Por Julio Nudler
Había nacido en 1914, cuando las clases medias argentinas se aprestaban a participar del poder político a través del radicalismo, y murió en 1975, cuando se gestaba una nueva y terrible dictadura militar. Cuando nació, no lejos del Abasto, el tango crecía como expresión popular rioplatense por obra de Greco, Arolas y Firpo, y sólo el estallido de la Primera Guerra Mundial era capaz de apagar el furor tanguero de París y sus �poseídas�. Al morir, luego de una penosa declinación personal, su orquesta llevaba tres años ya sin grabar y el tango parecía extinguirse junto al propio Pichuco. Pero ninguno de los dos desapareció. Un cuarto de siglo después, Troilo sigue vigente (como demostración, el pianista rionegrino Miguel Angel Barcos acaba de grabar en Cipolletti una nueva y excelente versión de �Responso�), y el tango vive un nuevo esplendor, más universal que argentino.
Cuando Astor Piazzolla, por entonces en Roma, supo que el Gordo había muerto, se encerró a componer, como en trance, la conmovedora �Suite troileana�, que dividió en cuatro movimientos, consagrados a los grandes metejones de Pichuco: �Bandoneón�, �Zita� (su mujer), �Whisky� y �Escolaso�, sobresaliendo el primero como una ofrenda definitiva. Muchos años antes, en 1949, Julio De Caro había compuesto y grabado �Aníbal Troilo�, un retrato musical asombrosamente preciso de quien, por entonces, era el gran referente del tango en su apogeo. Sería arbitrario afirmar que la orquesta de Troilo era la mejor, pero de algún modo las resumía a todas por su equilibrio, su emoción, su lirismo y ese buen gusto que nunca traicionaba.
Pichuco tenía once años cuando comenzó a acompañar películas mudas en el ya desaparecido Petit Colón, de Córdoba y Laprida. En aquel 1926 daba cátedra el renovador sexteto de los De Caro, a cuyo influjo se moldeó el gusto musical de Troilo, que en los años siguientes tocaría junto a figuras decisivas, como las de Osvaldo Pugliese, Alfredo Gobbi y Elvino Vardaro en cines, radios y cafés. Todos ellos abrevaron en la escuela decareana y sentían el impulso a evolucionar a partir de ella, pero la crisis económica del �30, la dictadura derechista iniciada con el derrocamiento de Yrigoyen y la penetración cultural estadounidense, a caballo del cine sonoro, cercaron a esa generación de músicos.
En esos años difíciles, Troilo recibe la definitoria influencia de Ciriaco Ortiz. El fueye de Ciriaquito hablaba, pronunciaba frases imaginarias sin usar palabras, como si ésa fuera la forma de comunicar ideas y sentimientos durante la Década Infame. Sin renegar del nervio de Pedro Laurenz ni la morbidez de Pedro Maffia, Troilo ya estaba preparado para emprender su propio camino. Esto ocurrió en 1937, cuando sobre la base de la orquesta de Ortiz formó la suya, debutando en el cabaret Marabú. Tenía 22 años y ya era director. Feliz, firmó contrato con el sello Odeón que, sin embargo, prefirió congelarlo: un único disco de 78 rpm, con dos tangos (�Comme il faut�, de Eduardo Arolas, y �Tinta verde�, de Agustín Bardi), da aislado testimonio de los primeros casi cuatro años del conjunto.
Pero Troilo no fue Troilo de golpe. Su riqueza conceptual y su personalidad fueron creciendo con los años, y con el aporte de talentos que le abrieron otras perspectivas: primero Piazzolla, incorporado a la orquesta en 1939, y luego Argentino Galván, un violinista de Chivilcoy cuyos arreglos le dieron profundidad y fantasía al conjunto. Fueron también decisivos el pianista Orlando Goñi, tan imprevisible como genial, reemplazado por José Basso; el contrabajista Kicho Díaz, y otros arregladores, como Héctor María Artola, Emilio Balcarce, Ismael Spitalnik y el propio Astor, entre otros. Como si fuera un símbolo, el primer día de1940 Troilo debutaba en Radio El Mundo, para después iniciar su ciclo en el Tibidabo y comenzar a grabar para el sello Víctor en marzo de 1941.
Durante los brillantes 25 años siguientes, los ciclos de la orquesta estarán regidos por la presencia de grandes cantores, a los que la docencia de Troilo volvía más grandes todavía. El primer vocalista esencial fue Francisco Fiorentino (�Malena�, �Garúa�...). Se le sumará Alberto Marino (�Mi tango triste�, �Tal vez será su voz�...). Junto a éste estará luego Floreal Ruiz (�Naranjo en flor�, �Sólo se quiere una vez�...). Sobreviene entonces Edmundo Rivero (�El último organito�, �Tu pálido final�...). Los primeros años 50 estarán signados por Jorge Casal (�Che, bandoneón�, �Ventanita de arrabal�...) y Raúl Berón (�De vuelta al bulín�, �Un tango para Esthercita�...). Entre otros cantantes posteriores (como Angel Cárdenas, notable en �Quién� y �Callejón�, entre otros, o el magnífico Pablo Lozano de �Viejo baldío�), asoma Roberto Goyeneche (�Barrio pobre�, �San Pedro y San Pablo�...). Y ya en una etapa posterior, moteada de altibajos, ingresa Roberto Rufino (�Ninguna�, �Desencuentro�...). La última y muy irregular fase, iniciada en 1965, será para Nelly Vázquez y, sobre todo, Tito Reyes (�Dicha pasada�, �Los cosos de al lao�...).
El Troilo instrumental es menos nutrido pero invalorable. Entre los registros memorables puede destacarse �Inspiración� (en cuatro versiones), �Pablo� (dos), �Chiqué� (dos), �Bien porteño�, �Quejas de bandoneón� (dos), �Color de rosa� (dos), �Recuerdos de bohemia�, �La revancha�, �Patético�, �Responso� (dos), �Bien milonga�, �El Marne�, �Cenizas�, �La cumparsita� (dos), �Intermezzo�, �A fuego lento�, �Fraternal�, �La bordona� (tres), �Danzarín� (dos), �Melancólico� (dos), �Tallador� y �La racha�, además de los tangos de Piazzolla, sobresaliendo entre éstos �Para lucirse�, �Prepárense�, �Contratiempo�, �Triunfal� y �Lo que vendrá� por lo antológico de las versiones.
Al igual que todos los grandes directores, Troilo pesó igualmente como compositor, y al extremo de haber concebido piezas que fueron el punto culminante de toda una época del tango, como ocurrió con �Sur� (con los imperecederos versos de Homero Manzi), o de haber resumido en pocos compases de asombrosa inspiración toda la personalidad humana y artística del propio Pichuco, como sucede con �Responso�, escrito en homenaje a Manzi. De la extensa producción troileana tal vez puedan escogerse, como hitos, �Medianoche� (versos de Héctor Gagliardi), �Y no puede ser� (José María Contursi), �Toda mi vida� (J.M.C.), �Garúa� (Enrique Cadícamo), �María� (Cátulo Castillo), �Mi tango triste� (J.M.C.), el vals �Romance de barrio� (Homero Manzi), �Sur� (H.M.), �Che, bandoneón� (H.M.), �Discepolín� (H.M.), �Responso�, �Una canción� (C.C.), �A Pedro Maffia� y �La última curda� (C.C.), otro tango definitorio de una etapa madura del género.
Cuando a mediados de los 50 se volvió cada vez más difícil hallar oportunidades de actuación para una gran orquesta (unos doce instrumentistas y dos cantores), Troilo inició simultáneamente su colaboración con el guitarrista Roberto Grela, dejando con los años sucesivos registros de enorme valor. El dúo solía ser reforzado por un guitarrón y un bajo. Ese Troilo en primer plano fulgura en tangos como �El abrojito�, �Taconeando�, �Madame Ivonne�, �La tablada�, �Silbando�, �La maleva�, �Pa� que bailen los muchachos�, �Maipo�, �Nunca tuvo novio� o �Diablito�. Es el Pichuco que se fundía con su instrumento, taciturno y reconcentrado, volcando una dosis mayor de expresividad que de técnica, el que desplegaba esos recursos secretos, inasibles, que se van a la tumba con el artista.
�Estoy loco
de viejo� |
Cuatro fragmentos de un reportaje a �Pichuco� por María Ester Gilio, publicado por la revista Crisis en agosto de 1974:
�El primer bandoneón me lo regaló un tío. Se lo compró a un ruso. Costaba cincuenta mangos. Le pagamos diez y no apareció nunca más. El de ahora tiene muchos años. Varias veces me lo robaron. Se llamaban descuidistas. Siempre me lo devuelven. Aparece un tipo, en casa de algún amigo, con el bandoneón. �Mire, don, le sacaron el bandoneón a Pichuco�.�
�Mientras exista un disco de Gardel, todos los cantores van muertos. Y mientras exista una foto, también. Porque tenía una pinta de la gran puta.�
�Por el �58, en el Odeón se hizo una revista de tango. Tenía como 20 cuadros y yo trabajaba en 19. Al final nos reuníamos todos. Salgán, Ciriaco, Grela y Rivero. Nos entendíamos tan bien que al menor amague de aplauso seguíamos y seguíamos: �¡Pensar que además nos pagan!�
�¿Sabés que ya ni sé lo que digo? Estoy cansado. Pero antes querría decir una cosa. Tenés que tirar la casa por la ventana y decir una cosa. Que tengo unas ganas de morirme que no puedo más. No te gustó, ¿no? (...) Yo no tengo miedo a envejecer. Yo estoy loco de viejo...� |
Opinan dos tangueros y dos rockeros |
LEOPOLDO FEDERICO.
�Para mí, él era el guía�
�Para nuestra generación Troilo fue el gran maestro, la guía y el punto de partida. El le permitió a Piazzolla meter sus novedosos arreglos y su nueva sonoridad dentro de la orquesta. Estuvo siempre actualizado, sin perder el estilo y la raíz tanguera. Si algo lamento en mi vida es no haber tocado en su orquesta. Sé que estuvo a punto de grabar un tema mío, en un ensayo tocamos �Sentimental y canyengue�, le dejé la parte y a partir de ese momento tuve la esperanza. Había un personaje llamado Paquito que le llevaba la caja, y él me decía �Va, va, porque lo tiene en el estuche, es señal de que lo está mirando...� Hubiera sido el recuerdo más grande de mi vida. A veces me pregunto qué pasaría si gente como él, los que inventaron todo, estuviera viva. ¿Ellos también estarían sufriendo la falta de trabajo? �
TAVO KUPINSKI (LOS PIOJOS).
�Me rompió la cabeza�
�Mi abuelo, José Terragno, era muy amigo de él. En 1967 escribió con Enrique Diseo �Dale tango�, con música de Troilo. De chico tuve una imagen de Troilo-prócer: para mí más allá de la música es un ídolo. Como Maradona, con la diferencia de que Pichuco era de River. Me he dedicado a juntar toda su discografía, y en mi casa tengo dos cuadros de él, uno con el Polaco y otro con mi abuelo. Eran todos amigotes, con Julián Centella y Gabriel Clausi, un gran bandoneonista que hoy tiene 89 años y a quien yo visito esporádicamente. El me contó que un día se lo encontró solo, con el bandoneón, casi de madrugada. Le dijo: �Los muchachos se fueron, yo me voy a la Quinta de Olivos�. Iba a tocar para Perón. Pero Clausi, que es radical, lo cuenta diciendo: �Pobre, era tan bueno que no le podía decir que no a nadie...� A mí me hubiera gustado nacer en el 900. Estudio bandoneón porque me rompió la cabeza escucharlo.�
NESTOR MARCONI.
�Siempre me aconsejó�
�Tuve la suerte de conocerlo y de compartir un escenario, aunque mi suerte no fue completa porque no estaba con toda su orquesta. Fue en Caño 14, yo recién empezaba y él me decía que siguiera, que tenía un gran futuro. Siempre me subrayaba que no los escuchara tanto a los consagrados, que apuntara a la gente joven. Tengo que ponerlo como una de las tres personas que influyeron en mí, con Pedro Laurenz y a Astor Piazzolla. Pero Troilo en particular, por la dulzura y el sabor que les ponía a las cosas, y esa simplicidad tan compleja que tenía para tocar. Grabé varias obras de él, �Responso� y �Sur�, entre otras, y ahora estoy haciendo con el trío una versión instrumental de �Pa que bailen los muchachos�.�
PALO PANDOLFO.
�De aguante y cafetín�
�Creo que Troilo es el padre de la música argentina. Con una canción popular simple como el tango, él construyó verdaderas obras de arte, de un vuelo armónico y melódico increíbles. Las cadencias cromáticas descendentes que hace son únicas. Era un virtuoso, pero hacía obras de arte, no le interesaba mostrar una técnica vacía. También tiene algo de magia de la calle, ese áurea de gordo amigable y con mucha noche, mucho aguante y cafetín... Era un tipo abierto, que iba para adelante. En mí está muy presente, como estuvo muy presente en Los Visitantes. Hacíamos varios temas de él en vivo. Uno de mis discos de cabecera es un compilado Troilo-Fiorentino, últimamente lo escucho mucho y arriba improviso en batería.� |
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