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Amague de golpe de mercado para hacer pasar el ajuste

El debate sobre dolarización o devaluación borró de la escena la cuestión social. El Gobierno fue arrastrado a un ajuste más duro.

José Luis Machinea, ministro de Economía, sospechado de falta de fe en la convertibilidad


Por Raúl Dellatorre
t.gif (862 bytes) No llegó a ser un "golpe" del mercado, pero su sola insinuación les valió a los sectores "fundamentalistas" del neoliberalismo recuperar la iniciativa y el control de la agenda política. Otra vez, la imperiosa necesidad del ajuste prevalece sobre la urgencia por solucionar las crisis del interior, que hasta hace dos semanas ocupaban el centro del debate político. La simple puesta en escena de la dolarización, la devaluación, o la primera precedida de la segunda, obligó al Gobierno a reaccionar con una propuesta de ajuste del gasto público más dura que las previamente planteadas. El fundamentalismo ganó la batalla.

  Desde hace por lo menos quince días comenzó a generarse, desde el circuito financiero, un "clima de desconfianza" hacia José Luis Machinea, ministro de Economía. La discusión interna en el Gobierno en cuanto a la mejor forma de conseguir recursos o llevar alivio a los sectores más castigados fueron traducidas como "fisuras" de la línea de acción de la Alianza. La alternativa de aumentarles a los jubilados o gravar con Ganancias los intereses de los plazos fijos de las empresas fueron condenadas como "herejías" por los profetas del dogma neoliberal.

  La escalada contra Machinea alcanzó su pico el último viernes. Los mismos que cuestionan la falta de fe de la actual conducción económica en la convertibilidad son los que echaron a rodar la alternativa de la dolarización o la devaluación. Pero con una sociedad fuertemente endeudada en dólares, con tarifas de servicios indexadas en dólares pero con ingresos fijos en pesos, devaluar o dolarizar es el equivalente a condenar a gran parte de la población a una brutal transferencia de ingresos en favor del capital concentrado y de los sectores exportadores. Hoy, inestabilidad monetaria es sinónimo de inestabilidad política.

  La instalación de una discusión estéril, como la de dolarización o devaluación, no fue ingenua ni inocente. Quienes la impulsaron pretendían, y lograron, enredar nuevamente al Gobierno en el debate sobre un nuevo ajuste, desplazando de la escena otras cuestiones de fondo, como la situación de millones de excluidos por el modelo económico. Las estadísticas ya revelaban desde hace varios años que la pobreza y la indigencia recorrían un camino constantemente ascendente, pero fueron las imágenes en televisión de los piqueteros del norte, decididos a perder la vida por un puesto del Plan Trabajar de 160 pesos por mes, las que hicieron tomar conciencia a la población del problema estructural existente. En una sociedad mediática, una imagen en TV vale más que la comprobación diaria de ver gente revolviendo bolsas de basura para alimentarse.

  Los agitadores del mercado preocuparon al Gobierno en una medida que no habían alcanzado los agitadores en las rutas. Agitando el fantasma de la devaluación, obligaron al Gobierno a correr en el sentido que se habían propuesto: más ajuste. Incluso, utilizando personajes del propio elenco oficial: Fernando de Santibañes apareció como un supuesto mejor intérprete del dogma neoliberal que Machinea, mientras Ricardo López Murphy fue colocado en primera línea de la grilla de candidatos a ocupar el Palacio de Hacienda. "Viajó a Estados Unidos y espera su turno", señaló ayer el informe semanal de una tradicional sociedad de bolsa.

  El mismo informe advierte que "anunciar un nuevo recorte del gasto puede no ser suficiente para recuperar las expectativas. Necesitamos ver medidas concretas y duras. Y rápido. Si no se hace, entonces es posible que en las próximas semanas veamos al mercado intentando testear el grado de resolución del Gobierno en mantener la convertibilidad".

  Al Gobierno ya no le alcanza con "testear" la voluntad popular en elecciones, como la que hace apenas quince días tuvo lugar en la Capital Federal con notorio éxito. Ahora es el mercado el que testea al Gobierno, apropiándose del slogan del "Vamos por más" que presidió la campaña de la fórmula porteña Ibarra-Felgueras. "De la Rúa deberá dar señales necesarias, incluyendo cambios en su gabinete", dice el mismo informe de la sociedad de bolsa ya aludido. "Si pretende recuperar la confianza de los mercados, el Presidente deberá demostrar que se inclina rotundamente por el ala ortodoxa. La Jefatura de Gabinete o el Ministerio de Economía son los lugares clave."

  Lo significativo es que "el mercado" no es una entelequia, sino que gobernar respondiendo a los dictados del mercado favorece a intereses bien concretos. El problema es que ni los sectores disconformes del Gobierno, ni la principal fuerza de oposición, han mostrado otros caminos alternativos.

  En buena medida, el informe expresa el posicionamiento que asumen hoy grupos financieros extranjeros, capitales controlantes de mercados de bienes y servicios y grandes exportadores, tras quince días de acoso sobre el Gobierno y la conducción económica. Todos ellos respiran hoy más tranquilos que hace dos semanas. Si no logran el reemplazo de Machinea por un "neoliberal" que les dé más garantías, al menos han logrado arrinconarlo. Las urgencias sociales dejaron de ser la prioridad y no serán ellos, en todo caso, a los que se les haga pagar el ajuste, como puede haber pensado algún "hereje" hasta unos pocos días atrás.  

 

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