Mientras
en la Argentina es la obsesión dominante y la fuente de tremendos
conflictos, la ideología del ajuste está perdiendo audiencia en los
países ricos, donde se insinúa ya el advenimiento de una era de
prodigalidad fiscal. Es que, con la notable excepción japonesa, el
grueso de los países ricos gozan ya, o están por gozar, de superávit
presupuestario. En Estados Unidos el excedente fiscal equivale ya a
dos puntos del Producto Bruto. Aunque hubo una política rigurosa
respecto del gasto, los números negros desplazaron a los rojos por
obra de un sostenido crecimiento económico, con caída en la tasa de
desempleo. De este modo, la recaudación aumentó sistemáticamente y
barrió con el déficit. Pretender el mismo logro a partir de un
cuadro recesivo, como se viene haciendo en la Argentina, es poco
prometedor.
El dilema que se les
plantea a norteamericanos y europeos es qué hacer con la plata que le
está sobrando al Estado: ¿ir eliminando la deuda pública,
invertirla en objetivos sociales o reducir impuestos? En otras
palabras: ¿qué decidir respecto del ahorro actual del sector público:
cancelar con él los desahorros pasados, utilizarlo como instrumento
de desarrollo social, o sencillamente suprimirlo ajustando los
ingresos al gasto? Lejos de estas disyuntivas, los ministros de De la
Rúa emplean gran parte de su tiempo en ver dónde cortan gastos, cómo
enfrentan el malhumor que provocan a su alrededor y de qué manera
preservan sus ambiciones políticas mientras reparten tijeretazos.
Una perspectiva
inquietante para los mercados financieros es la creciente escasez de
bonos públicos que se avecina. Las empresas ya no tendrán que
competir con los papeles estatales. ¿Preanuncia esto una era de tasas
declinantes y apogeo de la inversión privada? ¿Ya no será posible
refugiarse en los insospechados títulos soberanos durante épocas de
crisis? Quizá se ablanden las condiciones financieras para emisores
como el Estado argentino, que ha sido al fin de cuentas un proveedor
muy marginal de planchas y láminas para el mercado de deuda: ¿cuánto
puede pesar un pasivo de 122 mil millones en un mundo cuyo stock de
valores gubernamentales suma por ahora 15 billones de dólares?
Como más allá de los problemas reales que existen para
financiar el presupuesto hay una exacerbación fundamentalista en
torno del ajuste y sus virtudes curativas, llegándose al absurdo de
sostener que con un superávit primario igual a los servicios de la
deuda se sanarían todos los males de esta economía, es posible que
el olvido del tema en los países capitalistas dominantes les baje el
tono a los fanáticos locales. |