En
la suposición de que un alienígena aterrizara por estos días en
Buenos Aires y observase que un candidato con casi el 35 por ciento de
los votos es considerado, casi, un muerto político, no hay la menor
duda de que retornaría a su planeta no entendiendo nada.
Rumbo a su nave de
retorno alguien habría intentado explicarle que no podía irse sin
ver lo ocurrido la noche del domingo electoral: el hombre de marras
demostró ser más extraterrestre que él al lanzarse a una serie de
divagues y exabruptos justo cuando más necesitaba una imagen
"civilizada", que empalmase el excelente desempeño en las
urnas con un espíritu democrático que su pasado niega. De todas
maneras, el visitante habría entendido como inconcebible que un
discurso alocado y el capricho de querer seguir --eso y nada más que
eso-- fuesen vistos a futuro cual tumba irreparable.
No es --ni de lejos--
la primera ni la última vez que Domingo Cavallo tiene esta clase de
arrebatos. Es un absurdo que sus votantes puedan mostrarse
ingratamente sorprendidos por eso, y más bien podría pensarse que
las características pasionales del ministro menemista estuvieron
entre las evaluaciones favorables de quienes lo votaron. Aunque así
no fuera, Cavallo tiene todo el tiempo del mundo para
"recuperarse". Lo suyo no es el cajón de Herminio, porque
dispone de una enorme bancada propia y de seguros requerimientos mediáticos
que le permitirán, si es necesario, "angelizar" su figura
tanto como fuere menester.
Cuando el paro de la
semana anterior y al calcular el Gobierno un acatamiento del 33 por
ciento, la inmensa mayoría de los analistas juzgó que --aun en esa
pobre evaluación-- nada menos que más de uno de cada tres
trabajadores había respaldado la medida de fuerza, a apenas cinco
meses de gestión gubernamental. Caramba: Cavallo es el tipo que
simboliza los records históricos de desocupación de este país,
tanto como el arraigo de la exclusión social, y resulta que igual lo
votó nada menos que más de uno de cada tres ciudadanos que habitan
la vidriera del país. Elena Cruz y debate perdido con Ibarra
mediante. ¿Esto es un muerto político?
Tal parece que el
desborde emocional adjudicado a Cavallo --con razón-- es el mismo que
ganó a quienes creen en el carácter terminal de sus diatribas
domingueras. Y que la carencia de debate ideológico profundo en los
comicios --otra vez-- lleva a prestarles atención a elementos
secundarios, que no son de política sino de politiquería. Lo cierto
es que la derecha demostró tener capacidad de recambio y que (sin
perjuicio de la buena elección de la izquierda) hace falta algo más
que el "irse de mambo" para verla en dificultades. |