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�Aunque soy crítico del gobierno,
en Cuba me pasan por las radios�

Francisco Céspedes es un atípico músico cubano que no está entre los revolucionarios de la Nueva Trova ni entre los viejitos del Buena Vista Social Club. Ni, tampoco, entre los �gusanos de Miami�.

Céspedes acaba de presentar en la Argentina su segundo disco, �Donde está la vida�, de corte melódico.
El primero, �Vida loca�, llegó a vender nada menos que un millón y medio de ejemplares.


Por F. D.

t.gif (862 bytes) Francisco Céspedes es músico y es cubano, pero no es discípulo de Silvio Rodríguez ni tiene más de 70 años, datos que pueden ayudar a confeccionar su identikit artístico/ideológico: no está comprometido con la revolución socialista ni pertenece a la nueva revolución, la de los viejos soneros recuperados por Buena Vista Social Club. Está en el medio. Su música, para sorpresa del público argentino (acostumbrado a la trova o a la salsa), podría encuadrarse dentro de la �canción melódica�, con todos los reparos que esta denominación sugiere. Su primera grabación, Vida loca, vendió más de un millón y medio de discos en México (donde reside desde hace ocho años), Estados Unidos y España, y acaba de sacar el segundo, Donde está la vida, que fue presentado protocolarmente el martes pasado en La Trastienda. 
A los 44 años reconoce, en diálogo con Página/12, que �he venido enfrentándome con la nostalgia. Proponiendo mecanismos psicológicos para olvidar el dolor que me produce estar lejos de Cuba�. Una nostalgia que no le impidió forjar en México, junto con otros cubanos como Amaury Gutiérrez y David Torrens, su destino de cantautor exiliado exitoso. �Me fui para que se conociera mi música�, dice, y acaso esa decisión aceleró su adaptación a la industria musical capitalista. �Con las disqueras (su sello es la multinacional Warner) uno les hace creer que hace lo que ellas quieren, y finalmente uno hace lo que sabe, que es escribir canciones como a uno se le antoja�, asegura, satisfecho. Ahora sí lo conocen en su país: �Aunque la Warner y Fidel son enemigos, yo me manejo por fuera, me las arreglo para mandar cinco discos y en un mes lo tienen miles de personas. Lo copian, lo piratean, y también, aunque soy crítico del gobierno, me pasan por la radio. Las cosas han cambiado, a ellos les conviene, porque el pueblo quiere escuchar las canciones, y a mí también: me utilizan, y me gusta ser utilizado�, concluye.
Se crió en Santa Clara y también vivió en La Habana. Recibió, por lo tanto, influencias que navegan entre las canciones de Sindo Garay que le cantaba su abuela, la música clásica que le hacía escuchar su padre, el incipiente rocanrol que se respiraba en el barrio de La Víbora, la noche de los clubes habaneros, los poemas de Vallejo y Neruda, el jazz que llegó con los años de conservatorio (porque, eso sí, más allá de las críticas que le hace al �régimen�, reconoce que �las escuelas de música son excelentes, y para todos�). En México tuvo la suerte de hacerse amigo de Miguel Bosé y Alejandro Sanz, quienes le abrieron las puertas de España, país que también supo conquistar con sus canciones románticas, bien producidas, y con una complejidad armónica superior a la media del género. Es todo un ejemplo de perseverancia: le fue tan bien que en los últimos meses se compró una casa en Miami Beach. �Lo hice porque no puedo vivir lejos del mar, y además porque México está muy difícil, es un lugar donde te matan y no es noticia�, explica.
�Entonces, ¿comunismo o capitalismo?
�Yo no hablo de comunismo sino de fidelismo. El problema es que en el mundo de hoy no hay una tercera opción. De algún modo, al vivir en México o en Miami, yo ya elegí. Pero esa elección no me impide comprobar que el capitalismo de América latina también está podrido, y que estamos condenados a vivir pendientes de nuestros gendarmes, los Estados Unidos. Lo que ocurre es que, aun en esas condiciones, me dio la posibilidad de desarrollar mi música. A mí en Cuba no me hubiese conocido nadie. 
�Como le pasó durante tantos años a los músicos de Buena Vista.
�Es que a ellos realmente no los conocía nadie. Estaban tirados esperando morir. Cantaban en sus casas. El que diga otra cosa, que venga y me lo diga. Estoy orgulloso de esos viejitos, por la vitalidad que demuestran y por la maravillosa música que le están regalando al mundo. Aunque ya se sabe cómo es esto: los productores ya están con los colmillos afilados, buscando viejitos por todos lados. 

 


 

Festival de rock, locro y chocolate en la Villa Ciudad Oculta
Un 25 de Mayo atípico, en la patria stone

Por Fernando D�Addario

En la tarde patria de Ciudad Oculta, los únicos �símbolos� identificables fueron la lengua stone y la hoja de cannabis pintada en remeras rockeras. Unos mil pibes, convocados por el grupo Los Gardelitos, coincidieron en que sus himnos preferidos sonaban mejor en una guitarra distorsionada y que sus banderas (las del aguante, la del �somos los negros/somos los grasas/pero conchetos no�, las de la pelea a muerte �contra la yuta y todos los gobiernos que son la misma mierda�, según se escuchó) le escapan a cualquier intento de domesticación institucional.
En el corazón de la villa, mientras el cielo amenazaba con quitarle respaldo al consenso festivo de sus habitantes, una larga fila de chicos, ancianos y señoras con bebés en brazos esperaba por el locro que se cocinaba con paciencia de barrio bajo, en cinco ollas populares. El Chino, que vive desde hace más de veinte años en la Oculta, se encargaba de que todo estuviese en orden. Las panaderías del barrio aportaron el pan, se hizo una colecta para comprar el chocolate (previsto para la tardecita) y el locro, y para conseguir el dinero que faltaba se sabe que siempre hay un Robin Hood dispuesto a dar una mano. 
�No soy nacionalista, acá no hay discursos políticos ni se canta el Himno, ni nada de eso. Elegimos el 25 de Mayo para hacer esto porque la gente se sensibiliza más, se junta, participa.� Corneta es, además de líder de Los Gardelitos (lo de líder tiene que ver con que casi todos los integrantes de la banda son, además, sus hijos), un tipo del Bajo Flores que vivió marginalmente el rocanrol de los �70, el de los �80 y el de los �90, y que hoy, a los 49 años, sigue tocando en villas, cárceles y hospitales suburbanos con una naturalidad que despeja cualquier sospecha de curiosidad antropológica. Su pretendida prescindencia política será más política que nunca cuando diga, ya arriba del escenario, ante una barra de desaforados (no confundir con Pinochet) felices: �Estoy cansado de los que se ponen la remera del Che Guevara y despotrican contra el sistema, pero después ven un pobre y se asustan�. 
Pero es temprano todavía. Antes de que suban las bandas, el primer hit de la tarde es el vino Pico de Oro (un peso el cartón, sin derecho a réplica para hígados sensibles) y la alternativa pop es �Ternuva�, que no parece más alentadora. Las empanadas fritas (tres por un peso) que prepara la esposa del quiosquero de la esquina son, a esta altura, un paliativo frente al hambre que provocan los humitos emergentes de la fiesta. Gustavo Bazterrica, Black Amaya y Bruja Suárez suben al escenario. Son los �Vetustos Blues Boys� y desactivan los primeros atisbos de resaca generalizada con �Suéltate rock and roll�, aquel himno de Polifemo. El barrio está conmocionado. Llegan pibes de Merlo, de Berazategui, de Villa Celina, de Avellaneda. Sonido no hay, pero no importa. Claudio (que acredita haber trabajado con los Redondos y con Keith Richards en su visita a Buenos Aires) es el jefe de �escenario�. A falta de lo que un convencionalismo podría catalogar como tal, resultan idóneos unos tablones que consiguió en un centro comunitario de Curapaligüe y Cobo. El escenario prefabricado aguanta en un galpón a medio construir, suficiente y necesario.
Tocan los chicos de El Túnel, que se ganan respeto y aplausos. ¿Barrio violento? Quizás en otras circunstancias. El Chino dice que �la Ciudad Oculta es una cosa para los diarios y otra cosa para nosotros. Para los diarios sólo existe en las páginas policiales, pero acá dentro existimos, y también somos gente�. Los vecinos se quejan porque los sábados y domingos no hay en el barrio ni siquiera una sala de primeros auxilios. Y eso sí es violencia. Es el momento ideal para que suban �Los hijos de puta� (una banda paralela de Pity, el cantante de Viejas Locas), un grupo al mejor estilo Cypress Hill (entre otras cosas por su temática alusiva a la marihuana), que es ovacionado por los presentes al grito de, precisamente, �¡Hijos de puta/hijos de puta!�, otro acto de justicia. Y llega el final con Los Gardelitos, fiesta absoluta, pogo, chocolate caliente para los chicos, vino, faso y rocanrol para los grandes. Un 25 de Mayo en la patria stone de Ciudad Oculta.

 

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