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Desde hace por lo menos quince
días comenzó a generarse, desde el circuito financiero, un "clima
de desconfianza" hacia José Luis Machinea, ministro de Economía. La
discusión interna en el Gobierno en cuanto a la mejor forma de conseguir
recursos o llevar alivio a los sectores más castigados fueron traducidas
como "fisuras" de la línea de acción de la Alianza. La
alternativa de aumentarles a los jubilados o gravar con Ganancias los
intereses de los plazos fijos de las empresas fueron condenadas como
"herejías" por los profetas del dogma neoliberal.
La escalada contra Machinea
alcanzó su pico el último viernes. Los mismos que cuestionan la falta de
fe de la actual conducción económica en la convertibilidad son los que
echaron a rodar la alternativa de la dolarización o la devaluación. Pero
con una sociedad fuertemente endeudada en dólares, con tarifas de
servicios indexadas en dólares pero con ingresos fijos en pesos, devaluar
o dolarizar es el equivalente a condenar a gran parte de la población a
una brutal transferencia de ingresos en favor del capital concentrado y de
los sectores exportadores. Hoy, inestabilidad monetaria es sinónimo de
inestabilidad política.
La instalación de una discusión
estéril, como la de dolarización o devaluación, no fue ingenua ni
inocente. Quienes la impulsaron pretendían, y lograron, enredar
nuevamente al Gobierno en el debate sobre un nuevo ajuste, desplazando de
la escena otras cuestiones de fondo, como la situación de millones de
excluidos por el modelo económico. Las estadísticas ya revelaban desde
hace varios años que la pobreza y la indigencia recorrían un camino
constantemente ascendente, pero fueron las imágenes en televisión de los
piqueteros del norte, decididos a perder la vida por un puesto del Plan
Trabajar de 160 pesos por mes, las que hicieron tomar conciencia a la
población del problema estructural existente. En una sociedad mediática,
una imagen en TV vale más que la comprobación diaria de ver gente
revolviendo bolsas de basura para alimentarse.
Los agitadores del mercado
preocuparon al Gobierno en una medida que no habían alcanzado los
agitadores en las rutas. Agitando el fantasma de la devaluación,
obligaron al Gobierno a correr en el sentido que se habían propuesto: más
ajuste. Incluso, utilizando personajes del propio elenco oficial: Fernando
de Santibañes apareció como un supuesto mejor intérprete del dogma
neoliberal que Machinea, mientras Ricardo López Murphy fue colocado en
primera línea de la grilla de candidatos a ocupar el Palacio de Hacienda.
"Viajó a Estados Unidos y espera su turno", señaló ayer el
informe semanal de una tradicional sociedad de bolsa.
El mismo informe advierte que
"anunciar un nuevo recorte del gasto puede no ser suficiente para
recuperar las expectativas. Necesitamos ver medidas concretas y duras. Y rápido.
Si no se hace, entonces es posible que en las próximas semanas veamos al
mercado intentando testear el grado de resolución del Gobierno en
mantener la convertibilidad".
Al Gobierno ya no le alcanza
con "testear" la voluntad popular en elecciones, como la que
hace apenas quince días tuvo lugar en la Capital Federal con notorio éxito.
Ahora es el mercado el que testea al Gobierno, apropiándose del slogan
del "Vamos por más" que presidió la campaña de la fórmula
porteña Ibarra-Felgueras. "De la Rúa deberá dar señales
necesarias, incluyendo cambios en su gabinete", dice el mismo informe
de la sociedad de bolsa ya aludido. "Si pretende recuperar la
confianza de los mercados, el Presidente deberá demostrar que se inclina
rotundamente por el ala ortodoxa. La Jefatura de Gabinete o el Ministerio
de Economía son los lugares clave."
Lo significativo es que
"el mercado" no es una entelequia, sino que gobernar
respondiendo a los dictados del mercado favorece a intereses bien
concretos. El problema es que ni los sectores disconformes del Gobierno,
ni la principal fuerza de oposición, han mostrado otros caminos
alternativos. En buena medida, el informe expresa el posicionamiento que asumen hoy grupos financieros extranjeros, capitales controlantes de mercados de bienes y servicios y grandes exportadores, tras quince días de acoso sobre el Gobierno y la conducción económica. Todos ellos respiran hoy más tranquilos que hace dos semanas. Si no logran el reemplazo de Machinea por un "neoliberal" que les dé más garantías, al menos han logrado arrinconarlo. Las urgencias sociales dejaron de ser la prioridad y no serán ellos, en todo caso, a los que se les haga pagar el ajuste, como puede haber pensado algún "hereje" hasta unos pocos días atrás.
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