Por Leontxo García
Desde Nueva York
El mítico actor Humphrey Bogart se ganaba la vida, antes de ser famoso, jugando por dinero al ajedrez en lugares públicos. Alguna vez hizo trampa, y tuvo problemas, y meses después el FBI lo investigó como sospechoso de espionaje, a raíz de sus partidas por correspondencia. La vida era muy dura hacia 1930, justo después de la gran depresión económica, para los actores jóvenes y casi desconocidos como Bogart (1899-1957), que intentaba abrirse camino en Broadway. Pero él arregló el problema gracias al ajedrez, su gran pasión: jugaba partidas rápidas por dinero, a 50 centavos cada una.
Quiso el destino que, cerca de un café neoyorquino donde se jugaba al ajedrez, Bogart compartiese piso con uno de esos peculiares individuos que tientan a los clientes a jugar por dinero y dejarse ganar, pero sólo de vez en cuando, con el fin de desplumarlos en las partidas siguientes. La especie aún no se ha extinguido: para comprobarlo, basta darse una vuelta por la plaza Washington o el Central Park de Manhattan, donde gentes de toda raza y condición social disputan partidas a diario, con apuestas o sin ellas.
Algunos testigos contaban que el actor derrotaba al supuesto experto con frecuencia. Tanta, que el dueño del café le ofreció el trabajo. Ya fuera por amistad o cualquier otra razón, el caso es que Bogart declinó la oferta, pero continuó jugando muchas partidas a 50 centavos por los cafés de la zona de Times Square. El ambiente debía parecerse bastante al que suele verse en los pasillos del hotel donde se disputa el Abierto de Nueva York, donde blancos, negros, asiáticos, judíos, árabes e indios, aficionados o profesionales, ricos o pobres, jóvenes o viejos, disputan partidas rápidas a cualquier hora del día, además de las oficiales del torneo que organiza Cuchí, un joyero heráldico que se trasladó hace 40 años de Madrid a Nueva York y todavía no ha vuelto. La única diferencia sustancial que cabe imaginar es la ausencia del humo de tabaco: para fumar hoy en Manhattan hay que marcharse a la calle o a bares y restaurantes muy específicos.
Muchos años más tarde, cuando ya era uno de los actores más taquilleros y un mito en ciernes, Bogart jugaba al ajedrez en Hollywood con apuestas de por medio, y de importantes sumas, según relata uno de sus biógrafos. No sólo eso: Bogart fue directivo de la Federación de Ajedrez de Estados Unidos y de la Asociación de Ajedrecistas de California. Se conservan algunas �pocas� partidas suyas. Por ejemplo, una que perdió ante el maestro belga Limbos, de la que fueron testigos las hermosísimas Lauren Bacall, que era su esposa, y Katharine Hepburn.
El incidente con el FBI tiene puntos en común con los que sufrieron algunos ajedrecistas españoles durante el franquismo con miembros de la Guardia Civil, quienes confundían la transcripción de las jugadas en revistas soviéticas (en alfabeto cirílico) con posibles pruebas de militancia comunista. Los agentes federales interceptaron el correo de Bogart y sospecharon que sus partidas postales eran mensajes en clave.
El mítico actor hizo trampas, eso también está demostrado Una de ella es famosa, y ocurrió durante un traumático duelo con Mike Romanoff, dueño de un famoso restaurante de Hollywood, quien le ganó cien dólares tras derrotarlo en 20 partidas seguidas. Molesto, el actor planeó la venganza: llamó a Romanoff para desafiarlo a una partida telefónica por la misma cantidad, que en ese momento era para el un dineral. Ufano y confiado ante la perspectiva de doblar el capital sin esfuerzo, Romanoff aceptó, y fue masacrado en 20 movimientos. El biógrafo no precisa si la sorprendida víctima llegó a enterarse de que Bogart jugó esa partida con la ayuda de Herman Steiner, triple campeón de Estados Unidos y fundador de un club de ajedrez en Hollywood. Pero deja clara que más de una vez él se jacto de la hazaña en la intimidad. Todo esto demuestra que las escenas de Bogart jugando al ajedrez �en Casablanca, por ejemplo� no fueronfruto de la casualidad, sino de una pasión tan desmedida como poco conocida hasta ahora.
|