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�MUSICA DEL CORAZON�, DE WES CRAVEN, CON MERYL STREEP
El rey del terror... se ablandó

El creador de la saga de �Scream� peleó para poder filmar la historia real de una maestra de música dedicada a los niños pobres de Harlem.

Meryl Streep tiene como principales enemigos a sus propios miedos.
En su lucha se enfrenta también con un estado que abandona su rol.


Por Martín Pérez

t.gif (862 bytes) Los freaks del cine estadounidense están en estado de alerta. Y razones no les faltan. Sus héroes ya no son lo que eran. David Lynch ahora filma para Disney, Sam Raimi juega al béisbol con Kevin Costner y Wes Craven intenta que se emocionen hasta las lágrimas al ver a Meryl Streep tocando el violín. En los dos primeros casos, sin embargo, la razón de semejante mutación se puede entender a la luz de sus carreras. Lynch necesitaba cambiar de aire, mientras que Raimi siempre fue más que una sierra mecánica atada al brazo, y lo demostró más de una vez junto a los hermanos Coen. Pero el caso Craven ya es otro cantar. 
Después de reclamar lo que le pertenecía con La última pesadilla y las dos primeras Scream, Craven decidió escapar de la trampa en la que se había encerrado. Inicialmente concebido para ser protagonizado por Madonna, Música... se hizo tan personal para Craven que sólo aceptó dirigir la tercera parte de Scream para Miramax si antes se diese luz verde a este proyecto. Con Madonna afuera por �diferencias creativas� con Craven, lo que terminó de dar forma al film fue la aparición de Meryl Streep. Y entonces sí, todos felices: Craven y los fans de la Streep contentos con una historia real hecha carne de nominación al Oscar y los fans de Craven satisfechos al menos con su Scream 3. Quien ostente orgulloso semejante carnet, seguramente no habrá disfrutado con la sensiblera historia de Roberta Guaspari, la violinista abandonada por su marido que terminó tocando en el Carnegie Hall en su intento de no dejar de enseñarles música a los niños más pobres de Harlem. Es más: todavía estará preguntándose qué es lo que llevó al genio del terror a interesarse por semejante historia. 
Ya llevada al cine �y a una nominación al Oscar en el rubro �mejor documental� en 1996� bajo el título Small Wonders, esta versión explora la historia personal de Guaspari, que lucha contra el mal en este nuevo opus Craven: ella es la heroína y, aunque el malvado sea su ex marido (personaje que nunca aparece en pantalla), sus verdaderos enemigos son sus miedos y sus propias debilidades. 
Contra ellos se enfrenta Streep/Guaspari, en un film partido al medio, que es en realidad primera parte y secuela al mismo tiempo. En la primera parte Guaspari lucha contra sí misma y el abismo ante el que la colocó el abandono de su marido, para terminar venciendo en su afán de enseñarle música a los chicos de Harlem. Diez años más tarde, la lucha es contra el Estado, que decidió cortar el apoyo económico. La pelea tendrá casi el mismo recorrido y el mismo golpe final. Que en este caso es la aparición de los chicos con sus violines en escena, emocionando a sus padres (y a los espectadores). 
Salvo estos paralelismos, poco hay de interés en un producto convencional como Música del corazón puesto a la par del imaginativo cine de terror de Craven. Aunque tal vez habría que agregar en el haber un diálogo final, puente entre el feminismo y el cine de terror. En el momento de su mayor gloria, Roberta le da gracias a su madre por haberla sacado del letargo en el que estaba sumida. �Deberías agradecerle a Charles�, le responde la madre, refiriéndose a su ex marido. �¿Por qué?�, pregunta Roberta. �Porque si él no te hubiera abandonado nada de esto hubiese sucedido�, es la respuesta. Moraleja: hay que saber agradecer a los monstruos, propios o ajenos, porque sin su amenaza no habría desafío. 

 


 

�EL ENGAÑO�, DE MIKE BARKER
Un Tarantino devaluado

Por Horacio Bernades

El engaño no es la trama de un engaño sino de toda una serie de ellos, que se supone están diseñados para seducir y trampear al espectador. La película no lo logra, por varias razones. La primera de ellas es que a) para �enganchar� al espectador no basta con acumular vueltas de tuerca, sino que además estas tienen que significar algo. Para que ello ocurra, b) al espectador debería importarle la suerte de los personajes. Y eso es imposible si c) no hay personajes, sino apenas piezas de un ajedrez. En el tablero de El engaño hay dos amigos, o eso se supone, y una víctima, o eso es lo que parece. Hay además un pasado oscuro, un secuestro, un grupo de gangsters negros y un chantaje. Y eso, sólo para comenzar.
Típica película de la época, no más aparecer un cartel que avisa que la trama fue para atrás (para después volver adelante, se sobreentiende) para que quede claro que este thriller dirigido por el inglés Mike Barker le debe todo al Tarantino de hace cinco o diez años, según se elija Perros de la calle o Tiempos violentos como referencia. A ese síntoma típico se le agrega aquí el de �No importa lo que estés contando, siempre que luzca bonito�. Por lo cual abundan aquí los ambientes high class y la iluminación más sofisticada. Como premio, al guionista, Ted Griffin, se le permitió escribir la próxima película del dúo Steven Soderbergh & Julia Roberts, los mismos que vienen de perpetrar Erin Brockovich. No se sabe aún cuál es el premio que le dieron al realizador. 

 


 

El fin de semana salvaje de dos chicas afortunadas

�Apostando a vivir� cuenta con buenas actuaciones, aunque se hunda en el melodrama.

Por Luciano Monteagudo

El comienzo de Apostando a vivir puede hacer pensar en Tocando al viento y The Full Monty, dos expresiones del reciente cine británico, de inspiración proletaria y de aspiración comercial. Un pequeño pueblo, llamado Rawtenstall, en el norte de Inglaterra, es el marco. Allí la vida cotidiana es dura, el trabajo en la fábrica alienante y los motivos de esparcimiento pocos. Una salida al bingo, los viernes por la noche, es lo máximo a que pueden aspirar Jackie (Julie Walters) y Dawn (Brenda Blethyn), lejos de la cocina y de sus maridos. Si Jackie prefiere olvidarse del juego para disfrutar un encuentro furtivo con el gerente del bingo, Dawn �ingenua, sensible, dedicada a su familia y a cualquiera antes que a ella misma� no se distrae siquiera un instante de los números. Y lo bien que hace. Porque de pronto descubre que es la ganadora del premio mayor: 100.000 libras esterlinas.
La película �que hace un par de años circuló por los festivales de Berlín y de Sundance� empieza recién allí, porque el dinero provoca una revelación mayor. En realidad, Dawn no tiene mucho tiempo para disfrutarlo: un viejo cáncer de mama ha reaparecido y ahora el diagnóstico es que se trata de un proceso terminal. Lo que hasta ese momento había sido una comedia costumbrista se convierte súbitamente en aquello que los anglosajones llaman un tearjerker, un melodrama para hacer saltar las lágrimas. Por un rato, aunque sea, porque las �chicas� deciden dejar bien atrás �aunque más no sea por unos días� la rutina de pueblo y la enfermedad. Con el dinero se pagan un viaje a Las Vegas, un cuarto en un hotel de lujo y unas cuantas fichas en los ruidosos casinos, donde nunca falta un galán merodeando, como Kris Kristofferson, haciendo una vez más de cowboy sensible, como en la lejana Alicia ya no vive aquí, de Martin Scorsese. 
Rutinaria, por momentos empalagosa, Apostando a vivir tiene sin embargo la virtud de reunir a dos excelentes actrices, Julie Walters, la recordada protagonista de Educando a Rita, y Brenda Blethyn, el motor de Secretos y mentiras, quizá la mejor película de Mike Leigh. Entre ambas, en algunas escenas, consiguen aquello que no siempre logra el director Nick Hurran: extraer alguna chispa de emoción sincera entre tanto teleteatro en pantalla grande.

 

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