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UNA BANDA QUE ASALTA Y TORTURA A BOLIVIANOS
Ola de terror en las quintas

En los últimos 40 días hubo 19 asaltos contra quinteros bolivianos en la zona de Escobar. Las bandas de encapuchados no sólo les roban: los golpean y torturan con una saña increíble. Ayer detuvieron a cinco personas.

Muchas familias bolivianas prefieren volverse a su tierra.

En la casa de Alberto entraron los encapuchados: los ataron y les exigieron el dinero.


Por Alejandra Dandan

t.gif (862 bytes) Hay un alambrado frente a Víctor Demies. �Cuando sentí el ruido de los golpes en las otras puertas �dice�, me levanté enseguida: yo sólo podía esperar que golpearan mi puerta�. Víctor habla de un asalto, pero también de pánico colectivo. Es quintero en Los Cardales, una zona donde Buenos Aires se hace pueblo de sembrados bolivianos. Hace diez días su familia fue golpeada por grupo de encapuchados, los mismos que arrecian, y también torturan, desde hace cuarenta días a bolivianos del oeste bonaerense. Dicen que quieren plata, al menos la exigen a gritos. Pero no es sólo eso. Entre culatazos de escopetas sueltan frente a los bolivianos lecciones de xenofobia: �A qué vienen aquí �les gritan�, por qué no se van a su tierra�. Página/12 visitó a los quinteros víctimas de la cacería encabezada por un grupo de al menos 15 personas. La fiscalía ayer detuvo a cinco (ver aparte), pero en la zona oeste del gran Buenos Aires los rastros de la caza no se detienen: mientras unos pocos se arman para resistir, hay un fuerte éxodo de hombres y mujeres que, asustados, optaron por su regreso a Bolivia.
Entre los sembrados hay hectáreas de pastos altos: es tierra abandonada. Algunas fueron dejadas hace menos de treinta días, cuando se inició en la zona la caza sistemática del dinero boliviano. Benjamín Villafañe es uno de los arrendatarios que hasta hace unos meses alquilaba 18 hectáreas en Los Cardales para la producción de frutillas. El hombre, ahora desde el camino, señala la tierra y cuenta, simplemente, que la dejó. A pesar de los 40 mil dólares invertidos en cañerías de riego artificial. Tiene tres esquirlas metidas en su cabeza desde hace un año, cuando su quinta pasó el primer robo, anterior a los ataques que ahora dejaron tajeada la cara de don Alberto, su vecino. 
Fue justo hace veinte días, a las 2.30 de la mañana. Alberto dormía en una pieza de familiares con los que comparte trabajo y campo. �Nos entraron como seis encapuchados �va diciendo�, nos juntaron a toditos atados, nos amarraron las manos y nos pedían la plata�. Alberto como buena parte de su comunidad no guarda la plata en el banco. En esa casa tenía 280 pesos: �Lo teníamos ahicito nomás �cuenta�, porque es poquito�. No respondió cuando le exigieron el dinero. No dijo que, como muchos, lo tenía escondido en el hueco de una pared. Por eso dos encapuchados se lo llevaron al fondo. �Me zarandearon y de ahí me metieron en un cuarto: me agarraron del cogote y me tiraron contra la jaula�. 
La jaula es el cajón de madera contra la que Alberto rebotó hasta que �bajaron los cables y me amarraron un alambre: quisieron darme la corriente �dice y sigue�. Recién ahí les avisé dónde estaba la plata�.
Esas cajas de ahorro domésticas parecieron, al principio, la hipótesis más fuerte para quienes analizaban las causas de la sucesión de robos (ver aparte). Villafañe explica que los quinteros patrones suelen tener en sus casas entre 2000 y 3000 pesos �por las dudas�, durante todo el año. Los empleados, en cambio, no más que el capital de Alberto. 
La producción más importante en la zona son las frutillas. Ahora es época de receso. Se supone que éste es el momento en que los quinteros han vendido su producción y cuentan con dinero en mano. Pero la patota de encapuchados no sólo busca dinero. Ellos cuentan que no se llevan las combis último modelo o las F100 que se usan; tampoco televisores. Para los quinteros la saña puede estar llegando desde las filas sindicales. �Hasta el año pasado le dábamos al sindicato 150 pesos por mes para evitar que nos persigan�, dice uno. Esa paga se suspendió. Pero el trabajo colectivo de los bolivianos, no. Creen que su cosecha puede perjudicar. 
�Yo creo que lo hacen de envidia. Por eso a mi primita le tiraron agua y no sé qué líquido para electrificarla.
La que habla es una nena. Está en una cancha de fútbol en día feriado. No tiene más de 15 años, los mismos que le dejan decir que �como a lagente boliviana le va bien, se ve que los otros quieren que les vaya mal, por envidia�. 
En la cancha hay un grupo de treinta chicos y dos hombres grandes, con palizas ganadas en los últimos asaltos. Hablan de dos mujeres armadas entre la banda y de una lista: �Dicen que tienen una lista �comenta uno� con el nombre de todos los quinteros y que van marcando cada una y después entran�. De esa especie de lista negra es de lo que huyen. Muchos de los quinteros dejaron ya sus hectáreas arrendadas y se fueron a casas de sus familias en Escobar. En los últimos cuarenta días hubo 19 asaltos en las quintas, asaltos crueles. 
Es que la tortura forma aquí parte de un juego donde los abusos se naturalizan como una mecánica de dominación blanca. Frente al viejo Alberto intentaron amordazar a las dos bebés de la casa. No las ataron, es cierto. No hacía falta: había una palangana repleta de agua en el cuarto. Amenazaron con ahogarlas. �Se las querían aguar al agua�, le sale al hombre que tiene un tajo en la frente cerrado con trece puntos, rastro del culatazo en el galpón, de esa lógica a la que no puede ponerle un nombre. �Estaban con más armamentos, con más armas que guerrilleros: ni que fuera una guerra�.
Es que las capuchas en esta historia funcionan como metáfora: ni siquiera los quinteros saben quiénes los están golpeando. Acaso una imagen puede arrimar alguna explicación. La escena ocurre bajo la Panamericana: en la estación Matheu. Por allí cruza en este momento el auto de Benjamín Villafañe. El hombre señala la estación y dice: 
�Ve, ve. Mire a esas dos familias: cada día se están yendo entre dos y tres familias bolivianas a su patria.

 


 

CINCO DETENIDOS POR LOS ROBOS
�Se sentían Dios�

�Vea lo que incautamos, ahí está todo dicho�, dice el fiscal Juan José Maraggi, y se remite a las pruebas: cuatro pistolas 9 milímetros de la Policía Federal, varias escopetas y carabinas, dos armas largas Ballester Molina 1125, tres revólveres 32, dos 38 y algunas curiosidades como doce pasamontañas ��no de los que cualquiera usa para ir a Bariloche sino preparados para ocultar el rostro��, gas paralizante, pantalones camuflados y varios pares de borceguíes. Y son justamente capuchas y borceguíes lo único que las víctimas del particular asalto ocurrido en Los Cardales el martes pasado pueden reconocer de sus victimarios. Ayer, la policía detuvo a cinco sospechosos �uno de ellos una mujer�, con lo cual suman siete los apresados hasta el momento.
�Obviamente se trata de un grupo de personas organizadas, pero no es fácil acusarlos de asociación ilícita�, dice el fiscal. �En principio, será por robos, aunque se ve que le tomaron el gusto a pegarle a los bolivianos, tal vez porque no denuncian, porque son demasiado sumisos.�
Los siete allanamientos realizados ayer a la madrugada trazaron un línea en el mapa de la provincia de Buenos Aires delimitando zonas en las que es común el �trato violento y los asaltos a bolivianos�, según Maraggi. Dos domicilios en Escobar, uno en Los Cardales, otros dos en Moreno y General Rodríguez �todas casas de clase media, una quinta con el chalet en construcción� fueron los lugares recorridos por la Dirección de Investigaciones de Zárate-Campana, acompañados por un fiscal. De los cinco detenidos ayer �Carlos Piquer y Rodolfo Paniagua habían sido apresados la noche del asalto�, tres pertenecen a la misma familia: Osvaldo Daniel Dávila y sus hijos Osvaldo y Karina, y serían los que señalaban las quintas trabajadas por bolivianos que fueron asaltadas en los últimos 40 días, aparentemente por este mismo grupo que también integraban Héctor Montiel, Andrés Cáceres y Cristian Salinas, el último todavía prófugo.
�Las capuchas se usaron para protegerse en caso de un posible reconocimiento pero también para intimidar. Yo no dudo en calificar como tormentos lo que sufrieron las familias de las fincas conocidas como Traverso, Almeida y Alfonso�. Robo a mano armada, tormentos y privación ilegítima de la libertad es lo que se les imputa a los primeros detenidos. El resto espera la decisión de la jueza de Garantías. Según el oficial del destacamento de Los Cardales �estaban tan cebados que se sentían Dios, por eso los agarramos. Sabían bien a qué venían porque uno era de Morón y el otro de Merlo y acá si no conocés te perdés en las calles de tierra�.

 

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