Por Martín Granovsky
La despedida que tuvo ayer Ricardo Lagos en Chile indica cuánto le interesa firmar aquí con Fernando de la Rúa una cláusula de compromiso democrático: la derecha no quiso reunirse con él porque retó a los comandantes de las Fuerzas Armadas y la Fundación Pinochet le dijo en tono doctoral que �no queda bien mandar mensajes por la radio a sus subalternos�.
La cláusula será uno de los documentos que acordarán De la Rúa y Lagos, quien llegó anoche a la Argentina para su primera visita de Estado al exterior. Para Chile, será una forma de enviar un mensaje más a las Fuerzas Armadas. Como decirles que en el Cono Sur no hay espacio para involucionar, y amenazarlos de hecho con que, si lo hacen, se expondrán al aislamiento. El documento también mencionará la equidad social como un valor compartido entre ambos presidentes, aunque no está claro si en este caso el gobierno argentino la puso para obligarse a sí mismo a resolver las crisis sociales del interior sin necesidad de piquetes y gomas quemadas.
En los discursos y las conversaciones privadas de hoy y mañana quedará un concepto, el de �sociedad estratégica�.
�¿Esto significa que la Argentina se asocia a Chile y deja a un costado el Mercosur? �preguntó Página/12 a un alto funcionario de la Cancillería.
�No, y tampoco dejamos de lado a Brasil. Significa que coincidimos en la intención de que Chile se incorpore al Mercosur, en que se profundice la integración física, en que se sigan eliminando trabas en la frontera y en que nos comprometamos con la democracia. Somos socios, pero eso no quiere decir que esa relación sea mejor que la otra.
�¿Qué busca la Argentina con esa sociedad?
�Lo mismo que buscamos con el Mercosur: que en este mundo complicado seamos menos vulnerables.
Ser menos vulnerable es, de paso, el principal objetivo interno de Lagos, el primer presidente socialista que asume en Chile desde que Salvador Allende se hizo cargo de la presidencia en 1970. Para conseguirlo, Lagos parece haber elegido un tono duro y frontal en el trato con los militares. El lunes, los comandantes almorzaron juntos, pero además filtraron que las Fuerzas Armadas estaban unidas. �No hacía falta demostrarlo�, dijo Lagos el martes. �Todo el mundo sabe que las Fuerzas Armadas están juntas obedeciendo al Presidente.� Fue ese reto el que fastidió al general Luis Cortés Villa, director ejecutivo de la Fundación Pinochet. Recomendó a Lagos abandonar una presunta soberbia, y dijo que �cuando uno es mal genio debe contar más allá de diez�.
Lagos también había declarado que los partidos de derecha, la Unión Demócrata Independiente y Renovación Nacional, estaban tratando de influir sobre la Justicia para que Augusto Pinochet consiguiera no ser procesado. Esa declaración, más el reto, hizo que ayer la derecha dejara plantado al presidente en un encuentro que, paradójicamente, la propia derecha venía pidiendo desde hacía meses.
�Lo único que quisiera es que estas divisiones que de repente surgen, y que algunos días son más fuertes que otros, pasaran�, dijo el ex candidato presidencial de la derecha, Joaquín Lavín, rompiendo, pero no demasiado, cuatro meses de silencio.
El problema en Chile es que el pinochetismo, como variante ideológica y militante de la derecha, representa nada menos que al 30 por ciento del electorado, y entonces los partidos conservadores oscilan entre cortejar a esa franja y olvidar a Pinochet para regenerar su imagen.
Es un obstáculo para la democracia chilena que Lagos buscará remover, también, en Buenos Aires.
Chacho, un amigo en vuelo
En Chile no existe el vicepresidente (la vacancia la ocupa el ministro del Interior), pero ayer un vicepresidente compartió con Ricardo Lagos el vuelo entre Santiago de Chile y Buenos Aires. Carlos �Chacho� Alvarez, que participaba en un seminario en Chile, fue invitado a viajar en el avión presidencial. Alvarez fue el primer político de la Alianza que miró la experiencia de la Concertación entre la democracia cristiana, el socialismo y partidos menores, y tejió relaciones propias en Chile.
Una de esas relaciones es el mismo Lagos, que al mismo tiempo mantiene un vínculo excelente con Fernando de la Rúa, a quien acudió al final de su campaña contra Joaquín Lavín como un argumento más para desequilibrar el angustioso empate de las encuestas. Pero hay más que amistad: en 1999 Chile exportó al mercado argentino productos por 727 millones de dólares y compró aquí mercaderías y servicios por 2.022 millones de dólares. |
opinion
Por Enrique M. Martínez * |
Ajustar el Estado
Es necesario cambiar el Estado. Coincidimos todos. Pero allí se acaban las coincidencias. Hay que achicarlo, gastar menos, dicen los de siempre, los que han intentado y podido achicarlo desde hace 30 años.
Hay que construir un nuevo liderazgo público, decimos, con poca precisión, quienes advertimos que en la década anterior no sólo desaparecieron las empresas del Estado sino también buena parte de la capacidad oficial de inducir cambios de conducta en los actores sociales.
La función típica del Estado en cualquier comunidad es arbitrar en los conflictos de intereses, buscando la solución que más aporte al beneficio común. Cuando esa función no se ejerce, se traslada el poder de arbitraje a la parte más poderosa del conflicto, que impone su voluntad a los más débiles. Como alternativa, nadie define nada, con lo que se instala el caos.
En teoría, hay tres posibilidades. Un Estado con capacidad de administrar con justicia; la ley del más fuerte, aunque sea disimulada detrás de los funcionarios públicos; el caos.
Los argentinos nos hemos ido resignando a descartar la primera opción, creyendo que es irremediable que los poderosos decidan. Lo que hemos conseguido, en ese camino, es acercarnos al caos.
Eso tiene una razón muy clara. La ley del más fuerte, en este mundo de grandes complejos urbanos, se materializa en una suerte de chicle que se estira, donde los más poderosos aplican su fuerza a los más débiles, éstos a otros aún más débiles y así siguiendo, hasta llegar al extremo de la cadena social. La resignación a ese estado de cosas, en este marco, es útil para quienes están en el medio de la cadena, que al menos pueden trasladarle el problema a otro más débil. Cuando la economía se estanca, el chicle se corta, queda un segmento que no tiene posibilidad de recuperación, se generalizan las conductas antisociales y desaparece la opción intermedia.
No es mi intención ser voluntarista, al menos demasiado voluntarista. Sé que los conflictos sociales no tienen límites estrictos en el tiempo y pueden arrastrarse, con matices, por más de una generación. Pero en todo caso quiere llamar la atención sobre el hecho de que la construcción de un Estado justo y eficaz aparece no sólo como deseable sino como la variante inevitable para no caer en la destrucción de la comunidad.
Quienes primero tienen que entender esto son los que podrían aprovechar la ley del más fuerte, empezando por aquellos que pertenecen a la clase política. Quienes deben seguirlo son todos los miembros de la clase media, que suelen tener siempre un referente más pobre con el cual consolarse. En tanto esto no entre en la subjetividad de los protagonistas, habrá más violencia, la misma corrupción y alguna que otra variante de la estupidez asentada en las oficinas públicas más diversas.
* Diputado nacional. Frepaso-Alianza |
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