MUERTOS Y EVACUADOS POR la tormenta EN CAPITAL Y EL CONURBANO
Paisaje después del temporal
Tres muertos, 25 mil evacuados en Buenos Aires, más de 120 árboles arrancados en la Capital, derrumbes, autos destruidos: el temporal dejó un panorama desolador. Las marcas de la lluvia en mayo fueron las más altas en un siglo.
Las calles se anegaron de vereda a vereda y hubo gente que se aventuró a caminar con el agua a la cintura. Ramas y árboles enteros cayeron cortando calles y destruyendo autos. El viento sopló impiadoso y el río se pareció más a un mar embravecido. Andar por la calle fue una aventura que pudo terminar en tragedia. Pero muchos ni siquiera pudieron quedarse en su casa, apremiados por la inundación. Ese fue el paisaje de una Buenos Aires �ciudad y conurbano� devastada por el temporal que empezó a la madrugada y anoche no había terminado. El saldo fue dramático: dos chicos aplastados por un árbol, en Rosario, y un hombre electrocutado en el Dock Sud; más de 25 mil evacuados en la provincia de Buenos Aires, 560 mil personas sin luz, más de 120 árboles arrancados de cuajo sólo en la ciudad de Buenos Aires, por ráfagas de 100 kilómetros por hora; derrumbes de edificios y marquesinas. En un día cayó más agua que el promedio para todo el mes, y el Río de la Plata creció un metro por encima de su nivel crítico. El gobierno porteño recomendó a los habitantes de la ciudad �no salir de sus hogares, salvo en caso de necesidad extrema�, en tanto que el gobernador Carlos Ruckauf declaró el �estado de emergencia� en toda la provincia de Buenos Aires. El riesgo continuará hoy: el Servicio de Hidrología Naval impartió un alerta hidrológico en toda la costa rioplatense.
La ministra de Desarrollo Social, Graciela Fernández Meijide, calificó la situación como �grave�. �Hemos entregado mercadería a las localidades más cercanas. Coordinamos la ayuda con la provincia para no superponernos y estamos llegando directamente a los lugares que lo necesitan�, agregó.
La ciudad y sus alrededores amanecieron bajo el agua, en medio de una intensa lluvia que se había iniciado a la madrugada, que castigó durante toda la mañana y que a las 17 había sumado 110 milímetros, cuando el promedio para todo el mes de mayo es de 85 milímetros. La cifra alcanzó para batir el record de lluvias en un mes, desde 1861 (ver nota aparte). Buenos Aires se convirtió pronto en una trampa para automovilistas y peatones. Pero la peor parte fue para quienes viven más allá del Riachuelo y la General Paz: los partidos más afectados fueron Quilmes, La Matanza, Moreno, José C. Paz, Berazategui, Florencio Varela, Tigre, Malvinas Argentinas y San Miguel (ver página 4).
A media mañana, la ciudad ya mostraba el cuadro desolador de una batalla contra un enemigo invisible: gruesos troncos de árboles arrancados de raíz habían caído sobre autos, estacionados o no, y obstruido el tránsito. Fue casi imposible llevar la cuenta: el gobierno porteño estimó en más de 120 la cantidad de árboles caídos por efecto del viento.
La tragedia sobrevoló la ciudad en cada una de esas caídas y en el derrumbe de un viejo techo en el Café de Los Angelitos, que no soportó el agua acumulada y se desmoronó. Por milagro, se salvaron el sereno y dos vagabundos que habitan el lugar. Algo de milagroso hubo también en la caída de una marquesina de cemento en el Hotel Panamericano, frente al Obelisco. La mole aplastó a un taxi que pasaba por el lugar y lastimó al chofer y a su pasajera. Pudo ser peor.
Los lagos de Palermo desbordaron al punto que el Parque Tres de Febrero parecía una inmensa laguna donde los patos �los únicos privilegiados� navegaban a sus anchas. Pero el paisaje no era diferente en las calles, especialmente en las avenidas del Libertador y Figueroa Alcorta, desde Palermo hasta Núñez. Juan B. Justo, otra vez, fue intransitable a la altura de Camargo, y en La Boca volvió a inundarse la calle Necochea.
A la lluvia se agregó después la sudestada. El Río de la Plata, embravecido, había crecido a las 20 a 3,65 metros, cuando su altura normal oscila entre 1,20 y 1,60, y su punto crítico es por encima de los 2,70. La marca se ubica �entre las cinco más altas del siglo XX�, dijo el jefe de Gobierno porteño, Enrique Olivera. �Si no se hubieran realizado las obras hidráulicas en la Boca, con esta sudestada hubiéramos tenido 2000 evacuados�, destacó el funcionario.
Como una paradoja de la Buenos Aires del siglo XXI, esta vez no fue la Boca la que se inundó �como recuerda el célebre cantito futbolero� sino el barrio vecino a la cancha de River. Como consecuencia de la crecida, el arroyo Vega �que corre bajo Belgrano y Núñez� no alcanzaba a escurrir, lo que convertía a la zona de Libertador y Udaondo en un lago artificial.
Olivera se instaló a la tarde en la sede de Defensa Civil y desde allí siguió todo el operativo de emergencia. Hubo confusión en cuanto a la cantidad de evacuados en la ciudad. Desde la Secretaría de Promoción Social se informó que hubo más de 500 en ocho villas del sur porteño y en el ex Padelai. Poco después, Olivera aseguró que los evacuados eran sólo 40.
La caída de árboles produjo demoras en los servicios de los ex Ferrocarriles Roca y Mitre. El Premetro no funcionó y el Aeroparque porteño estuvo paralizado durante parte de la mañana. Hubo embotellamientos en los accesos a la ciudad y choques en cadena en la General Paz y en la Autopista 25 de Mayo.
El temporal se hizo sentir en los tribunales de Comodoro Py, en Retiro. Primero se cortó la luz y luego el viento destrozó los ventanales del sexto y el octavo piso. Los despachos de algunos jueces federales quedaron inundados. No hubo clases en 20 escuelas porteñas y la Facultad de Arquitectura, en la Ciudad Universitaria, fue desalojada preventivamente ayer a la tarde, por su cercanía al río.
Al mediodía, el Gobierno recomendó, a través de un comunicado, �evitar circular por calles anegadas y no manipular artefactos eléctricos húmedos�. Y, algo apocalíptico, exhortó a �no salir de sus hogares salvo en casos de necesidad extrema�. Por la tarde, Olivera aclaró que las clases no se suspenden hoy, aunque el funcionamiento de cada escuela dependerá de la decisión de sus directores.
Derrumbe en un cafe historico
Angelitos entre escombros
�Eran las siete y media. Agarré la pava para calentar unos mates, la puse al fuego, sentí un crujido y después una explosión terrorífica.� Francisco, de 81 años, pegó un salto inimaginable para su endeblez física, que le permitió esquivar el alud de fierros y piedras que se le venía encima. El techo del histórico Café de los Angelitos se había desmoronado después de acumular agua durante toda la noche. Don Francisco, Orlando, sereno del lugar, y Marcelo, lograron salvarse de milagro. Durante la mañana, una cuadrilla de obreros del gobierno porteño apuntalaba las paredes externas mientras el director general de Descentralización de la comuna, Andrés Borthagaray, analizaba si técnicamente era posible rescatar el solar frecuentado por Gardel y Discépolo o si terminaría de caer bajo la picota de sus 110 años. Entre tanto, hasta que finalice la tormenta y se despeje la incógnita, la esquina de Rincón y Rivadavia quedó cercada y con dos agentes de custodia.
El Café de los Angelitos, durante décadas refugio de celebridades como Enrique Santos Discépolo y Carlos Gardel, cerró sus puertas por problemas financieros y a partir de entonces se desató una pulseada entre quienes impulsaban su conservación y la burocracia: un proyecto del diputado socialista Alfredo Bravo proponía declararlo monumento histórico, pero el trámite no llegó a tiempo, o el tiempo se le vino encima: ayer, a las 7.30, prácticamente todo el techo del café se desmoronó.
A pocos metros, bajo el sector que aún no quedó destruido, dormían dos homeless: don Francisco y un peruano de nombre Marcelo. En su cuartito de la terraza, el sereno Orlando dormitaba a las 6.30 cuando oyó unos �ruidos raros�. �Me asomé y vi el techo: era una pileta enorme�, dijo Orlando a Página/12. �A las 7.30 escuché una terrible explosión y salí corriendo. Tuve suerte de que no se cayera todo y de no estar ahí abajo.�
�Después de la explosión �aseguró Francisco�, pude ver los edificios de alrededor. Ahí me di cuenta de que se había caído el techo.� Ahora, la Comuna deberá decidir sobre el futuro de lo que queda.
UNA RECORRIDA POR BUENOS AIRES BAJO EL AGUA
Aprendiendo a esquivar las ramas
Por Horacio Cecchi
�¿Querés saber qué es esto, papito? �preguntó José Luis Narmona, detrás del mostrador del almacén y mercadito El Trébol�. Es la locura más grande que tenemos en Palermo. Es el caos, papito. Mientras preguntaba y respondía, Narmona seguía con la vista el trazo de la gruesa manguera amarilla de la bomba de desagote, que serpenteaba desde el interior de su local, cruzaba la puerta de calle, y se perdía sobre la vereda de Humboldt. Narmona, como el resto de los comerciantes instalados en los alrededores de Pacífico, mantuvo las puertas de su local cerradas hasta pasado el mediodía, cuando las aguas embravecidas de Juan B. Justo y Santa Fe se aquietaron. A pocas cuadras de allí, decenas de árboles demolidos por el viento dejaban de los bosques de Palermo una imagen astillada, semejante a la que deja un paseo por los talares misioneros.
Junto a Narmona, apoyado con resignación contra una pila de paquetes de fideos moñito, Orlando, contratista de la obra de la esquina de Humboldt y Santa Fe, aseguraba: �Ochenta centímetros de agua tengo en la obra�, y con su mano representaba la profundidad. �Yo estoy acá desde el �68 �acotó el fiambrero�, y las inundaciones que están pasando ahora no tienen nombre. Seis en lo que va del año. Cuatro en un mes. La peor fue la última, la del 1º de mayo�, recordó memorioso, �Sí. La del 1º me inundó el pozo de la obra�, agregó el contratista, y siguió apoyado contra los fideos moñito porque la mano ya no alcanzaba para representar los 4 metros de agua que derrumbaron veredas y muros de contención de la obra.
Muy cerca de El Trébol, en el kiosco Julio, Lorena enumeraba las transgresiones del agua dentro de su local y de los de sus vecinos. �Teníamos 15 centímetros de agua adentro�, y con un dedo señalaba los dos escalones que supuestamente protegían al kiosco de la crecida. �Siempre pasa. Y desde que se hizo el arreglo del Maldonado, que nos tuvo siete meses varados, pasa más seguido.� �Acá es de terror�. Lorena y su hermana Mercedes no llevan la cuenta del calendario con días o meses. �Hace dos inundaciones que se nos mete el agua, y los colectivos de la línea 21 siguen haciendo olas.� El kiosco Julio estuvo cerrado hasta el mediodía: Mercedes, que tomaba el primer turno, a las 8, sólo pudo bajar del tren en Pacífico, pero no pudo salir de la estación: el agua llegaba a la cintura.
Julián, dueño de la carnicería La Santísima, y Franco, el verdulero de al lado, no llegaron a levantar las persianas. Desistieron después de medir profundidades. Muy cerca, el lago del Rosedal había estirado sus fronteras sobre la calzada, hasta el borde mismo del Museo Sívori. Sobre el agua, flotaban botellas de plástico no degradable junto a trozos de árboles degradados a astillas por el viento. Desde Plaza Francia hasta llegar a los muros del Hipódromo, las avenidas Del Libertador y Figueroa Alcorta eran, sencillamente, un tendal de árboles caídos. Sobre la vereda del Club de los Amigos, en Alcorta y Sarmiento, tres inmensos troncos chocaban sus copas sobre el pavimento. Uno de ellos se las arregló para tapar el tránsito de la avenida, aplastando a un Polo blanco.
Ayer, a la hora pico del regreso a los hogares, Libertador a la altura del barrio de Núñez estaba desolada. Medio metro de agua cubriendo la calzada era justificativo suficiente. A esa hora, como una vuelta mordaz del destino, frente al club Obras Sanitarias se había acumulado un metro y medio de correntada. Sobre la esquina de Manuela Pedraza, un equipo de buzos de la Policía Federal, munido de patas de rana y un gomón, se dedicaban a sacar desprevenidos que flotaban dentro de sus autos a la deriva.
Lluvia record |
El agua caída en la Capital Federal y el conurbano bonaerense en lo que va del mes de mayo superó los 336,2 milímetros registrados en mayo de 1985 y batió el record histórico. Hace 139 años que no se daba una cifra así. En los registros del Servicio Meteorológico Nacional que datan del año 1861, no hay un mes que supere los 337,4 milímetros caídos desde el 1º de mayo. Carlos Martínez, pronosticador de turno de SMN, explicó a este diario que �las precipitaciones, cruzadas con la dirección sudeste del viento fuerte y sobre todo persistente, tienen un efecto caótico. Una combinación de lluvia y viento que provoca la creciente de las aguas�.
Para terminar con las fuertes lluvias, �debe ocurrir que el sistema de baja presión se mueva hacia el Océano Atlántico, ya que ahora está ubicado sobre el Uruguay�. Desde el sábado último hasta ayer a la tarde cayeron 206,1 milímetros de lluvia, que continuarán, en forma más débil e irregular hasta el viernes próximo y también persistirá el viento por al menos otros tres días. |
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