Por Andrés Glass
Las fórmulas para hacer una buena comedia de situaciones nunca se agotan. Como prueba están los creativos de �Cybill� (lunes a viernes a las 9, por USA Network), que recrean con gags y enredos la propia vida de Cybill Shepherd. Cybill �en sus dos versiones, personaje e intérprete� es una cuarentona venida a menos que supo tener un pasado glorioso como actriz de tevé y hoy sucumbe frente al furor por las veinteañeras sin colágeno ni arrugas. Vive en un Hollywood que ya no le pertenece: lo mira desde afuera desde que comenzó su ocaso.
Sin duda, el hallazgo de �Cybill� es parodiar esas miserias, pero sin borrar el toque de glamour que toda ex estrella debería conservar para protagonizar una serie. Esta mujer está desempleada, pero habita una lujosa mansión del sur de California, con varios pisos y habitaciones disponibles para una amiga de su hija o un ex marido en problemas financieros. Hace rato que pasó su hora, pero conserva un auto último modelo y frecuenta los mejores restaurantes de Los Angeles.
Bien podría ser ésta la historia dolorosa de una pasada de moda, pero no tiene un gramo de tragedia. Cybill hace gags a costa del mundo real: puede, en un capítulo, contar en clave de sátira una pelea con Jack Nicholson por un espacio en el estacionamiento. Lo involucra como un personaje más. �Conseguí un papel en un comercial�, festeja después la que en otros tiempos protagonizaba �Luz de luna�. Y revela luego el nombre de las otras postulantes: desde Geena Davis a Goldie Hawn. Como un juego de espejos, �Cybill� siempre deja la duda sobre la autenticidad de sus planteos. ¿Es su trama la propia historia de Cybill Shepherd? Al menos eso es lo que sus guionistas intentan hacer creer todo el tiempo.
En ese mundo, los psíquicos y los profesores de Cientología desplazan a los psicoanalistas. Y los gimnasios son el eje de la vida de cualquiera: en las cintas fijas y los aparatos, se chocan los actores veteranos con los carilindos que no saben recitar un parlamento, pero acaparan todos los papeles. Se odian: �Fuera de mi vista, modelo de segunda�, grita una mujer que pisa los 50 a la chica que se le adelantó en la bicicleta.
Cybill comparte su mansión con su ex marido y con su hija. Tolera, además, que su último novio comience un romance con su mejor amiga. Es un juego de flirteos y extrañas convivencias, fiel a la mitología sobre las estrellas de Hollywood. En su casa, Cybill debe lidiar diariamente con la nueva elegida de su ex esposo: Kirsteen, veinte años más joven, una tonta que le arrebata los roles que ella querría asumir. Kirsteen es una especialista en sexo y palabras bobas, y basta que su adversaria la mire para que declare: �Ha empezado la parte mala de mi día�.
En �Cybill� hay un tema que vuelve en todas las emisiones: mujeres que se quejan de su soltería. Viven buscando �un alma gemela�, preguntando a adivinos, leyendo horóscopos, presentándose gente. Exhiben una banalidad que, tan acentuada, está cargada de ironía. Mientras tanto, hay un ejército de admiradores que las ama en silencio: un cartero, un profesor de gimnasia, empleados varios. Nada menos que la confirmación de que alguna vez fueron estrellas. Cybill es decadente �es cierto�, pero su poder seductor sigue intacto.
Ya fuera de toda ambigüedad, hay aquí una actriz que supo reciclarse a tiempo. A ella le esperaba, sin duda, el destino del personaje: pasar a engrosar la segunda línea después de un protagónico en tevé y varios roles en cine. Pero se convirtió en protagonista y productora de su idea: parodiar esa pesadilla en una serie y lograr que se neutralice. Como resultado, sigue encabezando y demuestra que el mejor de sus talentos es haber sabido, a tiempo, reírse de sí misma.
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