opinion
Por Mario Wainfeld
Los dos integran �por ahora� el gobierno nacional. Y ambos le sacaron canas verdes al presidente Fernando de la Rúa en estos días. Ahí terminan los datos comunes entre Melchor Posse y Fernando de Santibañes, cuya prosapia política no podría ser más diferente.
Posse es un político de raza, un peso pesado de la UCR bonaerense y uno de los pocos radicales del país acostumbrado a ganarle al PJ, que tiene en un asentamiento (La Cava) un bastión electoral. Fue intendente de San Isidro �un distrito que aúna los barrios más insultantemente ricos del país con la más dolorosa miseria urbana� desde 1983 hasta 1999. Habla a menudo de categorías arcaicas (�los trabajadores de cuello azul�, �la industria pesada�) alusivas a la retórica populista desarrollista de los �60. Pero es un maestro en el arduo arte de juntar votos y voluntades.
Fernando de Santibañes es un empresario que se hizo rico, riquísimo, de la noche a la mañana en medio del vértigo que le imprimió al sistema bancario el descontrol económico del alfonsinismo. Se graduó en la UBA e hizo su condigno posgrado en Estados Unidos. Integra el CEMA y todos los cenáculos de la derecha económica nativa. Su relación con la política no le viene del fondo de la historia, sino �diríase� por ósmosis. Dos de sus íntimos amigos, amén de vecinos de fin de semana, son dirigentes radicales de alcurnia: el Presidente y el ex ministro del Interior Enrique Nosiglia. Sin haber pisado jamás un comité (ni qué decir una unidad básica), llegó sin escalas del country a las ligas mayores de la política.
El presidente de la Anses y el jefe de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) detonaron sendos escándalos con una semejanza: hablaron ante micrófonos y cámaras de los medios. Posse hizo un anuncio espectacular, un masivo aumento a jubilados. De Santibañes habló generalidades sobre economía en un programa televisivo de menos de 2 puntos de rating, en lo que �según él� quiso ser un apoyo explícito al ministro del ramo y muchos leyeron como un pedido de renuncia de José Luis Machinea.
De los dos emisores de ruido, al momento de escribirse esta columna en la tarde del sábado, el más deteriorado es Posse. Fuentes muy creíbles del Gobierno cuentan que De la Rúa le ordenó al toque a Alberto Flamarique que le pidiera la renuncia, orden que luego retiró o quizá postergó por horas. Pero parece innegable que Posse es, a plazo fijo y muy breve, un ex funcionario nacional.
De Santibañes apenas si debió costearse hasta Economía (desde la SIDE son apenas un par de cuadras, atravesando la Plaza de Perón) y sacarse una foto platicando con �Machi�.
Las tesis conspirativas
Ambos abrieron la caja de Pandora promoviendo hipótesis conspirativas inscriptas en una matriz común: la existencia de dos bloques dentro del Gobierno, el de los enamorados del equilibrio fiscal versus el de los que desean ampliar el horizonte de las políticas sociales. Posse habría puesto una pica �populista� en el Flandes ajustista del equipo económico. Algunos intérpretes pensaron que su anuncio era parte de una ofensiva desatada por la crítica que Raúl Alfonsín hizo al Fondo Monetario Internacional, justo cuando su presidente recalaba en este suelo. Hasta llegaron a decir que Posse es, sin más, alfonsinista.
La tesis suena desmesurada, aunque como toda buena teoría conspirativa tiene zonas tangentes con la realidad. La creciente bronca del ex presidente Alfonsín es una de ellas. Hace diez días personalmente le enrostró a De la Rúa varias críticas, empezando por una decisión que lo saca de quicio: la de proponerle a Domingo Cavallo que lo acompañe en su próximo viaje a Estados Unidos. Alfonsín no descarta hacer público en los próximos días su cuestionamiento a lo que considera un blanqueo innecesario de un riesgoso adversario político.
Pero de ahí a amañar con Posse una jugada que complica a Machinea, a quien Alfonsín adora, media un campo.
Por lo pronto, Posse no es, como se dijo, un alfonsinista. Es possista, un caudillo provincial, con juego propio, que se lleva bien con Alfonsín pero no le va al pie con facilidad. Su mejor amigo y aliado en el radicalismo es Coti Nosiglia, quien, ante oídos amigos, criticó por inopinada la movida del Cholo Posse.
Nada indica que Posse conjuró con Alfonsín, que se despegó de él velozmente. El ex intendente de San Isidro habló, se desdijo y quedó solo de toda soledad sin que nadie, ni un ministro, ni un subsecretario, ni un concejal intentara transformar el tema en un casus belli entre los economistas insensibles y los políticos preocupados por la gente. Nadie, nadie. Ni él mismo, que optó por recluirse en su campo.
Lo magnífico y lo imposible
Marcelo Longobardi se explayó en una llamativa propuesta: que De la Rúa acuerde con los gobernadores Carlos Ruckauf, José Manuel de la Sota y Carlos Reutemann reducir a cero el déficit fiscal antes de fin de este año. Le preguntó a De Santibañes qué le parecía ese proyecto. �Magnífico�, respondió el Señor Cinco. Horas después reconocería ante Machinea y el secretario Mario Vicens �y luego en un reportaje exclusivo publicado por este diario� que había metido la pata al avalar tamaña fantasía. �Debí decir que sería magnífico pero es imposible�, reparó tardíamente. El daño �reducir por vía de una declaración inmeditada a una nimiedad el megarrecorte de 600 millones de pesos� estaba hecho. Agravado porque De Santibañes había condimentado su declaración con una pintura ominosa (a fuer de creíble) de la situación fiscal y una crítica a la ineficacia del Gobierno para recortar gastos.
La mañana del viernes fue un hervidero. La City había traducido las declaraciones como una brutal desautorización a Machinea, brotada del riñón presidencial. Se habló del ministro de Defensa Ricardo López Murphy como el adalid de �los mercados� para nuevo ministro de Economía. Los rumores, que incluían al Presidente en la génesis de la jugada, pulularon por celulares y bares de las cuarenta manzanas que entornan a la Rosada. Algunos cronistas sugirieron que la estructura de la SIDE había fogoneado la operación.
De la Rúa debió apelar �cada vez lo hace con mayor asiduidad� al crédito de su palabra personal: un comunicado de su puño y letra salió al cruce de las versiones.
De Santibañes explicó a Machinea y a este diario que de su boca sólo brotaron elogios al equipo económico.
Los �Machinea boys� atribuyeron su viernes negro a otra conjura en su contra, encabezada por ciertos comunicadores y algunos financistas. A una construcción malsana, enraizada en la nada.
Cosecharás tu siembra
Tal vez la verdad no sea ni tanto ni tan poco. Posiblemente ni Posse ni De Santibañes jugaron a desestabilizar. Pero lo ocurrido no fue una combinación de azares, sino una circunstancia lógica que combina datos anecdóticos con debilidades estructurales de Machinea, paridas en el Gobierno. A saber:
Machinea acometió su gestión como un cruzado de la ortodoxia económica. Pero sigue siendo, a los insaciables ojos de los �mercados�, un converso sospechoso de veleidades populistas. Y por ende permanentemente chantajeable �por derecha�. Que es lo que ocurrió en estos días. A horas de una victoria electoral de la Alianza hubo un recorte del gasto público, situación frente a la cual no reaccionaron enfadados los votantes sino... los duendes de la City.
El gabinete nacional fue urdido por el Presidente para calmar a los mercados y evitar sus proverbiales crisis nerviosas. Para eso sumó por doquier economistas neoconservadores. Ninguno de ellos tenía conocimiento específico en el área estatal que se le asignó. A nadie le importó. Desde el vamos el jefe de la SIDE, Ricardo López Murphy, Juan José Llach y Adalberto Rodríguez Giavarini fueron puestos como virtuales ombudsman del �neokeynesiano� Machinea. Como garantes de su seriedad y eventuales recambios (�por derecha�) del ministro aliancista.
Hasta ahora, el canciller, el ministro de Defensa y el de Educación se han ceñido a gestionar sus respectivas áreas siendo muy cautos para hablar del desempeño de Economía, al que en la interna del gabinete apoyan. Lo que es lógico por delicadeza y porque ellos no harían una gestión distinta a la de Machinea.
De Santibañes viene siendo el único ombudsman económico que habla del tema. Tal vez sea una división de tareas, tal vez una sobreactuación del señor Cinco, un outsider de la política, que se jacta de serlo, de no asistir a las reuniones de gabinete que describe como plenas de retórica e ineficaces.
Como fuera, por malicia o torpeza, toda declaración del jefe de la SIDE será inexorablemente leída como un juicio implícito o explícito sobre Machinea. Así hablara de fútbol (tópico que para un hincha de River como él tiene aristas excitantes en estos días). Cuando De Santibañes explica que quiso convalidar a Machinea ante los mercados o cuando, patético, el ministro de Economía sale a jactarse de contar con el apoyo del jefe de la SIDE, ambos dicen una napa epidérmica de la verdad. E indican una apenas subterránea más fuerte: De Santibañes es un calificado supervisor de Machinea. Como tal funge ante los mercados y los organismos internacionales.
Los que hablan a los mercados
�Algunos miembros de este Gobierno miran sesgadamente hacia los votantes. Otro grupo, que yo integro, les habla a los inversores�, describió De Santibañes a este diario. El fiel de la balanza, que es la tensión entre la democracia y los mercados, sería el propio Presidente.
La minicrisis que desató una desgarbada participación del jefe de la SIDE en un programa de un canal oficial patentiza que los que hablan a los mercados están sobrerrepresentados en número y en predicamento dentro del Gobierno. Los mamporros que el poder económico le propina a un gobierno que (con De la Rúa y Machinea a la cabeza) le es denodada y peligrosamente fiel demuestran que la asimetría de poder es también un dato allá, en las afueras de la Casa Rosada.
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