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OPINION

El ajuste ya pasó de moda

Por Julio Nudler

Mientras en la Argentina es la obsesión dominante y la fuente de tremendos conflictos, la ideología del ajuste está perdiendo audiencia en los países ricos, donde se insinúa ya el advenimiento de una era de prodigalidad fiscal. Es que, con la notable excepción japonesa, el grueso de los países ricos gozan ya, o están por gozar, de superávit presupuestario. En Estados Unidos el excedente fiscal equivale ya a dos puntos del Producto Bruto. Aunque hubo una política rigurosa respecto del gasto, los números negros desplazaron a los rojos por obra de un sostenido crecimiento económico, con caída en la tasa de desempleo. De este modo, la recaudación aumentó sistemáticamente y barrió con el déficit. Pretender el mismo logro a partir de un cuadro recesivo, como se viene haciendo en la Argentina, es poco prometedor.

  El dilema que se les plantea a norteamericanos y europeos es qué hacer con la plata que le está sobrando al Estado: ¿ir eliminando la deuda pública, invertirla en objetivos sociales o reducir impuestos? En otras palabras: ¿qué decidir respecto del ahorro actual del sector público: cancelar con él los desahorros pasados, utilizarlo como instrumento de desarrollo social, o sencillamente suprimirlo ajustando los ingresos al gasto? Lejos de estas disyuntivas, los ministros de De la Rúa emplean gran parte de su tiempo en ver dónde cortan gastos, cómo enfrentan el malhumor que provocan a su alrededor y de qué manera preservan sus ambiciones políticas mientras reparten tijeretazos.

  Una perspectiva inquietante para los mercados financieros es la creciente escasez de bonos públicos que se avecina. Las empresas ya no tendrán que competir con los papeles estatales. ¿Preanuncia esto una era de tasas declinantes y apogeo de la inversión privada? ¿Ya no será posible refugiarse en los insospechados títulos soberanos durante épocas de crisis? Quizá se ablanden las condiciones financieras para emisores como el Estado argentino, que ha sido al fin de cuentas un proveedor muy marginal de planchas y láminas para el mercado de deuda: ¿cuánto puede pesar un pasivo de 122 mil millones en un mundo cuyo stock de valores gubernamentales suma por ahora 15 billones de dólares?

  Como más allá de los problemas reales que existen para financiar el presupuesto hay una exacerbación fundamentalista en torno del ajuste y sus virtudes curativas, llegándose al absurdo de sostener que con un superávit primario igual a los servicios de la deuda se sanarían todos los males de esta economía, es posible que el olvido del tema en los países capitalistas dominantes les baje el tono a los fanáticos locales.

 

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