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EN ORAN EL OFICIALISMO TRATA DE APROPIARSE DE LA PROTESTA SOCIAL 
Cuando los piqueteros le dicen no al PJ 

El nuevo corte de ruta es protagonizado por desocupados. Pero dirigentes del peronismo local, incluido un ex diputado provincial, tratan de liderarlos y conducir el conflicto. Al cierre de esta edición intentaban levantar el corte contra la voluntad de los manifestantes.

Los piqueteros con sus hijos. Son alrededor de 700, casi no tienen comida se mantienen a mate cocido y caña de azúcar.


Por Felipe Yapur
Desde Orán, Salta

t.gif (862 bytes) Son unas 700 personas. En muchas de ellas se pueden ver las marcas del cansancio, de la crisis, de la desesperanza, del hambre y, por supuesto, de la desocupación. Desde el lunes a la noche se largaron hasta la ruta nacional 50, que pasa por Orán y llega hasta Bolivia, para cortarla porque, como dicen muchos de ellos, �estamos cansados de que nos usen y de tener que salir a mendigar porque no tenemos trabajo�. Sin embargo, pareciera que están en riesgo de que se aprovechen de ellos. Los que negocian en nombre de los desocupados son punteros del PJ, el partido que gobierna Salta, y están apurados por aceptar del gobierno provincial los puestos de trabajo que les otorgarían el ingenio Tabacal y una empresa constructora, más un compromiso de conseguir 400 puestos Trabajar de la Nación. Entre los piqueteros hay mucha desconfianza y, conforme avanza la hora, crece el descontento. A pocos metros la policía local los vigila rigurosamente en la enésima versión de la guerra de pobres contra pobres.
Nadie duda en Orán de que la gente que corta la ruta lo hace por necesidad. Pero los propios piqueteros sospechan de la presencia de los punteros del PJ vernáculo. Su presencia entre los negociadores hace pensar que están ahí para demostrar que la administración de Juan Carlos Romero responde con rapidez. De paso le arrancan al gobierno nacional más planes Trabajar. Por eso, a pesar del levantamiento que anuncian los negociadores, la gente quiere seguir cortando la ruta.
Marcelo Astún es uno de los representantes de los desocupados ante las autoridades del gobierno salteño. Le dijo a Página/12 que lo hace por solidaridad con los pobres, �porque no tengo necesidades�. Y es posible que así sea ya que hasta hace un par de meses fue funcionario de Romero y antes fue diputado provincial, aunque de ese cargo no le gusta hablar. Será porque tuvo que renunciar cuando lo acusaron de robar un par de cheques que correspondían al Plan Social Educativo. Astún es optimista: asegura que el corte se levantará porque los manifestantes consiguieron todo lo que pedían.
�Ya tenemos todo. El ingenio Tabacal tomará gente para trabajos de canalización y una empresa que debe construir unos puentes tomará otros tantos. En total serán unas 300 personas que cobrarán 300 pesos más cargas sociales. Es fantástico porque además nos llegarán 400 planes Trabajar, aunque me parece que no utilizaremos todos �responde Astún.
�¿Cómo se entiende que un dirigente del PJ como usted, sea el que lleve adelante las negociaciones, no deberían ser los propios desocupados? -repreguntó este diario.
�Esteee. Bueno, la verdad es que yo me gané la confianza de la gente y, si todo sale mal, el costo político lo pago yo �dijo Astún y comenzó a toser de forma intempestiva. Poco después reconocerá que le gustaría volver a ser diputado y, si las encuestas lo ayudan, se candidateará en el 2001.
Dos datos para tener en cuenta. El ingenio Tabacal acaba de despedir 150 empleados y la empresa que no recuerda el nombre del ocupado representante de los desocupados, no comenzó ni siquiera a trabajar aún, según reconoció el concejal por la Alianza local, Marcelo Bernad, quien se sorprende por las promesas del gobierno de Romero. �Es extraño lo que dice Astún -advierte Bernad�, porque yo presencié la negociación y no hay nada concreto, ni la Nación confirmó los supuestos planes Trabajar que dicen que llegarán�.
A pesar de todo, de las dudas sobre los delegados y el frío de la noche que comienza, los desocupados siguen esperando una respuesta de la mesa de negociaciones. Algunos preparan mate cocido, los más jóvenes se internan entre los cañaverales para elegir la mejor caña para disfrutar, como ellosdicen, del chicle de los pobres y así reprimir el hambre por un rato masticando la caña de azúcar. Otros, en tanto, discuten la situación que vive Orán. Se amargan cuando hablan de las quintas frutihortícolas porque ya no los convocan para trabajar: �Los patrones prefieren a los bolivianos porque cobran la mitad que nosotros y trabajan entre 10 y 12 horas�, dice Ramón, un desocupado con seis hijos en edad escolar y que cuando trabajaba en las quintas cobraba 10 pesos por jornada.
Son las diez de la noche y los delegados no regresan de la municipalidad, donde se realizan las negociaciones. Algunos proponen cortar un camino vecinal por donde los camiones están burlando el corte, otros quieren ir hasta la municipalidad y quemar el edificio �como hicieron los compañeros de Mosconi�, grita uno sin conseguir, por ahora, muchos adeptos. De repente llegan dos hombres de General Mosconi, vienen para advertir sobre posibles engaños. Son recibidos como héroes, los vitorean.
A esa hora hay mucha gente, pero la mayoría son mujeres, muchas con sus criaturas. Otras prefieren hacerse una escapada hasta sus casas para cocinar unas papas fritas y conformar el estómago de la prole y retornan al corte: �A mí esto antes no me gustaba, pero ahora vengo porque la situación que vivimos es desesperante�, confiesa Rosario, de 30 años y cuatro hijos, mientras se cubre con una colcha vieja para una larga noche de vigilia. Ahora la ruta 50 se sumó a la 34, ambas cobijan a los desocupados.


Dos mujeres al borde de la ruta

Gladys, ama de casa

Gladys Cabrera tiene 42 años y 6 hijos que criar. Su marido, un electricista desocupado, está apoyado sobre su bicicleta a la vera de la ruta, conversa con otros hombres mientras ella espera que otros prendan fuego para calentar agua y hacer mate cocido. �Soy ama de casa y lavo ropa para afuera. Pero ni eso alcanza, me pagan 1,5 pesos por una docena de prendas. ¿Me quiere decir cómo hago para alimentar a mis hijos?�, dice a Página/12 mientras seca unas molestas lágrimas que comenzaron a salir de sus ojos.
�Ya no podemos más, señor, mi marido se la rebusca haciendo changas y, cuando le va bien, trae dos pesos a la casa�, grita Gladys mientras unas vecinas que la acompañan asienten con la cabeza. Las historias de ellas son similares.
�Mire, aquí ningún partido trae soluciones. Todos nos buscan para las elecciones, nos traen bolsones de comida. Y la gente los vota porque está muerta de hambre. Prometen comedores, pero ni las escuelas los tienen porque el gobierno no les manda dinero. Pero como la gente tiene miedo de quedarse sin lo poco que les dan, los votan. Por eso ganó Romero y por eso tenemos que cortar la ruta. ¿Entiende?�, asegura ya sin lágrimas en los ojos. 

Susana, hace changas

La mujer es menudita, de baja estatura, callada, sus ropas están muy usadas y sus zapatillas ya no resisten una caminata más. Pero ella permanece parada a la par de la barricada que armaron sobre la ruta nacional 50. �No nos moveremos hasta que no tengamos trabajo. ¿Cómo cree que puedo volver a mi casa y decirles a mis hijos que no conseguí nada?, dice Susana Severich a Página/12.
Los hijos de Susana son ocho, el mayor tiene 17 y la menor apenas un año. Ella cumplió hace poco 32 y su marido la abandonó hace unos seis meses. �Me la rebusco haciendo changas. A veces saco 5 pesos pero no me alcanza, tengo que darles de comer a ocho, mandarlos a la escuela y ya no puedo, no puedo, no puedo más�, asegura mientras se aferra a un pedazo de caña de azúcar. 
�Estoy cansada �continúa Susana�. Todos los días tengo que ir a la municipalidad, hacer una larguísima cola y rogar que me den un bolsón de comida. A dos de mis hijos los dejé de mandar a la escuela porque no tienen qué ponerse en los pies. Yo no quiero que vayan a dar lástima. Sé que si tuviera un trabajo como la gente la cosa sería distinta.� La historia de Susana se repite a cada paso, cada mujer u hombre que corta la ruta 50 tiene una historia de marginalidad y pobreza similar.

 

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