Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

 

La policía no encontró el cadáver, pero se fue con el estómago lleno

 

Mientras destruían el patio de una casa, en busca de un hombre desaparecido, desmantelaron un kiosco. Nadie quiere pagar los daños.

Vitalina Correa, esposa del hombre desaparecido, muestra su patio, que parece bombardeado.


Por Carlos Rodríguez
t.gif (862 bytes) El patio de cerámica que había en el fondo de la humilde casa parece un campo minado después de las explosiones. Diez bomberos, a los que la Municipalidad de La Matanza proveyó de un impiadoso martillo neumático, tuvieron a su cargo la tarea de bombardear la retaguardia, siguiendo órdenes de un juez y bajo la mirada del fiscal. Lo más duro fue la presencia policial: quince hombres de la Delegación Departamental de Investigaciones de ese partido coparon la casa por 24 horas y retuvieron en su interior a la familia, compuesta por dos mujeres, un adolescente y varios niños. En el frente de la casa hay un pequeño kiosko y, ese día, los uniformados tuvieron alfajores y galletitas gratis, además de tomarse todas las gaseosas. ¿Qué buscaban? El cadáver del esposo de la dueña de casa, desaparecido desde hace ocho años, cuando estaba muy enfermo y con problemas mentales (ver aparte). "Una tarde se fue y nunca lo pudimos encontrar", dijo su mujer, Vitalina Correa, que no está acusada de haberlo asesinado. "Sólo había huesos de pollo y restos de un bife de costilla", contó a Página/12 uno de los bomberos. Ahora, nadie se hace cargo de los destrozos.

  La orden del juez Marcelo Claudio Dau era muy clara: cavar en los fondos de la casa de Bazurco 1185, de Rafael Castillo, "más precisamente en donde existe un piso de cemento que funcionaría como patio, procediendo, en caso afirmativo, al secuestro de restos óseos y otro elemento de interés para la presente investigación", señaló en un escrito. El pedido había sido formulado por Ana Bazarava, hermana de Carlos Bazarava, el esposo desaparecido, e impulsado por el fiscal Daniel Sueiro. La fundamentación del procedimiento fue una versión sobre la supuesta presencia de restos humanos en el terreno, bajo el ahora "ex" patio de cerámica.

  Fuentes de la Unidad Fiscal 4, a cargo de Sueiro, admitieron que "por ahora" no se ha confirmado la presencia de restos humanos en la zona, tan malamente excavada. Sin embargo, los voceros justificaron el procedimiento porque "era necesario investigar esa posibilidad en un caso que sigue sin resolución". La orden de allanamiento tiene fecha 4 de abril del 2000, se cumplió un día después y aunque se había anunciado que se trabajaría durante 48 horas, la tarea se suspendió luego de la primera jornada a pleno martillo neumático. A más de un mes del suceso, nadie se hace cargo de reparar el daño causado.

  "Es primordial resarcir el daño", dijo a este diario Ernesto Vissio, representante legal de Vitalina Correa, jefa de la familia afectada por el procedimiento. "Si hubo excesos como los denunciados por mi cliente, si la policía estuvo 24 horas en la casa y prohibió la salida de todos, hubo privación ilegítima de la libertad", precisó el abogado. "Si se comieron y tomaron todo lo que había en el kiosco, eso está encuadrado dentro de la figura delictiva de 'hurto'", agregó.

  Vissio, que presentará una demanda contra la policía para solicitar un resarcimiento económico, anticipó que tiene "plena confianza en el juez Dau, que es muy garantista y a quien desde ya separo de las irregularidades que tuvo el procedimiento". Para el letrado, la actuación policial demostraría "cómo se actúa con la gente humilde y cómo se la discrimina". 

  Uno de los bomberos que participó en el procedimiento se mostró intrigado por la forma en que se actuó: "Fue raro, porque se rompió el patio y se hicieron excavaciones de hasta 80 centímetros, cuando lo habitual es llegar al metro veinte". Y se preguntó "¿por qué razón no se excavó dentro del pozo ciego?" que, abandonado desde hace 18 años, está ubicado en un rincón del terreno. 

  Además del patio, se rompieron todos los caños del lavadero y los que salían de la cocina de la casa. "Cuando dejaron de cavar había una mugre bárbara, pero no se pudo limpiar esa noche porque nos quedamos sin agua", recordó Vitalina Correa. También vive allí Lucía Bazarava, la hija mayor, casada y con hijos chicos. Ella atiende el kiosco esquilmado por la voracidad policial.

  "Se comieron y se tomaron todo, sin pedir permiso. Se movían con tanta libertad que entraban al kiosco tirando todo al suelo", explicó Lucía. El abogado Vissio pidió a los Bomberos Voluntarios de La Matanza, a los que "no se va a responsabilizar por los desmanes", que aporten un informe sobre las construcciones que resultaron destruidas durante el allanamiento. El escrito resumirá "todo lo que pasó, que es tal cual lo relata la familia", adelantó un vocero del cuerpo, cuyos miembros trabajan sin percibir sueldo alguno: "Lo único que queremos es ayudar a la gente", aseguraron.   

 

Ocho años desaparecido

Carlos Bazarava desapareció en junio de 1992. Desde 1984 estaba enfermo de cáncer, pero eso no le hizo perder "el hábito de fumar", recordó su esposa Vitalina de Correa, de 44 años. El hombre, que tenía 16 años más que ella y que este año cumpliría 60, estuvo internado varios meses en el Hospital Muñiz. Luego su salud mejoró, pero cuatro años después volvió a resentirse y en el lapso de un año tuvo otras tres internaciones.

  Más tarde comenzó a manifestar algunos problemas mentales, acrecentados porque "bebía bastante". Su conducta empeoró y comenzó a tener regresiones, se escapó varias veces del Hospital de Morón y eso obligó a que los médicos le dieran el alta. "Un sábado, cuando yo estaba en el trabajo y mi hijo menor dormía, salió de la casa hacia Morón y nunca más volvió".

  La familia hizo la denuncia ante la comisaría de Rafael Castillo, pero la investigación nunca arrojó resultados positivos, hasta que en abril pasado se realizó el operativo para buscar --sin éxito-- su cadáver en el fondo de la casa donde había vivido. 

 

PRINCIPAL