CRIMINALES
La sociedad del ajuste perpetuo cada día deja más excluidos a los costados del camino. Algunos, muchos, encuentran un lugar a través del robo. Un lugar, un protagonismo, no sólo el dinero que hace tiempo perdió la forma del salario. Otros, muchos, se corren unos metros y ocupan los caminos. Son piqueteros, cortan rutas. También encuentran un lugar, la visibilidad que dan las cámaras y los micrófonos. Un lugar, no sólo el consuelo de un plan Trabajar a plazo fijo.
No resulta difícil establecer ese paralelo. Pero resulta increíble descubrir que el Poder les reserva el mismo tratamiento. Hace ya bastante que de la famosa frase de Tony Blair �duro con el delito y duro con las causas del delito� sólo se escucha la primera parte, aunque sea seguramente la segunda la única capaz de obtener algún resultado en la �guerra contra el crimen� que en las fantasías demoníacas del poder reemplazó a la ya olvidada �lucha de clases�.
El discurso oficial, desde los ya lejanos tiempos de Menem, criminaliza a todos los excluidos. Los que roban y matan. Los que cortan rutas. Se les reclama paciencia, se les ofrece represión. El Estado ya no se prepara para reparar injusticias ni rescatar sumergidos. Pero esa opción lleva un futuro en las entrañas: un país donde la pesadilla de un núcleo decente rodeado de centenares de miles de criminales siga viva al despertar. Ese día será demasiado tarde para cambiar.
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