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MARTA MAFFEI, LIDER SINDICAL DE LOS DOCENTES
"No incorporar a las mujeres debilita a la sociedad"

En una charla personal, habla de familia, de hijos, de qué difícil es fabricar tiempo para los que más se quiere. Discute el rol de la mujeres en la política y el sindicalismo, detesta "la frutilla del postre" de los que arman la lista y "ponen una mujer para cumplir". Y cuenta cómo y por qué nació la Carpa de los docentes, escenario de una protesta seminal.


Por Mario Wainfeld
t.gif (862 bytes) --¿Es fácil para una mujer ser dirigente sindical? ¿Es muy machista el ambiente? ¿Cómo se banca la doble jornada una gremialista?

  --Fácil no es, pero me parece que no es fácil para nadie ser un dirigente sindical. Tampoco para los compañeros, no es fácil vincularse con la gente, lograr el espacio en los medios para que la propuesta del sindicato se conozca. En esto trato de no discriminar porque es injusto. Hay muchos compañeros a los que llevar adelante la función sindical les cuesta un horror. Hay compañeros que dirigen seccionales, gremios en cada una de las provincias, que viven modestamente a la par de sus compañeros, muchísimas veces sin licencia gremial, sin absolutamente nada, poniendo sus propios autos.... O sea, es difícil para todos. Además, en la medida que la situación social se pone complicada, nosotros, que venimos de familias modestas, tenemos un reclamo, los compañeros de sus esposas y nosotras de nuestros maridos o compañeros. La casa hay que atenderla, hay que dedicarle un tiempo a la familia. En la docencia, debo confesar, (ser sindicalista) no es tan difícil porque el 80 por ciento somos mujeres. A las compañeras les gusta ver a una dirigente mujer, votan bien. Muchos sindicalistas ya han entendido que en algún cargo, primera o segunda, tiene que ir una mujer en las listas.

  --¿Ve mucho a sus nietos?

  --No, no. No, eso ya está claro. Dificultades personales tengo muchas. Yo tengo mis nietos en Neuquén...

  --¿Cuántos nietos tiene?

  --Cuatro y a fin de año voy a tener cinco. Anoche, por ejemplo llegué a las diez, casi once, a casa, de Misiones y mi esposo me dice en cuanto llego: "Llamá urgente a Neuquén que tu nieto te está esperando levantado para hablar". Me quería explicar que había ido al jardín y que tenía un compañerito que hace magia y estaba muy contento. Tiene tres años, se quedó levantado... (sonríe).

  --Por ahí lo podía pedir para el sindicato, si hace magia, digo...

  --Sí. Hay veces que uno tiene, yo tengo dificultades, digamos, para tener dos días y poder coincidir con mi esposo o estar allá un rato más con ellos. Me pierdo las etapas de crecimiento y estar más cerca de mis hijos, pero... es una opción, ¿no? Una cuando elige su trabajo tiene ciertos objetivos, para mí el sindicalismo no es un trabajo más. Creo que es definitorio para la vida social de la Argentina y creo que acá también estoy trabajando por mis nietos y por mis hijos y por los hijos de mis nietos y por la sociedad en su conjunto.

  --Lo cual no quiere decir que los hijos o los nietos no quieran verla ahora en su lugar de mamá o de abuela...

  --Exactamente. Lo que hago es tratar de no perder tiempo. Acumulo todas las tareas que puedo en días de trabajo que son muy largos y trato cada mes tener unos días en que me pueda dedicar a verlos, a estar con ellos...

  --¿Sus nietos la ven por televisión? ¿La ubican en su rol público?

  --Sí, sí, me ven, me ubican.

  --¿Qué dicen cuando la ven por TV?

  --Y, cosas diferentes. Mi nieta mayor, por ejemplo, cuando era más chica (ahora ya tiene diez años) le daba vergüenza cuando me veía por televisión. Se tapaba porque le parecía que yo también la estaba viendo a ella. Y sí, los chicos asumen el rol que tengo y además tengo una alta comprensión. Mi familia es muy generosa en este sentido. Mi esposo ha sido no solamente el padre de mis hijos sino un compañero, que ayuda. Que no le gusta que vaya sola a determinado lugar y me acompaña o pone el auto y me dice "Tenés que ir a tal lado. No quiero que vayas en remise, te voy a acompañar". Esto significa mucho, porque además son los ratos en que mejor podemos charlar. Mis hijos también son muy solidarios, colaboran, siempre colaboraron. Esta tarea hace muchos años que yo la hago, desde cuando ellos eran chicos. Así que todos saben poner a funcionar el lavarropas o hacerse cargo de la cocina, lo hemos repartido bien en la familia, digamos. En esto no hay machismo, funciona bien. Pero sí, adentro, en otros sindicatos sí, lo que observo, es como en los partidos políticos, "Ahora, después de que los hombres arreglaron la lista, busquemos una mujer para ponerla con el nombre y no para incorporarla..."

  --La frutilla le llaman a eso algunos políticos, que es como armar la torta y después...

  --Claro, no incorporar la visión femenina en los programas, en los proyectos. Y esto produce una fuerte debilidad para la sociedad, no solamente para los sindicatos. La conducción masculina de la historia del mundo es sin duda una visión parcializada. Yo no diría que han sido tan exitosos los hombres como para vetar el camino de las mujeres. Creo que vamos viviendo mejores tiempos en este sentido, en los últimos años ha habido una apertura mayor, me parece importante que la visión de la mujer, no sobre el tema de la mujer, sino sobre la educación, sobre los niños, sobre la política, la visión femenina sobre las guerras, sobre los cultos religiosos, tiene que aparecer mucho más en escena. No para confrontar, sino para armonizar y tener una visión integrada y no parcializar como quiere el machismo.

  --En los últimos años las mujeres han ocupado un lugar de lucha muy importante, un lugar de representación de las demandas contra la injusticia, un nivel de personalización, que tiene varios hitos o varias figuras desde las Madres hasta las Viudas de Memoria Activa... o Marta Maffei. Hay un lugar de "la mujer, luchadora social" sin perder el rol femenino.

  --Las mujeres han mostrado en la sociedad argentina una capacidad para la lucha, pero una capacidad también para encontrar caminos alternativos que es ejemplar. Lo que puede llegar a hacer una madre que se ha quedado a cargo de dos o tres chicos, desde revolver la basura a cocinar en un comedor, para darles de comer a sus hijos y para no desintegrar la familia... Es increíble la creatividad que la mujer puede desplegar a la hora de mantener a su familia. Y, en muchos casos, significa un alto coraje y una cuota muy importante de preservación de la especie, de preservación de la raza, tal vez más alta que la que tiene el hombre en este sentido. Tal vez, si ustedes ven hoy el conflicto, como que las mujeres tienen hoy más, yo no diría coraje...

  --Aguante, ¿no?

  --Sí, un poco más de aguante, pero además, un poco menos de resignación. No es tan fácil que abandone, que se dé por vencida, digamos, resiste un poco más. Hoy si ustedes ven en los medios de comunicación un conflicto en un barrio porque no han puesto un puente o porque atropellaron un chico o porque la policía no se conduce adecuadamente, siempre enfrenta a la cámara una mujer, planteando la situación social, no resignándose a las cosas como están y creo que es muy importante, en las mujeres y en los hombres, pero me alegra que las mujeres tomen un papel distinto.

  --Usted mencionó la palabra creatividad que pareciera una necesidad en democracia. Una especie de rebusque necesario para entrar en la arena mediática. ¿Cómo se les ocurrió la Carpa?

  --Nosotros teníamos un mosaico de conflictos provinciales. En 14 provincias habían rebajado los salarios, en una se lo habían bajado a todos, en otras a un porcentaje, a los de más arriba, a los de más abajo, pero en todas el sesgo final era el ajuste, que hoy vuelve a repetirse en algunos casos. Y nosotros decíamos "¿cómo hacer para que en la cabeza de los compañeros se integre que el problema a fondo no es cada provincia, cada gobierno, sino una política nacional, casi diríamos una política global que lleva a que los pobres sean cada día más pobres?".

  --Ustedes enfrentaban, por otro lado, un problema que era cómo se había programado desde el gobierno nacional el sistema educativo. Propendía a polarizar, a dividir los conflictos en tantas provincias. A atomizar el conflicto.

  --Atomizarlo a nivel provincia y más aún. Hacer de cada escuela una pyme, donde los docentes se arreglaran con su patronal y dejar el conflicto totalmente circunscripto ahí. Sacarlo de la vidriera nacional, porque había que vender al Banco Mundial la imagen de que los programas eran efectivos, que todo andaba bien, la reforma educativa... y entonces había que dividir los conflictos y dejarlos circunscriptos a áreas reducidas y, por supuesto, diluir la posibilidad de un gremio nacional. Así que la idea fue encontrar un espacio para la nacionalización del conflicto justo cuando Carlos Menem era reelegido.

  --Con más votos que la primera vez.

  --Con más votos que la primera vez y con un agravante: la trivialización de la vida social. Parecía que en los medios, en realidad, no se podía instalar ningún tema serio. En ese momento en que ponemos la Carpa el tema en la Argentina desde hacía un mes y medio era Maradona, Coppola, Samantha Farjat... Olvidando toda la otra Argentina subyacente, de gente que cotidianamente trabaja, que es responsable, que asume la educación de sus hijos, que tiene un proyecto de vida. No aparecía en ninguna parte, como que no estaba contenida. Lo nuestro era también un desafío para ver si era posible instalar temas serios que involucraran a la sociedad. La Carpa fue, en un primer momento, el espacio que sugirió Hugo Yasky que es un compañero que conduce la Ctera, también, como el espacio físico para organizar la denuncia. Después, agregarle a la Carpa el ayuno fue una decisión del conjunto. Los compañeros decían "lo que nosotros tenemos que denunciar es grave, lo que le pasa al país educativo es grave, ¿cómo hacer para que la sociedad nos crea? Si no le damos a esto alguna otra impronta que muestre que estamos dispuestos a correr algún riesgo, que estamos haciendo algún sacrificio porque la cosa es suficientemente grave, esto no va a tomarse como lo que es". Ahí fue cuando se decidió incorporar el ayuno. Y después las cosas se fueron dando porque estuvimos en una situación muy límite cuando los compañeros que ayunaban tenían 28 días de ayuno y nosotros veíamos que no podíamos resistir más. Los médicos decían que los compañeros no podían seguir, y a alguien se le ocurrió la posibilidad de reemplazarlos por otros compañeros. Eso permitió atender una presión de la gente que nos decía "pero ustedes no pueden jugar tan alto y terminar con la muerte de un compañero". Eso nosotros no lo podíamos permitir.

  --Con eso consiguieron un nivel de identificación con la gente común que tal vez la extrema flagelación, el gran sacrificio militante hubiera alejado. La persona que mira, por ahí, en algún punto dice "yo no soy como este que se deja morir".

  --Exactamente. Creo que logramos un equilibrio entre el espacio para la denuncia y la seriedad con que hicimos el planteo del ayuno y que fue seguido.

  --Usted contó varias veces que los pibes que entraban a la Carpa no comían delante de los ayunantes.

  --Nadie. Ni una galletita. Era como una solidaridad que venía de afuera, gente que venía y que se pasaba la tarde entera y sólo tomaba un mate o un té con los compañeros. Fue muy notable el esfuerzo de la sociedad alrededor de la Carpa, el acompañamiento, el no dejarnos solos ni en Navidad, ni en Año Nuevo. Con la Carpa aprendimos muchas cosas: que en realidad esa otra Argentina que imaginábamos existía y que era bueno sacarla a flote y permitir que los argentinos explicitaran las conductas solidarias. Me parece que la Carpa, sinceramente, fue un poco el principio del fin de la era menemista. Fue una denuncia muy fuerte al régimen, a la política economicista que dejaba de lado lo humano. Mucha gente decía "éste es un espacio público", en realidad era semipúblico, la Carpa era nuestra, pero estaba abierta y cualquier demanda social o cualquier persona que quisiera hacer un planteo tenía la Carpa como ese espacio. Con prensa, insólito, donde el reclamo llegaba. Los despedidos de determinado lugar no tenían espacio, venían a la Carpa y como había medios, tenían el espacio que necesitaban para denunciar situaciones sociales muy graves. Se construyó una alternativa popular.

  --¿Cuando empezó a militar, pensaba que se podían hacer acciones gremiales de esa naturaleza?

  --Sí.

  --¿Sí?

  --Sí, sí, sí.

  --¿Segura?

  --Sí. No, no exactamente cuáles porque esas acciones van surgiendo también de acuerdo a las posibilidades concretas, pero digo que sí porque yo fui fundadora del sindicato de Neuquén, en el año '81, en plena dictadura. Y ahí nomás estuvimos aguantándonos en la plaza los perros de la dictadura y los carros hidrantes, cantando el himno con todos tomados la mano. Y después hicimos largos ayunos en la provincia.

  --¿Sus hijos estudian, trabajan?

  --Celina hace magia, tiene su propio programa y trabaja con sus compañeros. Hacen espectáculos para niños, trabajan muy bien, para niños y para grandes, hacen una cosa muy linda, muy sana, de diversión en familia que es muy interesante. Y Santiago trabaja en Ctera, en prensa y estudia relaciones públicas en la facultad.

  --Sacaron dos costados de la mamá.

  --Sí, dos costados de la mamá. Una es multifacética y seguramente del papá han sacado otros costados más científicos o más... otras características.

  --Volvamos a la doble o triple jornada. ¿De verdad, cocina o no cocina Marta Maffei?

  --Bueno... yo antes cocinaba mucho, cada vez cocino menos porque estoy muy poco en casa. Me gusta hacerlo cuando puedo y estoy en casa. Pero generalmente llego a la noche tarde y, regularmente, si sobró algo comemos. Y si no, el que cocina más es mi esposo.

 

POR QUE MARTA MAFFEI

Cuando ser mujer no es gratis

Por M.W.
 
Es sindicalista y logró un enorme respeto social. Es mujer y logró prosperar en el machista ambiente sindical. Habla en voz baja, pausadamente, razona y logró presencia en la a menudo cirquera arena televisiva. Tiene sobrados motivos para, aun sin ser arrogante o creída, hablar en primera persona del singular. Pero el "yo" le cuesta, le sale mucho más el "nosotros", Ctera, "los compañeros". Hay una moderación esencial, un recato, una permanente remisión a lo colectivo, una calma inusual en el discurso de Marta Maffei.

  La entrevista que hoy se publica fue grabada por el centro de producción televisiva de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA (Cepro) y fue concebida como una charla personal. El lector advertirá cuánto cuesta llevar a Maffei a que explique que su vida fue dura, que su militancia le priva de tiempo con sus hijos y nietos, que ser mujer no es gratis. Pero, dirigente al fin, prefiere iluminar lo positivo, rescatar el apoyo de otros. En este reportaje se recorre el gremialismo, la carpa, la vida cotidiana de una militante. Salvo las alusiones al menemismo el resto es una suma de reconocimientos. A su familia primero, a sus compañeros después, a la gente que comprendió la Carpa y así.

  Y ojo que Maffei no es una conformista ni posee una mirada ingenua de la realidad. Si llegó adonde llegó es porque conoce un par de trucos. Sabe, por experiencia propia, que la sociedad es un territorio de lucha. Y tiene un nivel de elaboración y teorización de su experiencia que ya quisieran muchos científicos sociales.

  Nuestra democracia restaurada tiene una deuda enorme con las mujeres que, desde distintas posiciones, se han convertido en paladines de los reclamos de justicia. En militantes incansables y llenas de templanza. Marta es, con todo derecho, una de ellas.

  No es sencillo ser mujer y dirigente en una sociedad machista o en un sindicalismo que --diga lo que diga la entrevistada-- también lo es. Ni ser sindicalista en una cultura individualista al mango. Ni remontar con el ejemplo o el cuerpo el lastre de tanto gremialista corrupto o decadente.

  Marta logra todo eso. Por eso, amén del placer que significa hablar con alguien que sabe en serio de educación en un ambiente donde sobran advenedizos y chantas, este diálogo con Marta Maffei.

 

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