Construir el afuera
Por José Pablo Feinmann |
1. Durante estos días los argentinos observamos al Gobierno tratando de jugar a dos juegos incompatibles. Uno, permanecer dentro del sistema monolítico, unificador, aplanador del capitalismo de mercado. Dos, tratar de paliar los costos sociales que esa permanencia/pertenencia implica. El juego Uno es económico. O con mayor precisión: acepta la visión hipereconomicista y despolitizada que el capital megafinanciero propone. El mundo está tramado (globalizado) por los intereses económicos y es dentro de esa esfera donde deben tener lugar los diálogos, los debates, las posibles diferenciaciones. Que, claro, no existen. No existen porque son imposibles. La unificación económica del mundo por medio de los intereses financieros es un hecho. Todas las tramas confluyen y se tejen en los grandes organismos del poder del dinero. En los centros totalizadores del poder del Capital: el Fondo Monetario, el Banco Mundial, etc. Vivimos la época del totalitarismo económico-financiero. Este totalitarismo abomina de la política y sólo cree en los números, en la libertad del Capital. Así, las cuentas cierran o no cierran. Cuando cierran significa que la lógica de la economía se cumple. Y quienes la cumplen siguen dentro de esa lógica y pueden disfrutar de sus �beneficios�, que se traducen siempre en préstamos o ayudas que aumentan las deudas de los deudores y el poder de los acreedores. Cuando no cierran significa que se corre el riesgo más temido de los economistas: quedar afuera del sistema del Capital. Hay, entonces, que cerrar esas cuentas, lo que determina ajustes, reducción de gastos, recortes, flexibilización. En suma, intensificar la tasa de sufrimiento de los pueblos que habitan las regiones deudoras. Jamás discutir la lógica de la economía, ya que discutirla implicaría entrar en la política y los economistas no saben nada de política.
El juego Dos es político. Son los políticos quienes les dicen a los economistas no tiren más de la soga porque el sofocado ya no sólo se sofoca sino que se asfixia y se muere y antes de morir hará algo políticamente incómodo como, por ejemplo, protestar, cortar rutas, rebelarse. Y nosotros, dicen los políticos, tendremos que acudir al incómodo trámite de reprimirlos, es decir, golpearlos, patearlos, meterlos presos y ordenarle a esa policía que casualmente está armada hasta los dientes, esos dientes que muestra con furor, que no se exceda, que reprima humanitariamente, que no golpee tanto, que no patee tan fuertemente o lo que es aún más incómodo y hasta difícil de lograr, que, por favor, no torture porque eso está muy mal y ya lo hicieron los militares y esto es la democracia.
El plan económico de pertenencia a la lógica del Capital megafinanciero es incompatible con el plan político piadoso, tercerista, que le pide buenos modales al poder represivo. El poder represivo de una sociedad es paralelo a su poder de inclusión social y económica. Si el poder de inclusión es escaso o mínimo, el poder represivo será numeroso y máximo. Los rumbos de la economía de un país se leen en el equipamiento de las fuerzas represivas. Si este equipamiento está sobredimensionado, habrá miseria. Si los gastos de equipamiento son reducidos o se mantienen bajo un sensato control, habrá trabajo. En un país donde existe el primado de la economía sobre la política, donde se acepta la lógica dominante del Capital megafinanciero, la exclusión es el destino de la mayoría. Y la exclusión exige una policía fuerte. Para castigar a los que se mueven fuera del bloque de pertenencia: los delincuentes y los contestatarios sociales. Para ambos, mano dura.
De esta forma, se producen choques en todo gobierno entre economistas y políticos. Los economistas viajan y se reúnen con los capitostes del Capital megafinanciero. Luego regresan al país y dicen: �Hay que recortar,ajustar, flexibilizar�. �No podemos�, dicen los políticos. �Por qué�, preguntan los economistas. Los políticos dicen porque la gente no da más, sale a la calle, protesta, corta las rutas y otras desprolijidades. Los economistas sólo saben decir: �Llamen a la policía�.
2. El poder megafinanciero se apoya y se afianza en el poder comunicacional y el informático. Asistimos a la constitución de un único significante mundial. Un solo líder, un solo pueblo, decía Goebbels. Algo así está ocurriendo. Lo dirá Slavoj Zizek, un doctor en Filosofía esloveno que tramó un libro bajo el fascinante título de Todo lo que usted quería saber sobre Lacan y nunca se atrevió a preguntarle a Hitchcock. Atención a este texto: �Un indicador extra de la necesidad de algún tipo de politización de la economía es la perspectiva abiertamente �irracional� de concentración casi monopólica del poder en manos de un solo individuo o corporación, como es el caso de Rupert Murdoch o de Bill Gates. Si la próxima década produce la unificación de los múltiples medios de comunicación en un solo aparato que combine las características de una computadora interactiva, un televisor, un equipo de audio, y si Microsoft realmente consigue convertirse en el dueño casi monopólico de este nuevo medio universal, controlando no sólo el lenguaje que se emplee en él sino también las condiciones de su aplicación, entonces es obvio que nos enfrentaremos con una situación absurda en la que un solo agente, libre de todo control público, dominará la estructura comunicacional básica de nuestras vidas y será, por lo tanto, más poderoso que cualquier gobierno� (Página/30, nº 118, mayo 2000).
¿Qué consigna para la acción política surge de todo esto? Claramente: construir el Afuera. Decirles a los economistas que no hay una sola lógica, la lógica del Capital megafinanciero. Que hay que politizar la economía. Lo que significa adecuarla a las necesidades de las cuentas de la comunidad y no de los organismos financieros. Son las cuentas de los sufridos habitantes de estos países desangelados las que deben cerrar. Para eso se llega al gobierno. Si no, es deseable persistir en la oposición. Hay que enfrentarse al pensamiento unidireccional. Al Sujeto Unico y totalizador del Capital informático y comunicacional. No ser constituidos desde afuera, en exterioridad. Buscar al sujeto de la negación. Al sujeto que pueda decirle a Bill Gates: tu subjetividad no es la mía. Sólo voy a ser libre cuando pueda decirle no al bombardeo obstinado de tus significantes. Gobernar es crear un discurso propio. Es decir y no ser dicho. Decidir y no ser decidido. Cualquier otra posibilidad termina siempre llamando a la policía, pidiéndole que golpee, que castigue, que les haga sentir a los revoltosos que la violencia represiva es la continuación del poder megafinanciero, informático y comunicacional... por otros medios.
REP
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