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OPINION

El brote desarrollista

Por Julio Nudler

El equipo de José Luis Machinea pensó cómo dar vuelta la historia. Encontrar algo que le dé a la economía el empujón que la ponga en marcha. Para lograrlo no cuenta con el consumo, mucho menos con el gasto público y sólo marginalmente con las exportaciones, que influyen demasiado poco. El propulsor elegido es un shock de inversión, aunque para conseguirlo haya que bajar de las políticas generales, incluyendo las procompetitivas, al plano de la negociación directa con los grupos y las empresas que tienen proyectos en carpeta, pendientes de alguna concesión del poder político. Después de 40 años, el desarrollismo parece estar de regreso. Sin embargo, los desarrollistas no están felices. Ninguno cree en el éxito de este intento de provocar inversiones privadas en medio de la adversidad. 
Para Aldo Ferrer, quien encarna la vertiente nacionalista del desarrollismo, �la inversión se estimula con la expansión de la demanda interna y el acceso al mercado internacional, dos requisitos que están faltando en el escenario argentino, donde hay insuficiencia de demanda y muy baja competitividad, salvo en los productos tradicionales�. Según él, �el shock de inversión que podía haber ya ocurrió durante el menemismo, con la privatización de las empresas públicas, la venta de algunas grandes industrias de capital nacional, la formación de las redes comerciales y la desnacionalización de buena parte del sistema financiero�. 
Actual presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica, concede que �la intención de generar un shock de inversión es buena. Está bien buscar alguna forma de movilizar el sistema en este contexto de ajuste, pero no veo por dónde �confiesa Ferrer�. No descubro incentivos en la demanda interna (consumo) ni externa (exportaciones) para atraer la inversión privada. Estamos en una encerrona, con gran vulnerabilidad externa y la extrema restricción de la convertibilidad, por lo que el país no tiene política monetaria ni fiscal.� Dice que �la política económica es hoy esencialmente residual. Su objetivo central es administrar deuda y modificar las expectativas de los mercados para bajar el riesgo país. Sin embargo, la experiencia internacional no es muy alentadora. Los procesos de crecimiento de largo plazo se instalan sobre políticas más autónomas, con mayor libertad de acción. El gran dilema es cómo recuperar capacidad de maniobra. En algún momento deberán replantearse las reglas del juego�. 
Para Osvaldo Trocca, miembro del Consejo de Asesores de FIDE (Fundación de Investigaciones para el Desarrollo), �no hay un inversor al que se lo convenza con palabras. Hay que mostrarle a qué mercado puede acceder. Uno de los problemas graves que padece nuestra economía �dice� es que no tiene salario. Entre la masa de desocupados y el bajo nivel de los salarios no hay mercado. ¿Quién va a invertir para no tener a quién venderle? La demanda de inversión está atada al nivel del consumo. Y, por otro lado, ¿a nadie de los sucesivos equipos económicos se le ocurre pensar lo que significa como fuente de ineficiencia y falta de competitividad tener que sostener una masa tan grande de desocupados?� Su juicio es que �la economía argentina no saldrá de esta situación creciendo, en el sentido de producir más de lo que ya produce, sino abriendo su estructura productiva�. 
Mercedes Marcó del Pont, economista de FIDE, indica que la clase de inversiones que alienta la convertibilidad terminan agravando el estrangulamiento externo de la economía. Un reciente análisis suyo, que elaboró a partir de un artículo de Mario Damill, de Flacso, conduce a una conclusión inquietante, según la cual bajo el actual sistema la economía no podría crecer si, a partir de la consecución del equilibrio fiscal, el Estado argentino dejara de aumentar su deuda externa. Estos son, en síntesis, sus argumentos: 
u En la última década, el ingreso de capitales externos �vía inversiones directas o endeudamiento� cumplió dos funciones decisivas, que hicieron viable sostener la convertibilidad: 1) cubrir año a año los crecientes desequilibrios en la cuenta corriente del balance de pagos, gestados por el propio modelo, y 2) aumentar las reservas de dólares, expandiendo así la oferta monetaria (en pesos) que financió el crecimiento económico.
u El sector privado registró un casi permanente déficit entre sus ingresos y egresos de divisas. Ello se debió a que la suma del déficit comercial (más importaciones que exportaciones) y de las transferencias financieras al exterior (por utilidades, regalías e intereses) resultó superior al financiamiento externo obtenido por los privados.
u El sector público fue quien cubrió esa brecha. Los privados tuvieron una desfinanciación externa que, dependiendo de la forma de medirla (es decir, si se incluyen o no los �errores y omisiones�, un rubro de ajuste en el cómputo del balance de pagos), osciló entre 5096 millones y 12.475 millones de dólares. Mientras tanto, el sector público generó un rojo de 21.111 millones en la cuenta corriente (pago de intereses), pero ingresó 53.483 millones por la cuenta capital (toma de deuda). El excedente, superior a los 32 mil millones, cubrió el déficit de divisas del sector privado y permitió aumentar en casi 20 mil millones las reservas internacionales.
u En convertibilidad, la economía solo crece impulsada por el endeudamiento externo. La estructura de precios relativos implícita en este régimen discrimina en contra de los transables (bienes que entran en el comercio exterior) y, por lo tanto, consolida una tendencia permanente a la generación de déficit en el intercambio. El estímulo a la inversión en los sectores de servicios, combinado con la creciente desnacionalización del aparato productivo, empuja hacia una creciente demanda de dólares, ya sea para atender la importación de insumos o para el giro de utilidades, que no tiene contrapartida alguna en términos de una ampliación de la capacidad de generar divisas.
u ¿Es previsible que la oferta de divisas que requiere el modelo argentino para poder garantizar el crecimiento pueda ser generada a partir de un proceso más amplio de endeudamiento del sector privado, un mayor ingreso de inversión externa de riesgo, o bien por la vía de un importante cambio de signo en el resultado del saldo comercial, que pase a ser fuertemente superavitario? No parece realista pensar que alguna de estas alternativas sea viable en la actual situación de la economía argentina.
u La incompatibilidad que muestra el actual modelo entre el equilibrio fiscal a mediano plazo y el crecimiento económico no hace sino poner de manifiesto una vez más el grado de agotamiento que caracteriza al régimen de convertibilidad.
Para cierto pensamiento elemental, el gran problema de la economía argentina es el gasto público. Dicen que la solución consiste en eliminar el déficit fiscal. El análisis de Marcó del Pont refuerza la sospecha de que los males son mucho más complejos, y las soluciones, menos toscas.

 

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