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Por Fabián Lebenglik La novena edición de la Feria de Galerías de Buenos Aires que se inauguró el jueves último y termina pasado mañana a las 22 es, lejos, la mejor de las que organizó hasta ahora la Fundación Arte Ba, pero desde ayer está de luto por la muerte de la mejor galerista argentina, Ruth Benzacar (ver aparte). Superado el año pasado el tema del espacio, que ahora resultó óptimo en el Pabellón A de la Rural, a los galeristas no les quedó otro camino que concentrar los esfuerzos en la calidad y el montaje de lo que ofrecen. Porque finalmente ésta es la cuestión específica de cualquier feria de arte: se trata de ir a ver las obras y los artistas que los galeristas suponen se van a vender. Y en la Argentina este circuito tan elemental está en construcción porque el mercado de arte contemporáneo es chico, incipiente y caprichoso, ya que todavía depende de unos pocos. Pero es altamente probable que Arte BA, con el tiempo, ayude a generar y consolidar un mercado. La limpieza y sistematización visual del espacio, la amplitud de los pasillos que facilita el recorrido, la contemporaneidad de lo que se exhibe, la pareja elevación del nivel general de las exposiciones, la presencia de muy buenas galerías de Brasil y Chile, entre otras razones, convierten a la edición 2000 en un paseo placentero. Todavía quedan aquellos locatarios que confunden la función de una feria y en vez de hacer una apuesta artística y comercial, sacan a relucir la trastienda, ofreciendo de todo un poco y llenando su espacio de manera confusa. También hay que señalar las diferencias entre las galerías que se presentan en Arte Ba como consecuencia de una gestión abierta y pública durante el año y aquellas que por mejores exposiciones que presenten en Arte Ba, funcionan de manera secreta durante el resto del año, sin espacios abiertos al público o con espacios de acceso muy restringido. Desde la entrada misma la Feria apunta a su consolidación. El gran espacio que oficia de hall da aire suficiente al visitante como para sumergirse en la feria. Y lo primero que se presenta es una suerte de canon argentino. En el acceso se entrega a los visitantes una boleta de votación para que participen de la propuesta �mitad estadística, mitad lúdica�, �Buscando al artista del siglo�, que permite a los asistentes elegir entre veinte artistas previamente seleccionados mediante una encuesta entre más de 200 personalidades de la cultura. Los veinte nombres son: Antonio Berni, Xul Solar, Emilio Petorutti, Lino Spilimbergo, Antonio Seguí, Carlos Alonso, Guillermo Roux, Rómulo Macció, Lola Mora, Fernando Fader, Raúl Soldi, Quinquela Martín, Luis Felipe Noé, Guillermo Kuitca, Florencio Molina Campos, Líbero Badii, Juan Carlos Castagnino, Raquel Forner, Lucio Fontana y Clorindo Testa. De cada uno de ellos se exhibe una obra. Otro sector institucional que ayuda a consolidar un mercado escultórico es el que se destina al �patio� de esculturas, curado por Nelly Perazzo. Allí se exhiben piezas de Claudia Aranovich, Mariana Schapiro, Mary Guallar, Cristina Tomsig, Jorge Gamarra, Susana Lescano, Tulio Romano, Fabio Minotti, Pájaro Gómez, Lidia Galego, Mónica Canzio, Bastón Díaz, Rodolfo Nardi, Eulalia Gentile Munich, Edgardo Madanes, Ana Lizaso y Marcela Gasperi. El paso siguiente, indicado por la disposición de los stands, es visitar los espacios institucionales: gubernamentales, no gubernamentales, fundaciones, bancos, patrocinadores, casas de remate, publicaciones, etc. Tanto la exteriorización de un canon �más o menos obvio� como la presencia institucional funcionan como prólogo y sostén. Entre los espacios institucionales se destaca el de la Generalitat Valenciana �en su tercer año consecutivo� que propone un resumen de las exposiciones que por estos mismos días organiza en Buenos Aires: Equipo Límite (integrado por Carmen Roig y Esperanza Casa), Anzo, Joan Cardells, Angeles Marco y Rosa Torres. Las obras de estos artistas se pueden ver en extenso en el Centro Cultural Recoleta (Equipo Límite), El Museo de Arte Moderno (Angeles Marco) y el Museo Nacional de Bellas Artes (Anzo, Joan Cardells y Santiago Calatrava). El espacio institucional que resulta más contradictorio es el dedicado al artista invitado. La buena idea de destacar una obra y una trayectoria �lo cual suena, a priori, como una invitación al despliegue, en este caso de la pintura de Carlos Gorriarena� resulta exigua por el espacio diminuto que se ofrece. No es posible tomar distancia para apreciar los cuadros y cuando hay más de cinco personas se hace difícil la circulación. Junto con la novena edición de Arte BA, en esta oportunidad también se instituye la primera Feria de galerías de arte del Mercosur, con la participación de galerías de Brasil, Uruguay, Paraguay, Chile y Bolivia, para incentivar un mercado de arte unificado. En este capítulo se destacan las galerías de Brasil, divididas entre las más conservadoras, que eligen mostrar arte moderno, como Paulo Kuczynski (con obra de Volpi, Di Cavalcanti o Segall) y las que se juegan por el arte contemporáneo, como Luisa Strina (Tunga, Antonio Dias, Adriano Pedrosa, Cildo Meireles, Dora Longo Bahia) y Thomas Cohn (Leonilson, Daniel Senise, Waltercio Caldas, Raquel Garbelotti, Mira Schendell, Meireles y los argentinos Julián Trigo y Daniel Scheimberg). También la galería Isabel Aninat, de Chile, acierta. Una de las sorpresas de la feria es la calidad y el impacto de la nueva galería argentina Luisa Pedrouzo (cuya sede está en Palermo Viejo), que con un montaje impecable exhibe obras de Daniel Ontiveros, Marcela Astorga, Cristina Piffer y el fotógrafo Res. La otra galería de Palermo Viejo, Gara, también sorprende gratamente, con trabajos de Marina de Caro (obra textil) y fotos de Raúl Flores y Fabiana Barreda. Ruth Benzacar este año había decidido dividir las aguas y presentarse en dos espacios diferenciados: por una parte el sector dedicado a los consagrados, con obras de Bedel, Benedit, Berni, Distéfano, Polesello, Puente y Pablo Suárez. Por la otra, una sección de artistas jóvenes: Nicola Costantino, Rosana Fuertes, Daniel García, Sebastián Gordín, Diego Gravinese, Miguel Harte, Marcelo Pombo y Pablo Siquier. La galería Van Riel se juega nuevamente por Alejandro Corujeira, que, partiendo de una concepción constructiva, se liberó de esas pautas hacia una obra íntima, poética y sutil, que no funciona por el impacto de la primera mirada sino por las resonancias posteriores de una obra de cámara. La Fundación Klemm ofrece obras de Remo Bianchedi, Wende, Juan José Cambre, Carolina Antoniadis y Marcelo Torretta. Del Infinito también continúa su apuesta por las pinturas de Juan Andrés Videla y ahora incorpora las esculturas de María Causa. Alvaro Castagnino está presente de dos maneras: con su nombre (bajo el cual alguna vez funcionó una galería), en un stand en el que nuevamente muestra a León Ferrari, Pájaro Gómez y Nora Correas; y también está presente con el espacio que gestiona desde hace más de cinco años, Filo, en donde exhibe obras de Fernando Fazzolari y Marino Santamaría. También se destaca el espacio de Jorge Mara (que no tiene una galería abierta durante el resto del año) y exhibe obras de Fernando Allievi (un dibujante exquisito que a veces resulta excedido por su propio virtuosismo), Simon Edmonson, Adolfo Estrada, Rosa Mercedes González, Alfredo Hlito e Isabel de Laborde. Dos de los espacios destacables del interior del país, la galería Via Margutta, de Córdoba, y el Centro Cultural Alberto Rougés, de Tucumán,muestran, respectivamente, pinturas de Raúl Díaz (Via Margutta) y pinturas de Víctor Quiroga y esculturas de Guillermo Rodríguez (Centro Rouges). En esta edición, además, están mejor exhibidos los premios de pintura, grabado y fotografía, organizados por diferentes bancos oficiales, empresas, el Fondo Nacional de las Artes y la Fundación Arte Ba. (Hoy, mañana y el jueves, de 14 a 22, en el Pabellón A de la Rural �por avenida Sarmiento�; entrada general: $6, jubilados y estudiantes: $3, menores de 10 años: gratis.)
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