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OPINION

La noche del domingo

Por Eduardo Aliverti

En la suposición de que un alienígena aterrizara por estos días en Buenos Aires y observase que un candidato con casi el 35 por ciento de los votos es considerado, casi, un muerto político, no hay la menor duda de que retornaría a su planeta no entendiendo nada.

  Rumbo a su nave de retorno alguien habría intentado explicarle que no podía irse sin ver lo ocurrido la noche del domingo electoral: el hombre de marras demostró ser más extraterrestre que él al lanzarse a una serie de divagues y exabruptos justo cuando más necesitaba una imagen "civilizada", que empalmase el excelente desempeño en las urnas con un espíritu democrático que su pasado niega. De todas maneras, el visitante habría entendido como inconcebible que un discurso alocado y el capricho de querer seguir --eso y nada más que eso-- fuesen vistos a futuro cual tumba irreparable.

  No es --ni de lejos-- la primera ni la última vez que Domingo Cavallo tiene esta clase de arrebatos. Es un absurdo que sus votantes puedan mostrarse ingratamente sorprendidos por eso, y más bien podría pensarse que las características pasionales del ministro menemista estuvieron entre las evaluaciones favorables de quienes lo votaron. Aunque así no fuera, Cavallo tiene todo el tiempo del mundo para "recuperarse". Lo suyo no es el cajón de Herminio, porque dispone de una enorme bancada propia y de seguros requerimientos mediáticos que le permitirán, si es necesario, "angelizar" su figura tanto como fuere menester.

  Cuando el paro de la semana anterior y al calcular el Gobierno un acatamiento del 33 por ciento, la inmensa mayoría de los analistas juzgó que --aun en esa pobre evaluación-- nada menos que más de uno de cada tres trabajadores había respaldado la medida de fuerza, a apenas cinco meses de gestión gubernamental. Caramba: Cavallo es el tipo que simboliza los records históricos de desocupación de este país, tanto como el arraigo de la exclusión social, y resulta que igual lo votó nada menos que más de uno de cada tres ciudadanos que habitan la vidriera del país. Elena Cruz y debate perdido con Ibarra mediante. ¿Esto es un muerto político?

  Tal parece que el desborde emocional adjudicado a Cavallo --con razón-- es el mismo que ganó a quienes creen en el carácter terminal de sus diatribas domingueras. Y que la carencia de debate ideológico profundo en los comicios --otra vez-- lleva a prestarles atención a elementos secundarios, que no son de política sino de politiquería. Lo cierto es que la derecha demostró tener capacidad de recambio y que (sin perjuicio de la buena elección de la izquierda) hace falta algo más que el "irse de mambo" para verla en dificultades.

 

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