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![]() La esquina de Pergamino y Remedios, en Floresta, está revolucionada. Hace un rato, Eligio supo que lo citaban en su casa, perdida desde el 14 de marzo por la ocupación. El hombre subió las escaleras del palacete y despacio, intentó reconocer su vieja historia. �Apenas entré �dice� vi toda la sala tabicada, dividida porque parece que eran un montón los que vivían ahí�. En ese recorrido se asomó al comedor, pero ya no pudo seguir avanzando: �Me sentía tan mal, pero tan mal que me agarré para irme a la calle�. Después hubo tranquilizantes y las ganas, casi como las de un chico, de recibir de ese vigilante que lo acompañaba, las llaves de su casa. Pensó que para eso lo llamaba la Justicia. Pero no fue más que una aproximación. El juez Francisco Ponte convocó también a Beatriz Thines, madre del inquilino. La mujer pudo reconocer muebles, trajes y hasta parte de los libros de su hijo Néstor Juncos, decano de la Facultad de Psicología de la Universidad Atlántica Argentina. Pero también debió volver a su casa. Es que los habitantes de la casa tomada aún tienen, para la ley, la condición de locatarios. Es que poseen un contrato de alquiler, el mismo que ahora muestra Catherina, la chica peruana que vive en la casa con su panza de embarazada. Ese contrato es para ellos un escudo: en principio, no sería más que una copia fraguada, método usual en ocupaciones. Ahora, para no someterse a un nuevo proceso judicial por falsificación de documentos públicos, los ocupantes deben partir de la casa: antes que se dicte la orden de desalojo.
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