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Los
comicios municipales de ayer en Uruguay presentan una incógnita
principal: quién se quedará con la intendencia de Canelones, segunda del
país. Para la izquierda, sería clave sumar este triunfo al seguro de
Montevideo para consolidar su crecimiento. Una victoria colorada señalaría
que la fuerza de los partidos tradicionales sigue siendo determinante. Brecha Los
resultados electorales registrados en el país desde 1985 muestran una
realidad política en la que conviven dos fenómenos que rara vez se
analizan por separado y en su real complejidad: el Encuentro
Progresista-Frente Amplio (EP-FA) ha crecido sostenidamente a nivel
nacional estando en la oposición, pero simultáneamente lo ha hecho también
en Montevideo estando en el gobierno. Crece entonces por un discurso, por
un universo de ideas y propuestas, y también por una práctica, por
realizaciones cuantificables y un estilo de gobierno. Este hecho, por sí
solo, desmiente uno de los argumentos preferidos de muchos dirigentes
blancos y colorados --y también de algunos analistas--, según el cual el
crecimiento electoral de EP-FA se debe esencialmente a su sempiterna prédica
"contra todo". (María Urruzola) El
Observador Montevideo
es el gran baluarte electoral del Encuentro Progresista-Frente Amplio.
Pero en el interior, más que antes. Todas las encuestas coinciden en que
el Partido Nacional ganará en el interior del país un número respetable
de intendencias y se recuperará de su pobre actuación en octubre del año
pasado. Se registra en varios departamentos un inusual trasvasamiento de
votos de un partido tradicional a otro. En algunos casos ha sido para
enfrentar el desafío de la izquierda y, en otros, por simple conveniencia
de los avatares partidarios en el departamento, pero su efecto es ir
habituando a antiguos adversarios a votar juntos por afinidades de
objetivos.(Editorial) La
segunda es la vencida La
República No
hay duda de que a medida que el gobierno y sus geishas van teniendo la
certeza de que cada vez se les hace más difícil coronar con éxito el
fraude electoral, empiezan a ver enemigos por todos lados, en suerte de
conspiración mundial contra el shogunato que nos rige. Ya no son sólo
los apristas, los comunistas, los sindicalistas o los dirigentes
universitarios. Ahora son los norteamericanos, los ingleses, los
franceses, los colombianos y ¡hasta los bancos de inversión! O sea que a
partir de la fecha también los bancos de inversión, como los embajadores
extranjeros, se pasaron a la oposición, por lo que ahora deberán recabar
a su llegada la cartilla de comportamiento expedida por el régimen. (Mauricio
Mulder) Expreso Durante
varios meses, un sector no muy numeroso --pero sí muy activo-- de la
ciudadanía se ha dedicado a justificar su orfandad en varios campos del
proceso electoral con la denuncia permanente de la existencia de una
voluntad primero, y una acción después, de "fraude". Pero el
verdadero fraude estuvo y está en gritar "fraude": en acusar
sin pruebas; en seguir mintiendo y desinformando, bajo pretextos tan
pueriles como el de "guerra sucia" o necesidad de códigos y
tribunales de ética. El verdadero fraude está en reconocer únicamente
lo que les favorece y amenazar con destruir todo si no ganan o logran sus
objetivos. El verdadero fraude es, sin duda, el adulterar la voluntad
popular. (Editorial) La
guerra de los diamantes The
Guardian Primero
lo primero. El gobierno británico estaba en lo correcto al intervenir
militarmente en Sierra Leona. El despliegue de tropas británicas ya
contribuyó a impedir lo que habría sido otro desastre para las
operaciones de mantenimiento de paz de la ONU. El despliegue sirve al
interés nacional británico al respaldar la autoridad de la ONU y los
valores democráticos. Cumple las responsabilidades de Gran Bretaña como
antiguo poder colonial. Antes que nada, una de las naciones más ricas del
planeta tiene el deber de intervenir en una de las más pobres. Quizá al
final cueste sangre además de dinero. Puede doler. Pero es correcto que
Gran Bretaña intente hacer lo que pueda, donde y cuando lo pueda, y
actuando dentro de los límites de su poder y sus intereses propios. (Editorial) The
Times Desde hace tiempo el premier Tony Blair y su canciller Robin Cook han adoptado una postura neoimperialista. Sólo que esta vez llevan consigo el humanitarismo y la democracia en lugar de la Biblia. Gran Bretaña está entrando en Sierra Leona para demostrar que Africa le importa, que "algo debe hacerse". Pronto habrá un ultimátum. Mientras se cargan los fusiles, los críticos serán desestimados como cínicos. De pronto, el país estará involucrado en una guerra que nadie sabe cómo parar y donde nuestros intereses reales son mínimos. Blair sólo está jugando a ser imperialista. Debería recordar que el imperialismo termina en estancamiento, ingratitud y cadáveres. No tenemos nada que hacer en Sierra Leona más que sacar a aquellos ciudadanos británicos que quieren salir. (Simon Jenkins)
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