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OPINION

Bandera equivocada

Por Alfredo Zaiat

El Gobierno está confundido cuando habla del gasto. Colocado en la trinchera de enfrente en la madre de todas las batallas, el equilibrio de las cuentas, el gasto público es el blanco hacia adonde apunta la metralleta. La obsesión por mostrar a los mercados su profesión de fe a la ortodoxia fiscal lo lleva por caminos equivocados, si el objetivo es recuperar a la economía de su ya largo letargo de más de 18 meses. El problema que enfrenta la estructura estatal no es de magnitud, sino de eficiencia en la utilización de los recursos. 
Más bien, éste es un Estado pobre, mal equipado, con carencia de recursos humanos, necesitado de capacitación de su personal. El gasto público, como lo saben todos los economistas, incluso los liberales más obtusos, es una de las variables de la demanda agregada. Esto es que lo que gasta el Estado, bien o mal (obviamente sería mucho más productivo que fuera bien), ayuda a aceitar el motor de la economía. 
Que un legislador de Formosa tenga un presupuesto de 21.700 pesos mensuales es a toda vista un despropósito, que rebela por lo injusto y burla a la legión de desocupados, subocupados y trabajadores con magros ingresos. Pero el necesario y bienvenido ajuste de ese insultante presupuesto de legisladores provinciales no debería ser bandera por el hecho del ahorro del gasto público que implicaría ese recorte. Aquellos que aspiran a liderar una política progresista tienen, en todo caso, la oportunidad de redistribuir ese �ahorro� estimado en 235 millones de pesos. Y esquivar, de ese modo, la trampa que tan bien saben colocar en la senda de los gobiernos los profetas del mercado. 
Aunque cause repulsión moral, el frío análisis económico dice que ese puntero, asesor, secretaria recibe su sueldo del legislador dadivoso con dinero ajeno y lo gastan, permitiendo que ese consumo alimente la de por si ya enflaquecida economía. Resulta más que evidente que ese dinero tendría que tener otro destino y que el gasto lo deberían hacer otras personas. Y es aquí donde se confunden las cosas. En el actual contexto internacional, de tasas en ascenso y retracción de capitales, y doméstico, deflación de precios y consumo planchado, no es la reducción lisa y llana del gasto público, precisamente, lo que permitirá que la economía comience un proceso de crecimiento sostenido. Más bien todo lo contrario. Lo que es levantado como una bandera irrenunciable de una gestión que pretende ser transparente y ordenada puede terminar hundiendo aún más la economía en un pozo donde se incuba así una inquietante situación de deterioro social.

 

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