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EL ALCALDE DE NUEVA YORK RENUNCIA AL SENADO PARA TRATAR SU CANCER
La tragedia golpea a Rudolph Giuliani

�Rudy� Giuliani anuncia su retiro de la carrera por el Senado en su rueda de prensa de ayer.

El autor de la �tolerancia cero� era candidato republicano al Senado por el estado de Nueva York. Pero se le vinieron encima un cáncer de próstata, la ruptura de su matrimonio y la revelación de infidelidades. Aquí, la historia de las últimas semanas de un hombre muy golpeado.


Por Claudio Uriarte
t.gif (862 bytes) Hillary Clinton es la virtual nueva senadora por el estado de Nueva York. Un cariacontecido Rudolph Giuliani, alcalde de la ciudad de Nueva York, famoso y polémico por sus políticas de �tolerancia cero� ante la delincuencia y candidato hasta ayer por los republicanos a una de las dos bancas del estado, anunció en rueda de prensa que renunciaba a su candidatura, que disputaba con su oponente del Partido Demócrata (y primera dama norteamericana) Hillary Clinton. �He decidido que pondré mi salud en primer lugar y en consecuencia no seguiré la campaña electoral por el Senado�, dijo Giuliani, de 55 años, visiblemente emocionado, en la rueda de prensa realizada en la alcaldía de Nueva York. �Este no es el mejor momento para mí para competir por el Senado�, añadió.
Acosado por un cáncer de próstata que se le reveló hace pocos días y por la separación de su esposa Donna Hanover anunciada poco después �de la que decidió separarse por tener otra relación, después de haber convivido con ella 16 años�, Giuliani apareció notablemente desmejorado ayer al hacer el anuncio. La decisión de Giuliani había sido preanunciada por varios medios de prensa estadounidenses, que citaron fuentes allegadas a Giuliani. Según el canal informativo CNN, Giuliani habría comunicado sus intenciones por teléfono al presidente del Partido Republicano, Bill Powers, y éste habría comenzado de inmediato a ponerse en contacto con otros miembros del partido para respaldar la candidatura del legislador Rick Lazio que representa a Long Island (isla sobre la que se encuentra parte de la ciudad de Nueva York).
Cuando se le detectó el cáncer de próstata, Giuliani dijo que continuaría con la campaña si el tratamiento que debía seguir se lo permitía. Pero ayer, al hacer su anuncio, dijo que no podía ser el candidato que hubiera querido ser porque su concentración no estaría completamente en la política. Ese fue un golpe durísimo para el alcalde, después de una seguidilla de otros golpes que habían incluido la revelación del cáncer y su separación después de un matrimonio que había naufragado ya mucho antes.
De esta forma, se confirma un valor que los Clinton poseen, que no tiene que ver con sus talentos políticos pero decididamente los ayudan: la pura y simple suerte. La suerte por el boom de una economía de la que no dudó en adjudicarse su más que dudosa paternidad (ya que los verdaderos resortes del ciclo de expansión más largo de posguerra los manejó todo el tiempo Alan Greenspan, titular de la Reserva Federal, y el presidente se limitó a holgazanear bajo el sol de la bonanza mientras asimilaba en su práctica de gobierno la prédica de los sectores más reaccionarios del Senado dominado por los republicanos), ayudó a Bill a sacarse de encima las posibles consecuencias legales de sus mentiras infantiles en el �sexgate� con la pasante Monica Lewinsky. Y la suerte apoya ahora a su mujer, una ambiciosa abogada, política manufacturada desde la cúspide, con todos los recursos del Partido Demócrata a su disposición y cuya representatividad por Nueva York era al menos cuestionable, para asegurarse un escaño clave que de otro modo podía haber correspondido a un hombre políticamente debatible, pero cuyas raíces en la ciudad y en el estado no lo eran en absoluto.
De alguna manera, el destino político y personal del alcalde de Nueva York es el exacto reverso del de Clinton. El presidente, un hombre frívolo y amante de las aventuras sexuales hasta llegar casi al ridículo (y en algunos casos sobrepasarlo), pudo salvarse de sus consecuencias gracias a la inescrupulosidad más cínica, mientras que las infidelidades de Giuliani fueron el resultado de la crisis de su matrimonio, y en el final del camino se le vinieron encima como dos golpes de gracia después del que le había dado la biología.
La reacción de Hillary ante el anuncio de Giuliani no se hizo esperar. Con la perfecta hipocresía clintoniana de baby-boomer educada en Yale ypreparada para escalar posiciones al precio que fuera �aunque éste incluyera verse humillada en público por el priapismo crónico de su marido� la flamante neoyorquina afirmó estar unida a la �esperanza de todos los neoyorquinos de una rápida recuperación� del alcalde.
Pero de algún modo, hay justicia poética para Hillary. Porque después de las infidelidades de Bill, la esposa de su marido brillará ahora con algo bastante parecido a la luz propia, mientras el infiel, quien se aproxima a sus últimos días en la Casa Blanca, pasará a ser ahora sólo, como dijo hace poco con certera autoironía, �el esposo de Hillary�. Es que en el destino final de esta seudoprogresista y seudofeminista se cumple de modo perverso e irónico la máxima de la misma meritocracia de elite universitaria de medio pelo que los catapultó: �Siempre ganan los mejores�. 

 

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