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OPINION

Hervores

Por J. M. Pasquini Durán

¿Será suficiente la politización del Mercosur, como propician los presidentes Fernando de la Rúa y Ricardo Lagos, para evitar la inestabilidad institucional? Tal vez alcance para desacreditar a los Lino Oviedo, como acaba de suceder en Paraguay, pero nada parece indicar que sea suficiente para otras aventuras, incluidos los golpes de mercado, que se monten en la grupa de la desesperación de los misérrimos. Conciliar los interminables ajustes con la creciente pobreza, �humanizar� el modelo conservador, parece una misión más imposible que la de cambiar la filosofía económica hacia otro horizonte. Esta cuestión ha dejado de ser materia de economistas para llegar a su núcleo central: la definición política. La respuesta al desafío recorre el mundo y también está presente en la actualidad nacional. 
La maniobra de ayer, al parecer urdida desde la SIDE, para provocar la renuncia del ministro José Luis Machinea y reemplazarlo por López Murphy, dogmático del mercado, indica la densidad de las discrepancias en el gabinete nacional y en los partidos de la Alianza acerca de las prioridades económicas y sociales en las políticas públicas. De la embestida no debió estar ajeno el titular de los espías, Fernando de Santibañes, íntimo del Presidente y acusado por el radical Leopoldo Moreau de ser la cabeza de los conservadores en el gobierno. Es un juicio de valor que suelen repetir en los corrillos políticos, algunos como halago y otros como crítica, los que frecuentan las vecindades presidenciales. La versión, y sobre todo la fuente de la misma, golpeó en el Mercado de Valores que cayó en picada, a la vez que marcó una grieta visible en la forzada unanimidad de la coalición, más propia para hacer campaña que para gobernar. Esto les probará a los reformistas con preocupación social que no basta con hacer los deberes: el poder económico no tolera espacio alguno para la política y castiga con severidad las vacilaciones. Sólo acepta una única interpretación de la victoria electoral del 24 de octubre, que sustituyó a Carlos Menem por De la Rúa.
Aquel voto, ¿fue con la esperanza de cambio de rumbo o simplemente el relevo de administradores de la misma empresa? La tendencia predominante hasta ahora es la que acepta la hipótesis del relevo y reafirma la sentencia de Carlos Menem: �Este rumbo es irreversible e irrenunciable�. Para explicar la orientación apelan a descripciones fatalistas: la herencia es nefasta pero debemos asumirla porque cualquier modificación brusca espantaría a los capitales en masa, empobreciendo más todavía a la economía nacional. Expone evidencias: apenas sugerida la posibilidad de aplicar impuesto a los depósitos en plazo fijo de las empresas, comenzó la corrida de fondos hacia Montevideo que se detuvo sólo cuando el Presidente en persona descartó el proyecto. 
Otra hipótesis asumida como certeza: sin déficit fiscal, depurado a cualquier costo, mejoran las oportunidades de crédito internacional y apura el crecimiento del país, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), aunque este organismo haya sido el autor intelectual de las peores catástrofes financieras de la última década. Es sabido que las economías sanas en el capitalismo reúnen tres condiciones: aplicación progresiva de los impuestos, fomento del ahorro nacional y expansión del mercado interno en producción y consumo. Ninguna de ellas resulta de la mera anulación del déficit, que sirve sobre todo como garantía de pago de la deuda externa, verdadero objetivo del FMI. 
De ahí en adelante los reajustadores del ajuste disfrutan del síndrome de Estocolmo: el prisionero hace propia la voluntad del carcelero. Desde esa posición, el conflicto social tiene que ser reprimido y silenciado, como lo hace el gobierno aliancista en Chaco, porque no tiene remedio y sólo pueden aplicarse calmantes, por ejemplo la siembra apaciguadora,selectiva y temporaria, del Plan Trabajar. Un paso más en la misma línea de pensamiento y ya la pobreza dejó de ser causa de la agitación para convertirse en pretexto para �activistas� (sinónimo moderado de �subversivos�) que peregrinan de un pueblo a otro levantando a los desesperados o de manipulaciones corruptas de caciques sindicales o punteros opositores que financian a los piqueteros con un puñado de pesos o algunas bolsas de alimentos. Los más negadores del conflicto social consideran que en las provincias del norte también operan los narcotraficantes para distraer la atención y liberar en la confusión sus vías de tránsito. Algunas puebladas más y los cazadores de brujas descubrirán un plan maestro de conquista territorial urdido por la marina boliviana, en procura de un corredor al Atlántico.
Aunque puede llegar a ser objeto de manipulación, la pobreza es el problema real y perentorio. Los cortes de ruta, y hasta la violencia resentida que incendia viviendas y edificios públicos, son burbujas de un hervor profundo, una olla a presión donde se cocinan ingredientes de inestabilidad. ¿Por qué la democracia argentina, que latinoamericanizó sus miserias, sería más estable que las de Paraguay, Bolivia, Perú, Ecuador o Venezuela? Sin ser tan apocalípticos en el pronóstico, ¿cómo hará el Gobierno para imponer sus candidatos en las provincias, cuando el próximo año se elijan por voto directo los miembros del Senado nacional? Dejando de lado las cuentas electoralistas, ¿acaso podrá afianzarse la cultura democrática en el país desgarrado por las injusticias y los miedos?
Para colmo, la continuidad de la ruta conduce al abismo. Ningún país ha salido indemne del �modelo� que lideraron Reagan y Thatcher, ni siquiera Estados Unidos. �La mayoría de familias que antes vivían de un empleo, ahora necesitan que trabajen tres en casa para comer. Está tan dividido el mercado de trabajo entre la gran masa de empleos basura y una minoría de puestos altamente calificados que ganan 200 veces más, que apenas quedan oportunidades para una clase media que aspire a escalar socialmente a través de su trabajo, como ha sido siempre [...] La gente siente que ha perdido el control de su destino, que por duro que trabajen hoy nada les asegura el lugar para mañana, no saben si tendrán lugar en la misma empresa, si su experiencia será valorada en el mercado de trabajo, si podrán mantener la casa que hoy pagan en cuotas, o si sus hijos tendrán un lugar en la sociedad, lo que está teniendo un impacto desastroso sobre la sociedad y la psicología de este país. Sienten que ya no hay oportunidades por las que esforzarse, sino sólo golpes de suerte�. Es parte del testimonio de Amy Dean, una norteamericana de 37 años, criada en una familia acomodada, que encabezó el contingente más numeroso que envió California a la sonada protesta de Seattle, en diciembre último, contra la Organización Mundial de Comercio (En la revista dominical del matutino español El País, 14/05/00).
Con pruebas y convicciones del mismo tipo, un bando en el gabinete y en la Alianza quiere desatar las ligaduras que confunden el progreso del país con los beneficios del capital financiero, a costa del sacrificio popular. Quieren, pero todavía no saben cómo. El misil de ayer contra Machinea servirá para recordarles que los continuistas desprecian la tolerancia y exigen subordinación completa. Además de dormir con el adversario impaciente, otros factores bloquean la imaginación del reformismo: la convertibilidad, las obligaciones de la deuda, el mal uso o desuso de los recursos del Estado, las presiones del mercado más duro y más concentrado, las relaciones de poder que se instalaron durante el menemismo, las demandas de auxilio de esa sociedad que espera golpes de suerte para salir del pozo, la indiferencia social hacia la política, el miedo a no conseguir empleo o a perderlo el que lo tiene, y la influencia de las posiciones continuistas tan vecinas al Presidente, licuan sus aspiraciones en retóricas contradictorias o en sensaciones depresivas de impotencia. La reciente visita del vicepresidente Carlos Alvarez a la ciudad de Cipolletti o las agresiones en Tierra del Fuego contra la comitiva que encabezaba Graciela Fernández Meijide mostraron que el verbo no alcanza para aplacar a los más impacientes y que la victoria electoral en la Ciudad de Buenos Aires posterga el desgaste, pero no lo anula. El progresismo es un objeto del deseo insatisfecho. 
Las dos alas en controversia no son orgánicas y las coincidencias recorren en sentido transversal a la Alianza como al justicialismo, pero con ventajas para los conservadores por el camino recorrido por el menemismo y por las aprensiones del reformismo hacia el sindicalismo crítico y la violencia social, que los deja inmóviles en el medio, entre los banqueros que piden más de lo mismo y los contestatarios que ya no tienen más para perder que sus ilusiones. Así, pueden llegar al grotesco de Melchor Posse, ex intendente de San Isidro, ex candidato a la vicegobernación y actual titular de la ANSeS, que ilusionó a miles de jubilados por la mañana y los defraudó por la tarde.
Los reformistas con preocupación social esperan �ablandar� a los poderosos con un argumento parecido al que en los años 40 usó Perón: �Pierdan algo, porque corren el riesgo de perderlo todo�. El problema es que el capitalismo actual ya no está integrado con la sociedad, como sucedía con aquella industria en desarrollo a la que hablaba el fundador del justicialismo. El eje del capitalismo de hoy, como bien dice la citada Amy Dean, �se ha trasladado al beneficio puro y duro: la acción de las empresas se concentra por entero en acaparar dinero, con estrategias centradas en las cotizaciones en la Bolsa, succionando los beneficios y cambiando de escenario en cuanto dejan de ser rentables. Ya no hay sectores industriales integrados con los que puedas negociar un convenio o sobre los que la Administración [el gobierno] pueda establecer regulaciones, sino grandes fortalezas empresariales que aglutinan desde salchichas hasta computadoras�. 
Para confrontar con este capitalismo deshumanizado, las coincidencias transversales del reformismo tienen que ampliarse hasta el máximo posible de aliados en la sociedad, incluida la izquierda y las organizaciones de base, en un abanico aún más abierto que el de los contestatarios de Seattle, que abarque inclusive a los que bregan por lo mismo en el Mercosur, en América latina y en el resto del mundo. En la década pasada, pudo surgir el Frente Grande a pesar del �pensamiento único� que reinaba en el planeta, desde Moscú y Pekín hasta Londres y Washington. Hoy en día, las condiciones son más favorables que entonces para emprender caminos alternativos, si el objetivo no es la ocupación de espacios de poder sin otros fines que la posesión misma y la cínica resignación. El nuevo contrato entre el Estado, el mercado y la sociedad no tiene destino sin filosofía, ideales y principios de progreso. El poder, cuando es virtual, no es más que cartón pintado.

 

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