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el Kiosco de Página/12

Milagros
Por Rodrigo Fresán

UNO  Hay que reconocerle a Juan Pablo II la formidable voluntad �en los últimos tiempos y en lo que se presume son sus últimos días en este valle de lágrimas� de haberse convertido en un hombre con un envidiable sentido del espectáculo y de la diversión. Me apresuro a aclarar que esto es un elogio al Papa �apenas enturbiado por su férrea voluntad de beatificador serial y canonizador compulsivo, y su inquietante propensión a ascender a las cumbres eclesiásticas a los elementos más ultraconservadores� y que yo no puedo sino agradecerle las alegrías que me viene dando por más que no entienda mucho de lo que dice. El año pasado �por esas cuestiones milenaristas� Juan Pablo II nos iluminó con sus consideraciones cosmomísticas sobre la ubicación física del cielo, el infierno y sus alrededores tal vez previniendo la llegada del tan de moda entonces fin del mundo y no fuera a ser que nos confundiéramos a la hora de ubicar nuestros espíritus inmortales. Ahora �la alegría continúa� nos llega por fin la develación del tercer secreto de Fátima. Parece que la virgen les había hablado a los tres pastorcillos �luego de dulcemente comunicarles a dos de ellos que fueran preparando ataúdes� que se venía el comunismo en Rusia, la Segunda Guerra Mundial en Europa, un cisma en la Iglesia y, por eso, un merecido Apocalipsis siempre tan práctico a la hora de asustar a los fieles. Esto era lo que se sabía y a lo que ahora se viene a sumar el dato extra de que la Virgen advirtió a los tres pastorcillos que alguien atentaría contra �un obispo vestido de blanco� que �cae a tierra como muerto bajo los disparos de arma de fuego�. Dicho y hecho y ahora Juan Pablo II afirma que el entonces haberse salvado por milagro �13 de mayo de 1981� no pudo sino ser un milagro. Lo que nos lleva a lo que nos interesa aquí: ¿por qué será que los milagros son siempre tan defectuosas, tan a medias? Los efectos de una bala que bien podría haberse convertido en flor o paloma en el físico del Papa están a la vista y si hay un milagro es que Juan Pablo II todavía tenga fuerza y ánimo para pensar en estas cosas y obligarnos a pensar en ellas en ese idioma tan extraño y papal que habla.
DOS  Hay algo de admirable en esto del Papa hablando de milagros en una época de milagros. Un estudiante de Manila llamado Onel de Guzmán demuestra poseer poderes dignos de Jehová a la hora de destruir desde el teclado ese otro mundo que está en éste �Internet, La Red, El Más Acá� lanzando al espacio el virus de un mensaje amoroso: I LOVE YOU. El otro día vi su foto junto a su hermana Irene. Los dos con anteojos oscuros bien Matrix y diferentes y parecidos a los también hermanos Johnny y Luther Htoo, gemelos de doce años jefes del comando guerrillero Ejército de Dios y, dicen, invulnerables a las balas. Mientras tanto, en laboratorios parecidos al paraíso, científicos implacables terminan de descifrar �como si se tratara de otro secreto de Fátima� el mapa genético que, dentro de unos pocos segundos, les permitirá dominar los misterios de la vida y de la muerte y, quién sabe, acercarnos más al domicilio de Dios y, si éste estuviera vacío, alquilarlo para ocupar su sitio a su imagen y semejanza. Entre los ítem a los que deberá enfrentarse el próximo presidente de Estados Unidos �lo leí hace poco con un escalofrío de esos que te provocan una risita cuya polaridad no queda muy clara� estará la redacción de una ley de clonación y la puesta en marcha de un mapa de esa galaxia tan lejana a la que no puede llegar el Hubble y tan cercana que la tocamos todos los días con la yema de nuestros dedos: La Nebulosa Informática alrededor de la cual ya gira todo y el que no gire se va aquedar afuera del juego. Todos seremos Lázaros, todos viviremos así en la tierra como en el cielo y el mago David Copperfield ya está haciendo todo lo milagroso que se cuenta en el Nuevo Testamento. Y cobra entrada e intenta convencernos �nadie es tan poderoso después de todo� de que estuvo de novio con Claudia Schiffer y que se querían mucho. No importa. Cuestiones terrenas tan parecidas a lo que alguna vez se consideraron imposibles o, si se prefiere, obra y gracia divina: milagros.
De ahí que ahora, las revelaciones papales tengan algo de efecto especial viejo de película de ciencia-ficción antigua. Se les ven los hilos, se nota que son maquetas y tienen poco para asombrar a un público -porque los milagros son, también, formas espectaculares y espectáculos de lo religioso� que se conformaría con poco pero bueno o, por lo menos, con la largamente esperada confirmación a la sospecha de que Michael Jackson no puede sino ser el Anticristo. 
O tal vez está bien que los milagros sigan siendo así. Imperfectos y poco generosos como el que le toca a George Bailey al final de ¡Qué bello es vivir! �gran película milagrera� que le alcanza para no ir a la cárcel pero no para salir de ese pueblucho que es Bedford Falls. Poca cosa que siempre deja con ganas de más. La súbita y visible presencia de algo en lo que se cree a ciegas. Avistamientos de Sujetos Voladores No Identificados dispuestos a una magia antigua seguros hasta el día del Juicio Final de que �ante el implacable y total avance de la ciencia� los milagros tienen que ser primitivos, parciales y, paradójicamente, casi humanos para que nos sigan impresionando y nos despierten dudas y nos conviertan a todos en crédulos y bien dispuestos pastorcillos. 

REP

 

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