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Por Gabriel Alejandro Uriarte ![]() ![]() Lo más notable de la rebelión fue efectivamente su escasa coordinación y adhesión entre las mismas fuerzas armadas. La sublevación militar pareció comenzar en el Regimiento Blindado de Cerrito, a 40 kilómetros al norte de la capital. Su larga marcha sobre Asunción permitió que el gobierno se enterara a las 20.00 que se había producido un alzamiento militar. Hay versiones de que elementos de dos regimientos blindados (la 1 y 3) de la Primera División de Caballería se rebelaron o fueron copados por los sublevados. Sin embargo, los golpistas nunca contaron con más de 10 tanquetas, mucho menos que la dotación de los tres regimientos blindados que habrían copado. Ese exiguo número bastó al menos para reducir el cuartel general de la Primera División de Caballería. Poco después los misteriosos golpistas dieron a conocer su primer manifiesto. El rótulo de su organización era �Teniente Coronel Fulgencio Yegros� (un héroe de la independencia paraguaya). Su líder era el general retirado Víctor López, un ex delegado a la Junta Interamericana de Defensa en Washington. Un comunicado leído a la radio Asunción afirmaba que �nos rebelamos a fin de devolver al pueblo sus derechos conculcados�. Su propósito era �convocar a elecciones generales y plebiscitar la reforma del Estado�. Su conclusión era apocalíptica: �Tenemos dos alternativas: la sumisión del pueblo a una nueva dictadura o la rebelión, que de demorarse desembocará en una sangrienta guerra civil�. Pero no habría guerra civil. No ese jueves por la noche, al menos. Es que los únicos mensajes desde las comandancias militares del país eran de lealtad al gobierno. No había adhesiones. Al principio eso no pareció ser un problema para los golpistas. Estos se anotaron otro punto al tomar, con apoyo de las tanquetas, los cuarteles de la policía nacional y de la policía antimotines. Allí se habrían sumado unos 18 oficiales y suboficiales de la policía. También lograron cortar el suministro de electricidad y ocupar dos estaciones de radio. Todo iba en buen camino. Unas cinco tanquetas avanzaron hacia el Congreso. Intercambiaron ráfagas de ametralladora con la guardia local y dispararon dos cañonazos contra el edificio. Y entonces todo comenzó a desmoronarse. La plaza del Congreso parecería haber sido el sitio de un encuentro que nunca tuvo lugar. No era lógico que los rebeldes esperaran tomar el Congreso sin el apoyo de al menos una pequeña fuerza de infantería. En efecto, la resistencia de la guardia local arruinó lo que quedaba de sus planes. La fuerza aérea paraguaya ya había sido avisada y sus cazabombarderos sobrevolaban la plaza del Congreso. El mensaje radial era inequívoco: las tanquetas serían atacadassi permanecían en el área. También había informes de que la Infantería de Marina estaba en camino con órdenes de reprimir. Ante esa amenaza, la fuerza blindada se retiró en todas las direcciones. Ayer se encontraron dos abandonadas en distintos callejones. Ese revés eliminó del juego lo que parecía la única fuerza real del golpe. En el edificio de la Primera División de Caballería ya se estaba negociando la rendición de los sublevados restantes. La amenaza aérea parece haber sido nuevamente decisiva. A la una de la mañana el gobierno ya podía proclamar definitivamente que la rebelión había sido �aplastada�. Fue sin sangre. O casi. A pesar del tiroteo en la plaza del Congreso, solamente tres civiles fueron heridos por un retén de tropas leales. Ningún militar de ningún bando fue herido. La cantidad de capturados fue quizá menor a la esperada. La cifra ayer era de un total de 72 uniformados: 17 militares activos, 13 retirados, 24 suboficiales y 18 policías. Entre ellos había dos generales retirados, varios coroneles, y un mayor. Dos diputados fueron apresados junto a los rebeldes: el oviedista Luis Talavera y el liberal Hermes Saguier. Ayer, luego de que el Congreso aprobara el estado de sitio decretado por Macchi, se arrestó a dos de los que votaron �sí�. Las pruebas serían �documentos inculpatorios�. Estos probarían además que el plan incluía la �eliminación física� del presidente y sus principales ministros. Estados Unidos pidió ayer que se aplicaran �sanciones� contra los militares involucrados. El gobierno no tenía dudas sobre quiénes eran los culpables. �Las fuerzas oviedistas y sus aliados�, según definió el presidente. Algunos oficialistas hablaban incluso de proscribir a la Unión Nacional de Colorados Eticos (UNACE), el ala oviedista del gobernante Partido Colorado. Oviedo negó ayer todo involucramiento en el golpe: �Yo no tuve nada que ver con este movimiento�. Argumentó que él había derrocado a la temible dictadura de Alfredo Stroessner y que por tanto algo sabía sobre cómo ejecutar un golpe. Y él no habría enviado tanquetas a una ciudad, �donde no tienen capacidad operativa�. Se tendrían que haber utilizado �unidades artilladas apoyadas por fuerzas terrestres�. Oviedo concluyó esperanzado en que lo ocurrido �es sólo el principio�. Pero fue quizá su UNACE la que realizó el postmortem más certero: �El gran ganador del intento de golpe es el presidente Macchi, que legitimó su ilegitimidad�.
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