La
coalición negro-parda en Austria, primera donde un partido de simpatías
filonazis llega al poder en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, ha
cumplido sus primeros 100 días en el poder. En el curso de este
tiempo, muchas cosas se han modificado y otras tantas, aclarado.
Primero, desde una postura de la Unión Europea declarativamente dura,
pero finalmente ineficaz y contraproducente, el péndulo de las
relaciones de poder se inclina ahora hacia Austria, que amenaza con
celebrar un referéndum sobre los modos de participación en la UE si
ésta persiste con sus infantiles desaires públicos a funcionarios
políticos de Viena. En el fondo, es lo que quiere Joerg Haider, líder
del derechista Partido de la Libertad (FPO, por sus iniciales en alemán),
pese a una dimisión en la que nadie cree.
En efecto, el
gobernador de Carintia es mucho menos virulento de lo que parece. Tenía
razón el "cazador de nazis" Simon Wiesenthal cuando afirmó
desde Viena que Haider no era un neonazi, sino un mero líder
populista de derechas. Detrás de los guiños del carintio a las
simpatías filonazis de gran parte de su reaccionario país, lo que
hay es una astuta maniobra a varias bandas para llegar al poder, pero
nada de la dinámica violenta, contra el cuadro de descomposición
general del Estado de derecho, que llevó a Hitler a la Cancillería.
Lo que quiere Haider es nacionalizar austríacos a los inmigrantes que
ya se encuentran legalmente en el país y cerrar el chorro a una
posible inmigración masiva de los países del este europeo, que es lo
que puede ocurrir si la UE se expande demasiado rápidamente. Al mismo
tiempo, pretende bajar un poco la desproporcionada contribución de su
pequeño aunque próspero país al presupuesto de la Unión, un
objetivo que esta última paradójicamente facilita a través de sus
simbólicas "represalias". Esto y poco más es Haider; el
resto no es nada más que una especie de nazi de diseño, asesorado
por Calvin Klein.
Todo lo cual no
significa que no existan razones para la preocupación. Hay dos
problemas potenciales. El primero es que Austria empiece a vetar de
manera permanente las decisiones de sus 14 socios comunitarios,
degradando y finalmente liquidando la Europa del euro. El segundo es más
grave, y es la posibilidad de que el fenómeno Haider tenga una réplica
en Alemania, en cuyo caso pasaríamos del nazi de Disneylandia a algo
mucho más serio. Pero por el momento eso no está pasando, y el
cierre de la crisis de la democristiana CDU por el nuevo liderazgo de
Angela Merkel parece distanciarlo más aún.
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