Por Julio Nudler
La nueva consigna del poder aliancista es seamos menos radicales y más desarrollistas. De la Rúa al gobierno, Frondizi al poder. Ante un escenario internacional diferente del esperado, la respuesta política no puede seguir siendo la misma que se imaginó tiempo atrás. Hasta hace dos meses, la prioridad absoluta se llamaba competitividad, y en nombre de ella �y del interés popular� se presionaba a las privatizadas para que bajaran las tarifas de los servicios públicos. Ahora hay otra prioridad más absoluta todavía: que aceleren sus proyectos de inversión. Para conseguirlo habrá que negociar con ellas sin prejuicios, removiendo todos los obstáculos. Pero no sólo con las privatizadas: toda inversión -privada, se entiende�, que esté a punto de caramelo y cuyo broche dependa de una negociación o de una medida administrativa, debería cuajar cuanto antes.
Como si resucitara la combinación de Alsogaray con Frigerio, el equipo económico anuncia nuevas podas en el gasto público, reafirmando la estrategia de ajuste, y mientras tanto quiere azuzar la inversión privada para evitar que la recesión se eternice, o la reactivación sea tan lenta que llegue demasiado tarde. Con el gasto público cayendo, el consumo planchado y las exportaciones subiendo, pero demasiado débiles para oficiar de cuarteador, el único factor potente de la demanda agregada tiene que ser la inversión. Es, por supuesto, una expresión de deseos. Habrá que ver cuál es la predisposición empresaria (y el precio de ésta), y también si este gobierno es capaz de transformar su decisión política en ejecución administrativa.
El equipo de José Luis Machinea acepta tener ante sí tres restricciones contra las cuales no tiene modo de luchar. Una es que no puede aumentar el endeudamiento. A lo sumo mantener el mismo nivel de deuda, convenciendo a los mercados de que financiará el gasto con recursos genuinos, lo que implica alcanzar un superávit primario igual a los servicios de esa deuda. Otra restricción es que la vía tributaria llegó a su límite. Después de la urticaria que provocó la reforma impositiva, y de las ampollas que se levantaron a partir del martes último por el anuncio sobre el anticipo de junio de Ganancias (subiéndolo del 9 al 25 por ciento) y la imposición de los plazos fijos empresarios, en Hacienda borraron la palabra impuesto de su glosario. Queda sólo la variante de volver más eficaz a la AFIP y reducir la evasión, pero la permanencia de Carlos Silvani apaga el entusiasmo. En cuanto a Juan Carlos Gómez Sabaíni, seguirá siendo subsecretario de Política Tributaria pese a haber renunciado tras la lluvia de reproches que cayeron sobre él por sus revelaciones sobre los plazos fijos y las ganancias de capital. Machinea, después de pensarlo un largo rato, rechazó su dimisión, pensando que cometió una �torpeza� sin mala intención y �dicen� para no afectar el espíritu de equipo.
La tercera restricción viene de Estados Unidos, y consiste en una tasa de interés, impuesta por la Reserva Federal, que está dos puntos arriba de la que Economía esperaba. Esto además induce un aumento en la sobretasa que paga la Argentina en concepto de riesgo-país, porque se torna menos solvente como nación deudora. Este encarecimiento de la financiación, que se transmite también a las tasas del crédito interno, contribuye a ralentar la reactivación. Frente a esto, la conducción económica decide cortar otros gastos, pero también mantener abierto el acceso a los mercados. Así, esta semana se hará una nueva colocación de deuda en yenes y euros, aun a costa de aceptar tasas altas.
Economía siente que los tiempos no le convergen: mientras el alza en los precios de las exportaciones mejora las perspectivas a mediano plazo del sector externo, los mercados reaccionan instantáneamente, castigando en el acto cualquier desvío del principio sagrado: el ajuste se hará a través del gasto y no de los impuestos. Por tanto, la única manera de cambiar la historia es detonar los 30 o 40 proyectos de inversión casi maduros que tienen grupos y empresas en sus cartapacios. Habrá un precio que pagar entérminos de competitividad, pero la alternativa, desde esta visión, es quedarse sin el pan y sin la torta. En cuanto al consumo, arrancará cuando el aumento de la inversión (y las mayores exportaciones) derrame su efecto.
La lista de inversiones es variada. Son obras viales que están detenidas por la falta de avales de Hacienda. Son proyectos cuyas cuentas no cierran porque implican la utilización de equipos usados, que se importarían de Europa, y hoy pagan un arancel del 28 por ciento. Son inversiones en telecomunicaciones que llegarán más rápidamente si se adelanta la desregulación. Es la elevación de la cota de Yacyretá, entregándole la energía adicional a la contratista, lo que depende de un acuerdo con Paraguay (hacia donde partió ayer mismo Débora Giorgi, secretaria de Industria). Son 1000 millones de pesos en proyectos que dependen de una renegociación de los peajes, y 5000 millones atados a la redefinición de las concesiones ferroviarias (¡usuarios tiemblen!).
El cambio de rumbo y de énfasis en la política económica deberá ser absorbido y aplicado por áreas propias y ajenas a Economía (Infraestructura y Vivienda, por ejemplo), lo cual tiñe de cierto escepticismo el asunto, a pesar de que Fernando de la Rúa y Carlos Alvarez habrían aprobado en las últimas horas, sin reparos, la nueva vía. Se trata, desde el punto de vista de Machinea, de un planteo adicional al de las políticas activas, que cristalizaron en el modesto paquete procompetitivo lanzado semanas atrás. Aquí la clave no son normas generales, sino sobre todo un regateo cara a cara con los conglomerados, dentro de un contexto en el que no debe haber más lugar para la confusión. Economía se comprometió a que si surgían dificultades fiscales bajaría el gasto en lugar de aumentar los impuestos, y de ahora en adelante cumplirá a rajatabla.
|