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Por Martín Pérez
La imagen impresiona. En la tapa del ejemplar de la revista Noticias del fin de semana pasado, aquella foto histórica de Nito y Charly abrazados en su momento de gloria se contrasta con un retrato de Mestre y García hoy, y el golpe de realidad es tan fuerte que destruye incluso cualquier pretensión de nostalgia feliz. Tal vez ésa sea la mejor forma de encontrarle un lado positivo a la tan festejada reunión de Sui Generis. Porque, tal como lo demuestra la crudeza de la comparación de dichas fotos, lo que se fue ya no regresa. El Sui Generis del pachuli, el �aprendí a ser formal y cortés� y el �necesito a alguien que me emparche un poco� no tiene otra razón para volver que el negocio. Y, también, la necesidad nostálgica de quienes se sentían libres ante un mundo que los iba a recibir quisiera o no, y que ahora celebran su supervivencia a costa de aquellos ideales.
Pero ante la realidad artística actual de Charly García, y su evolución en la última década de representante de una generación a kamikaze de ideales sin arriar, el regreso de Sui Generis tiene un regusto a sanidad. Y ciertos antecedentes inmediatos de valor artístico que permiten esperarlo con esperanza. Para comprender la realidad artística de García, no estaría mal recordar aquel film de Carlitos Chaplin en el que el protagonista va paseando por la calle y ve caer una bandera roja de un camión. Carlitos la levanta y corre detrás del camión enarbolando la bandera, y al doblar la esquina aparece detrás de él una manifestación comunista a la que termina encabezando. Casi sin darse cuenta. Como un Chaplin al revés, García se puso a la cabeza de su generación, enarbolando sus canciones como bandera. Con el correr del tiempo, esa generación lo fue abandonando y él ha quedado solo con una bandera que parece quemarle en las manos. Ahora necesita encontrar un camión al que devolverla.
Esa bandera es The Charly García Exhibition, el espectáculo de 24 horas al día que lleva adelante desde comienzos de la década pasada. Una realidad que se hizo más pública a partir de la finalmente patética reunión de Seru Giran, cuando García demostró ante un estadio de River lleno de nostálgicos cuál era su realidad: zapadas trasnochadas antes que megashows en todo debe �salir bien�. Que llevó a sus fanáticos a salir llorando de sus conciertos al ver a su ídolo delirar en público, como después sucedió en las presentaciones de La hija de la lágrima y Say No More en el Teatro Opera.
En esos tiempos duros, en los que parecía que el destino final de García sería inmolarse en público (¿lo es?), el único momento en que pareció escapar de la trampa de ser Charly fue a través de Casandra Lange, un proyecto para el que recuperó la memoria de cuando era simplemente Carlitos García Moreno, una feliz época preSui Generis en la que escuchaba Los Beatles, Bob Dylan y The Birds en su hogar porteño.
A pesar de haber institucionalizado el �Me tiré por vos�, lo cierto es que los tiempos suicidas de García parecen haber terminado. Su �Lo que ves es lo que hay� ha triunfado, creando un nuevo personaje García al que Charly está aprendiendo a actuar. De encarnar ideales ajenos, de ahogarse en un dolor propio sin fondo, hoy García despierta día a día en un mundo que existe simplemente para ser �una jodita para Charly�. Sólo así es posible comprender su reunión con Menem, a quien hizo lucir un brazalete de Say No More (y con quien grabó un disco que ofrece gratuitamente en MP3 en su site de Internet: charlygarcia.com); o su �Aguante Cavallo�, justo cuando el ex ministro parecía a punto de tirarse desde un noveno piso también. García es hoy un sobreviviente, y ha encontrado un lugar donde dejar esa bandera que tanto le pesaba. Claro que sin bandera ya no hay arte, sólo una representación necesitada de ambiciones para satisfacer artísticamente. Porque con el aguante no alcanza. Por eso la esperanza �pírrica, tal vez� ante el anuncio del regreso de Sui Generis. No deja de tener su lógica que un García casi sin voz �desde que Hilda Lizarazu dejó su banda� vuelva a buscar la original. Porque en su último concierto masivo, lo mejor �y lo más actual, paradójicamente� fueron, precisamente, las canciones de Sui Generis cantadas con Nito. Aquella vez, ante la mayor audiencia que hayan tenido alguna vez, ambos llevaron adelante impecables versiones de �El show de los muertos� y �Música de fondo para cualquier fiesta animada�. Y porque, después de no poder mirarse a sí mismo sin ver otra cosa que dolor (y todos los hilos de su arte), Charly García parece capaz de mirar atrás, y ver desde el 2000 al adolescente que comenzó todo. De ser así, sería bueno saber qué es lo que tiene para decir(se), después de tanto tiempo.
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