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OPINION

¡Yabrán vive!

Por Miguel Bonasso

No falla: me ha ocurrido en Resistencia, en Córdoba, en Tucumán, en Villa Fiorito, en la última Feria del Libro y aun en el extranjero. Y ocurre con los públicos más diversos. Cada vez que he dado una charla sobre mi libro Don Alfredo se repite el fenómeno: una señora gorda, de voz levemente chillona, se levanta en la antepenúltima fila y me encara con resolución:
�Usted dirá lo que quiera, pero yo sé que Alfredo Yabrán está vivo. Es más, tengo pruebas de que fue suplantado por un doble, gordito y canoso como él.
Arrastrado por el absurdo desafío me convierto en un perito forense que recorre el país extendiéndole al Cartero certificados de defunción. Es tal la reiteración del fenómeno y tan notorio el escepticismo de los que escuchan y le dan la razón a la señora que se atreve a proclamarlo en voz alta, que han terminado por minar mi confianza. En las últimas charlas que di en el Abasto �debo confesarlo� temí en algún momento que un tipo alto y robusto, de traje claro y pelo cano, avanzara desde el fondo de la platea, me clavara sus ojos helados y confirmara con voz afónica que la gorda tenía la posta. He pensado que en ese caso debía actuar con reflejos posmodernos y ponerme a escribir Don Alfredo II: El regreso. 
Hoy, al cumplirse dos años ya del tremendo escopetazo que sacudió al país menemista, la ilusión del Cartero que hizo sacrificar a un doble para refugiarse en Siria volverá a reiterarse. No sólo porque la gente desconfía de la policía y la Justicia, sino por esa capacidad portentosa de los argentinos para engendrar mitos que proyectan sus propias fantasías y temores. En un movimiento del alma nacional que no se detiene en minucias como los testigos, los reconocimientos de los hermanos, el factor RH, las huellas digitales o el ADN que al cabo fue examinado por �un primo de Corach�. Yabrán navega, borgeano, en la elegía �de aquellos que ya no son� (en una nueva sección del Olimpo entre Gardel y Mate Cosido) y allí se va a quedar instalado, eternamente, en la postal de los taxistas: bajo un sol caribeño tomando un coquito lleno de ron, junto a dos increíbles mulatas. Muy pocos lo descenderán a la oscura tumba de Pilar y registrarán algunos datos de la actualidad que ubican a Papimafi en el pasado pluscuamperfecto de la muerte: el rumor de que su viuda María Cristina Pérez estaría por casarse con un viejo amigo de la pareja: Francisco �Paco� Gázquez Molina y que el misterioso HC (Héctor Fernando Colella), a quien Don Alfredo designó sucesor del Imperio, fue recibido hace poco tiempo en la Rosada por el presidente Fernando de la Rúa. 

 

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