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Se sabe que una de las máximas políticas de toda campaña es pasear a los líderes más reconocidos del partido por cada distrito donde esté en juego un voto. Pero en Uruguay decidieron dar vuelta ese mandato. El balance de la campaña electoral para las elecciones municipales y departamentales de mañana es clarísimo en ese sentido: los referentes partidarios tradicionales se quedaron en sus casas, y dejaron el trabajo pesado en el interior del país en manos de los caudillos locales, esos hombres fuertes prácticamente desconocidos fuera de su órbita de acción, pero asombrosamente diestros a la hora de tratar con la gente a la que el �discurso de la capital� le sigue despertando tanta desconfianza como apatía. Basta mirar los números para confirmarlo. El Partido Blanco, que salió tercero en las elecciones nacionales del año pasado, levantó su perfil en el interior del país gracias a la táctica de ausencia del ex presidente y candidato Alberto Lacalle; y la izquierda �excepto en Montevideo, y tal vez en Canelones� está de antemano fuera del juego en los otros 17 departamentos. El motivo: después de lograrlo en Montevideo, Tabaré Vázquez se consolidó como el líder nacional de la izquierda (ahora primera fuerza parlamentaria), pero a la hora de pelear palmo a palmo con la maquinaria caudillista de los partidos tradicionales, los hombres locales de la izquierda corren sin la menor ventaja. Y la única que tienen parece contraproducente: aparecer acompañados por Tabaré fue la excusa perfecta para que blancos y colorados se lanzaran contra �las recetas capitalinas� que la izquierda propone para el interior. De los casi tres millones y medio de uruguayos que viven en el país, poco más de dos millones y medio están habilitados para votar. El grueso de esos votantes �más de la mitad� está concentrado en Montevideo y, en segundo lugar, en Canelones, los únicos departamentos en los que la izquierda tiene posibilidades serias de ganar mañana. A esta altura, las encuestas dan por descontado que Mariano Arana conseguirá la reelección como intendente de la capital con casi el 60 por ciento de los votos, y pronostican una elección peleada en Canelones entre el socialista Angel Spinoglio y el colorado Tabaré Hackenbruch. La importancia numérica y política de alzarse con esos dos departamentos es innegable: supondría a la vez una consolidación y un avance de la alianza Encuentro Progresista-Frente Amplio (EP-FA). Pero ese eventual doble (o simple) triunfo no es suficiente para explicar qué está en juego en estas elecciones locales, las primeras que se realizan en forma independiente de las nacionales. Básicamente porque el resto del país quedaría repartido �como siempre� entre los dos partidos tradicionales de Uruguay, históricamente enemigos, coyunturalmente (ahora) aliados en el gobierno detrás del presidente colorado Jorge Batlle. Según los cálculos y especulaciones electorales, el Partido Nacional (Blanco) ganaría en Paysandú, Maldonado, San José, Flores, Durazno, Cerro Largo, Treinta y Tres, Lavalleja y Tacuarembó. Los colorados se quedarían con Artigas, Salto, Colonia, Florida y Río Negro y, muy probablemente, con Canelones, donde los blancos tendrán que limitarse a verla pasar por el simple hecho de haber puesto a la cabeza de la lista a Julia Pou, la mujer de Lacalle. En Maldonado, el Partido Nacional llegaría al 42 por ciento, con 16 encima del candidato del EP-FA. En Paysandú, donde el año pasado ganó el EP-FA y los blancos tuvieron como único dato memorable haber hecho una de las peores elecciones en su historia, la recuperación blanca es indiscutible: según la consultora Factum, ya tienen casi asegurada la Intendencia con una ventaja de 11 puntos sobre la izquierda. Los analistas uruguayos coinciden en que las elecciones de mañana no cambiarán demasiado el mapa político de la nación porque confirmarán la gran influencia de los aparatos políticos tradicionales en el interior del país, donde la izquierda aún no tiene fuerza ni hombres ni estructura suficientes, y donde el bipartidismo despliega sus últimas estrategiaspara intentar mantenerse vivo. Pero tal vez faltaría agregar que si el cambio radical no se produce mañana es porque ya se produjo en parte cuando la izquierda arrasó en octubre pasado, obligando a blancos y colorados a negociar y cerrar un acuerdo de segunda vuelta para evitar que Tabaré se quedara con la presidencia. Y que estas elecciones, además de demostrar que la izquierda no ha logrado penetrar en el interior del país, son una prueba de adónde van a refugiarse los partidos tradicionales cuando más de un tercio de la población ya no piensa en blanco y colorado. Texto: Florencia Grieco
OVIEDO ASUSTA AL GOBIERNO PARAGUAYO Los llamamientos de Lino Oviedo para derrocar al gobierno paraguayo de Luis González Macchi no son ninguna novedad. Sin embargo, con cada día que pasa, la situación relativa de Oviedo y sus enemigos parece inclinarse hacia el ex golpista. Es por eso que al gobierno paraguayo no debe haber recibido con calma ayer una entrevista a Oviedo publicada en el Folha de Sao Paulo. Allí, Oviedo aseguraba que la policía y el ejército paraguayos sabían adónde estaba pero no deseaban detenerlo. Agregó que estaba en contacto con miembros del gobierno federal brasileño. En Paraguay, estas amenazas coincidieron con una crisis a varios frentes para el gobierno. Por un lado, las organizaciones campesinas parecen estar alzadas luego de que se reprimiera salvajemente la ocupación pacífica de una hacienda. Y en las ciudades los sindicatos públicos se declararon �en pie de guerra� para impedir el plan de privatización de Macchi. Es en este contexto delicado que el presidente Fernando de la Rúa realizará hoy la primera visita de Estado que recibe el gobierno de González Macchi.
MANIFIESTO DE LOS INTELECTUALES Las elecciones presidenciales que se celebrarán el 2 de julio podrían resultar en que el oficialista Partido de la Revolución Institucional (PRI) pierda por primera vez en 71 años. Las últimas encuestas le dan una ventaja de alrededor de cinco puntos al candidato opositor Vicente Fox por sobre el priista Francisco Labastida. Una campaña tan reñida aumenta las posibilidades de un desborde violento luego de las elecciones. Fue para impedirlo que 135 intelectuales mexicanos enviaron una carta abierta a los principales candidatos, que apareció ayer en los principales periódicos.
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