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Un juicio para un crimen olvidado


La Justicia francesa reabrió el caso del asesinato del padre Longueville, muerto en 1976. El caso le costó la vida a Angelelli.

 

Obispo Enrique Angelelli.


Por Eduardo Febbro
Desde París
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Olvidado durante años entre la masa de crímenes cometidos por los agentes de la dictadura, privado de toda posibilidad de justicia debido a las normas francesas, el caso del cura francés Gabriel Longueville, asesinado en la provincia de La Rioja el 18 de julio de 1976, pasará ahora ante la Justicia de Francia. La sala de Acusación del Tribunal de Apelación de París anuló una disposición que dejaba sin curso el expediente de la instrucción del caso Longueville, adoptada por el juez Roger Le Loire en 1998. Ese año, la familia del padre francés que trabajaba en la Argentina para la Orden de las Misiones de Francia presentó una querella con constitución de parte civil por los cargos de crímenes de lesa humanidad, genocidio y asesinato. Pero en febrero de 1999 el juez Le Loire rechazó la querella considerando que la calificación de crimen de lesa humanidad no podía figurar en cargos que concernían hechos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, con lo cual la acción pública quedó interrumpida debido a que el delito estaba cubierto por la prescripción.

  Sin embargo, el trabajo de la abogada Sophie Thonon permitió que la Justicia reabriera el caso. Thonon apeló la primera decisión alegando que la "calificación de crímenes de lesa humanidad" entraba en el derecho francés, incluso tratándose de hechos recientes, tanto más cuanto que la prescripción invocada estaba interrumpida por la instrucción efectuada en la Argentina. Este es el argumento que tomó en cuenta la Sala de Acusación del Tribunal de Apelación de París y que da lugar a que, al menos en ausencia, los responsables del secuestro y el asesinato del padre Gabriel Longueville sean juzgados en París igual que el capitán Alfredo Astiz. La intervención de la Justicia de Francia reviste tanto más importancia cuanto que la muerte del religioso está íntimamente ligada al asesinato del obispo de La Rioja, Monseñor Angelelli, que trabajada con Longueville.    En la noche del 18 de julio de 1976, los padres Gabriel Longueville y Carlos Dios Murias fueron secuestrados por civiles armados que se identificaron como miembros de la Policía Federal en la localidad de Chamical, provincia de La Rioja. Al día siguiente, sus cuerpos con claros signos de tortura fueron encontrados a 5 kilómetros de Chamical, tirados al lado de la vía. Las condiciones del secuestro y el asesinato de Murias y Longueville llevaron a monseñor Angelelli a realizar una investigación para esclarecer el crimen. Su intervención iba a serle fatal.

  El 4 de agosto de 1976, 17 días después del asesinato de Murias y Longueville, monseñor Enrique Angelelli, obispo de la diócesis de La Rioja, murió en circunstancias oscuras. La versión oficial estableció que Angelelli falleció en un accidente automovilístico, pero pruebas aportadas más tarde confirmaron sin ambigüedad que se trató de un atentado. El día del supuesto accidente, el obispo de La Rioja volvía de Chamical, donde había celebrado una misa y pronunciado la homilía en la cual denunció el asesinato de los dos padres. En la camioneta que conducía Angelelli había un testigo, el padre Arturo Pinto, y un elemento que pareció interesar a quienes lo asesinaron: un portafolio que contenía las pruebas recabadas por Angelelli sobre el asesinato de Murias y Longueville. Pinto contó que apenas dejaron Chamical, otro auto comenzó a seguirlos. El obispo se dio cuenta, aceleró, pero a la Altura de Punta de los Llanos surgió otro coche que lo encerró hasta hacer volcar la camioneta. El cuerpo de Angelelli fue encontrado con la nuca destrozada a golpes. La camioneta y el portafolios desaparecieron.

  La Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas escuchó al testigo Peregrino Fernández, que reveló que "uno o dos días después de lo ocurrido, los papeles que portaba Angelelli llegaron a la Casa Rosada, dirigidos al ministro de Interior (Albano) Harguindeguy en una carpeta remitida desde la Guarnición Militar Salta con la expresa mención de que se trataba de documentación confidencial". Otro testigo, Plutarco Antonio Scheller, declaró que durante sus interrogatorios escuchó decir a la policía que lo custodiaba: "Eso le tenía que pasar a ese cura comunista hijo de..."

  Por el caso de los padres Murias y Longueville hay, en principio, un detenido. Se trataría de Eduardo Lapellegrina, un ex integrante de los grupos represivos que confesó su participación en el crimen. Sin embargo, en el legajo en poder de la Justicia francesa se acusan al fallecido comandante Luis Estrella, al coronel Jorge Pedro Malagamba y al entonces ministro de Interior Harguindeguy. Un cuarto de siglo después de esa serie de asesinatos, la memoria, que nunca se queda en silencio, vuelve a pronunciar las sílabas de los culpables.

 

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