, Caterva, y Finesse, entre otras). No por cábala sino porque prefirió la brevedad a las pompas del lenguaje. El lenguaje, afirma, �es el vestuario del pensamiento�. En ese mundo de definiciones, ha dicho que novela �es el arte de colocar una cosa detrás de la otra�. Se jacta de ser el �campeón mundial de palíndromos� (frases capicúas), tiene 106 años, es cordobés y se llama Juan Filloy.
A partir de las 18.30, la Biblioteca Nacional (Agüero 2502) será sede de un homenaje (¿vale la pena agregar que merecido?) a este coloso de la cultura argentina al que le costó enormidades moverse de Río Cuarto. Le tributarán honores el director de la biblioteca, Francisco Delich, y los escritores Dardo Cúneo, Mónica Ambort, Omar Isaguirre y Mempo Giardinelli, quien consideró en una oportunidad que �Filloy no es inferior a Borges� y que �uno de los crímenes más inexplicables de la cultura fue ignorar a este hombre al que podríamos llamar el Balzac argentino�. Además, quedará inaugurada la muestra bibliohemerográfica �Juan Filloy: un escritor de tres siglos�, que exhibirá publicaciones y notas periodísticas relacionadas con su trayectoria. Por si esto fuese poco, se verá por primera vez un video documental realizado por la Biblioteca en que repasan los hechos más destacados de su vida.
Hijo de un almacenero español (�un bolichero gallego y tozudo�) y una francesa amante de las letras, aunque casi analfabetos los dos, Filloy sostiene que su carrera es una revancha contra el destino. �En el reparto natural de papeles de la vida, a mí me hubiese tocado ser un analfabeto.� Nació el 1º de agosto de 1894, por la tarde, en el barrio cordobés de General Paz. Se pasó buena parte de la infancia leyendo en una biblioteca pública, de la que posteriormente fue bibliotecario ad honorem durante once años, publicó su primer texto en 1910, a los 14 años (en una revista que editaba Horacio Quiroga), y cuando tuvo que elegir profesión, se inclinó por la carrera de Derecho, que completó en Córdoba capital.
En 1921, con el título de abogado, llegó a la ciudad de Río Cuarto �para probar qué pasaba� y sin sospechar que ése se convertiría en su lugar en el mundo. Por esos días fundó un club de ajedrez y fue árbitro de boxeo, ejerció como juez y llegó a la presidencia de la Cámara civil. El amor por las letras que le había inculcado su madre, entretanto, se agigantaba, y ya no lo abandonaría. Entre 1930 y 1940 escribió siete libros. Mantuvo ese ritmo de escritura durante los años posteriores. Pero su obra permaneció en buena parte desconocida hasta que, en los 60, el novelista Bernardo Verbitsky, director de una colección de editorial Paidós, reeditó algunas novelas (entre ellas Op Oloop y Estafén). �Filloy obligará a un replanteo crítico de la novelística argentina�, afirmó por aquellos días Verbitsky, y no se equivocó. Esa reedición motorizó otras, y sirvió, incluso, para que otros se atrevieran a publicar varias de sus obras inéditas. Filloy, según admite, �jamás había movido un dedo para que éstas se conociesen a nivel masivo�.
�¿Por qué escribe, Filloy?� , le preguntó un periodista con motivo de su cumpleaños nº 100. �Porque siento la necesidad física de hacerlo�, respondió.�Quien tiene una vocación fuertemente arraigada, el día que no escribe una palabra se siente mal. Hay un refrán latino que indica que un escritor debe escribir una línea por día. Yo lo he cumplido, con la salvedad de que me he tomado la licencia de escribir diariamente una página.�
EL PENSAMIENTO VIVO DE UN AUTOR MITICO
�No gané un peso con los libros�
�Mi vocación parece una revancha de siglos. Una revancha de mis antepasados remotos y cercanos, como si me hubieran ordenado que los vindicara, los compensara del analfabetismo ancestral que venía circulando en nuestra sangre desde tiempos tribales.�
�Borges ha tenido una educación de gente rica y como hijo de gente rica ha tenido una vida muy recatada y ambientada en lugares sumamente distinguidos. Yo he sido criado detrás del mostrador de un boliche, de un almacén, de modo que he sido muy distinto. A Borges yo le imputaba que no había tenido calle, efectivamente. A mí me ha sobrado potrero.�
�Entre los escritores argentinos, los que más influencia han tenido en mí han sido Payró, Gerchunoff, Lugones y Almafuerte. Gerchunoff, sobre todo, fue un gran maestro mío. Pero la literatura mía estaba muy influenciada por mis lecturas francesas. He sido un lector sumamente atraído por los escritores franceses.�
�Yo no gané un peso con los libros, al contrario. Lo único que me ha favorecido es la jubilación que he tenido, y con la jubilación he vivido y he publicado los libros en ediciones de cuatrocientos, quinientos ejemplares, que regalaba a mis amigos.�
�Todo el mundo es una aldea. De modo que si usted escribe bien, sus libros trascenderán. Lo importante es que escriba con hondura y estilo.�
�Para dejar legado es indispensable poseer un patrimonio hereditario. En mi existencia yo no he capitalizado más que sueños y desvelos. Por lo tanto, creo que soy un ejemplo deleznable, una ilusión convertida en desencanto.�
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