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Por Cecilia Bembibre �Una de las ventajas del mundo global es que algunas jerarquías se vuelven más flexibles, uno deja de saber del todo dónde están el centro y la periferia�, reflexiona el filósofo y ensayista Eugenio Trías al perfilar un retrato de la globalización, a la que prefiere describir como �casino global�. Para exponer su visión de los fenómenos contemporáneos, Trías parte de puntos tan distintos como la dilución del simbolismo en el arte o el estado de la ética, incluyendo un texto (La edad del espíritu) que recorre prácticamente la historia del pensamiento humano. Trías, que en España suele ser tomado como una autoridad todo terreno, llegó a Buenos Aires para cerrar el Foro de Pensamiento Siglo XXI, un ciclo del Instituto de Cultura Iberoamericana que incluyó encuentros con Fernando Savater, Nicolás Casullo y Javier Sábada. Antes de partir, dialogó con Página/12 sobre filosofía, cine iraní y el costado menos crudo del mundo global, entre otros asuntos. �¿Cómo puede la filosofía tener un papel más activo frente a realidades como la especialización? �Tengo una idea unitaria de la filosofía, creo que es una unidad compleja que se abre a muchas direcciones. La mayoría de mis textos son un diálogo abierto con el arte, una reflexión ética. Poco a poco me ha ido interesando también la filosofía de la religión, y siempre la filosofía en sentido estricto. Pero siempre al borde de una misma idea, que es lo que llamó la filosofía del límite. �Desde hace unos años, y a partir de la aparición de ciertos hábitos como los cafés filosóficos, o de best sellers de divulgación filosófica, se habla de un resurgimiento de la filosofía a nivel masivo. ¿Cree que es una posibilidad? �Siempre defendí el ensayo filosófico, que creo que es un campo en donde se ha desarrollado lo más interesante de la filosofía. Pero sólo puede hacerse seriamente, si se mantiene un extraordinario cuidado en la elaboración conceptual. La filosofía es, fue y será siempre minoritaria. Eso no quiere decir que sea elitista; es una minoría muy diversa la que tiene necesidad de ella. Es como la poesía: poesía para las masas me parece una aberración. En esta sociedad de masas, creo que lo que hay que conseguir es desmasificar. No creo en un filosofía divulgativa, y muchas veces ésta es contraproducente, y no concentra la atención que se necesita. Creo que el filósofo se ha de comprometer con su sociedad y con el mundo en que vive, pero sin renunciar a temas que preocuparon siempre a la filosofía. Hay muchas maneras de festejar el pensamiento y una de ellas es justamente mantener una relación madura, armónica y no entregada con los medios de comunicación. �Los medios son una de las caras visibles de una globalización a la que califica de �casino global�. ¿En qué consiste esa idea? �He acuñado el término porque me parece bastante expresivo de la suerte de sociedad en que vivimos. Habla de la falta de controles cívicos, del comportamiento de las grandes fuerzas económicas que están en la base de poder de las telecomunicaciones y las fuerzas de la información... los estados-nación se muestran impotentes ante esto y la conciencia democrática se encuentra en dificultades. Frente a esto hay una reacción comprensible �que no por eso deja de ser alarmante� a la que llamo el �santuario local�, y son instancias particulares en forma de relato, de unidades simbólicas. Pueden ser religiones �grandes o chicas� o culturas étnicas, que dan lugar a formas endurecidas de autoafirmación basadas en la propia identidad, excluyentes en relación con la autoridad. Esto deriva en integrismo religioso y nacionalismos radicales. Los dos fenómenos, el global y el local, coexisten y son uno expresión del otro. Frente al caso global defiendo una humanización de lo global por la vía de una sensibilidad ecuménica. Frente al santuario local una afirmación múltiple, plural y electiva de estas comunidades simbólicas, y frente alindividualismo de la desesperación, que es la actitud del sujeto, rescato el concepto �que procede del estoicismo� de persona, porque para mí es más positivo y más hermoso que el de individuo. �¿Qué lugar tiene la experiencia personal en este proceso, dado que ve el conocimiento como una actividad puramente individual? �Le doy mucha importancia, y creo que a veces nuestros márgenes de libertad son mucho más amplios de los que creemos. Y a veces porque se pone de moda determinada ciencia �a veces de un modo desaforado, como está ocurriendo con la tecnobiología� se pierde un poco la medida, pero se trata de coyunturas. En los sesenta o setenta nos creíamos que en veinte años íbamos a conquistar el espacio cósmico. Cuando veo una película que me encanta como 2001 Odisea en el espacio, creo que el único error es haberla llamado 2001: deberían haberle puesto �3001� o �4001�. Es evidente que estamos muy lejos de algo que hace unas décadas parecía inminente, y en todas las ciencias pasa eso. Y se contradicen unas a otras: está la tecnobiología, pero está la ecología que la contradice... De todas maneras, más que el misterio de la vida lo que siempre me ha preocupado es el misterio de la inteligencia. Creo que somos vivientes, pero ante todo somos inteligentes. No es que esté bien repartida la inteligencia... pero potencialmente lo somos. Es casi un tema excluyente de mis últimos libros, lo que más me asombra, esa condición fronteriza donde la naturaleza pierde un poco su nombre. �Frente al agotamiento de las metrópolis europeas como generadoras de fenómenos culturales, usted observa la periferia, ¿en qué campos observa un protagonismo cultural desde el margen? �En el cine, por ejemplo. Grandes películas nos llegan desde Irán. De la misma manera que la mejor novela escrita en inglés a lo mejor está escrita por un indio, o el mejor texto en alemán es de un turco de la comunidad de Berlín. Y quizá a la filosofía le haya llegado el turno en los países latinos, de la lengua castellana que nunca ha sido muy dada para la filosofía. Es una manera de que se pierdan ciertas jerarquías de poder, que en el ámbito de la cultura tienen tanta importancia como en otros campos. No tiene que llevar a la recuperación nostálgica de raíces culturales, sino espolear la creación según las urgencias del presente. �¿Este fenómeno tiene que ver con modas, o se trata de un proceso a largo plazo de desarrollo de nuevos espacios culturales? �Una de las ventajas del mundo global es que algunas jerarquías se vuelven más flexibles, uno deja de saber del todo dónde están el centro y la periferia. Se da a la inversa también, cuando yo pienso en el horror, en el �cuarto mundo�, no pienso en Africa o en la India, sino en el corazón de Nueva York, San Pablo o Buenos Aires. El mundo global a todos nos desconcierta, pero tiene algunos elementos interesantes. Quizás esté pecando de iluso... pero bueno, siempre he sido un poco así. Creo ante todo en la calidad. Hay cine iraní que puede ser muy bueno y hay otro que por mucha buena voluntad que le pongamos nos duerme a todos.
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