Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

el Kiosco de Página/12

Inocencio y Woitila
Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn

Los problemas del mundo no pasan desapercibidos. Van carcomiendo todo un sistema y llegan hasta el seno de las Iglesias. En Hamburgo, el jueves comienza el Congreso de los Católicos de Alemania. Una Iglesia que se enfrenta cada vez con más problemas internos, con una abierta rebelión de sus teólogos más importantes. Es la Iglesia Católica más rica del mundo y por eso tiene tanta influencia en el Vaticano, porque lo que sus arcas recogen va a parar en buena parte a Roma. Pues bien, la iglesia más disciplinada, la más obediente al Vaticano, está en un período de prueba interna que sin lugar a dudas va a provocar una agitación con consecuencias vitales para toda la organización del cristianismo que obedece a Roma. Pero vayamos primero a los números fríos. En 1998 se fueron de la Iglesia Católica 119.000 fieles. Y esto es importante para las finanzas porque a cada uno que firma su renuncia ya no le pueden descontar el dos por ciento de sus entradas como contribución. El número de católicos en Alemania dice de la importancia que tuvo y tiene todavía: 27 millones de alemanes son católicos, es decir, la tercera parte de la población, en especial de Baviera y los estados renanos. Bien, para mantener en servicio a la Iglesia, se necesitan 13.000 curas, actualmente hay sólo 8000. El año pasado fueron consagrados sólo 138 sacerdotes. Unicamente el 13 por ciento de los jóvenes alemanes desea que sus futuros hijos se eduquen religiosamente.
Pero estos son números, aunque hablan por sí mismos. Lo más importante es la discusión interna y la impotencia de los teólogos católicos alemanes al ver las respuestas vaticanas ante la crisis. Woitila, el Papa conservador por excelencia, no hace ninguna concesión ni entra siquiera a discutir los grandes problemas de la sociedad moderna. Lo que acaba de ocurrir sobre el problema del aborto parece un diálogo de sordos entre la grey alemana y el Papa de Roma. Desde el Vaticano llegó el decretazo de cerrar todas las oficinas católicas de consejo a las embarazadas sobre posibilidad de aborto. Esas oficinas, atendidas por mujeres católicas, nombradas por los obispos, cumplían una misión societaria de fundamental importancia. A la mujer que venía a pedir un consejo sobre su embarazo se le ofrecían todas las soluciones posibles para que no abortara pero, eso sí, finalmente se le daba un certificado que podían presentar ante el seguro médico. Es decir, finalmente la voluntad de abortar o no quedaba en la embarazada y ese certificado demostraba que había cumplido con la ley, pidiendo consejo, lo que le da derecho a que el seguro médico corra con los gastos de un presunto aborto. No crea el lector que se trata de algo superficial o burocrático. Todo lo contrario. 
La labor que cumplieron esas mujeres católicas fue excelente. Por otra parte, contaban con el permiso de los obispos alemanes. Hasta que vino la orden del Papa: no, hay que cerrar las oficinas de consejo a las embarazadas. Es decir, el no al diálogo, el no a la convivencia, el no a la comprensión, y el regreso a la obediencia autoritaria. Lo valiente y democrático se produjo de inmediato: las mujeres católicas expresaron su voluntad de seguir por su cuenta con sus consejerías a las embarazadas y han creado la organización Donum Vitae. Ya han abierto varias oficinas en el país.
Otro de los problemas que hiere profundamente la intimidad de la Iglesia es el celibato de los curas y frailes. El Vaticano se ha cerrado absolutamente al tema contrariando �y esto lo sostienen teólogos de primera línea� las resoluciones del Segundo Concilio Vaticano de 1962 que propuso la apertura de la Iglesia a la sociedad pluralista. Más, el teólogo Hans Küng, uno de los más conocidos en Europa, califica la actitud vaticana de �traición� a los amplios postulados del citado concilio. Y coneste tema queda en descubierto también la problemática de la prohibición de ejercer el ministerio del sacerdocio a la mujer. El teólogo Eugen Drewermann señala que las dos medidas, esta última y el celibato, van contra el pensamiento de Cristo, ya que él defendió siempre al �ser humano� y la mujer es la mitad de ese ser humano. Prohibir al sacerdote el contacto con la mujer es oponerse al amor, querer separar al hombre de la mujer, de considerar a ésta como representación del pecado. Tampoco se admite la discusión acerca del reconocimiento del gran número de homosexuales entre el sacerdocio. El tema es tabú: de eso no se habla. El más conspicuo representante del Papa Woitila, el cardenal Meisner, de Colonia, lo ha dicho en forma terminante: �Estoy contra todo intento de permitir que los homosexuales reciban las órdenes sacerdotales�. Es decir, en vez de debatir la realidad: esconderla, decretar su no existencia. 
Otros temas que causaron profunda inquietud en la grey católica alemana fueron los intentos superficiales de autocrítica del Vaticano y de su pedido de perdón por ciertas actitudes históricas de la Iglesia, una historia plagada de apoyo a los poderosos, de crímenes inimaginables y de �por lo menos� el silencio ante genocidios como los que llevaron al holocausto del pueblo judío en Europa. 
Pero el Papa se equivocó: todo no se arregla con un simple pedido de perdón sino por lo menos con el intento del análisis de la pregunta fundamental: ¿cómo fue posible eso? ¿Qué organización es la Iglesia que no sólo permitió sino también organizó los crímenes más espantosos que recuerda la historia humana: la Inquisición, con el quemar vivo al rebelde, torturarlo, descoyuntarlo, suprimirlo como ser humano. ¿Ese Inocencio III, ese papa inquisitorial, que impuso la tortura como práctica de derecho, con una mentalidad aún más refinada que el genocida por excelencia, Heinrich Himmler, cómo pudo ser el representante de Cristo en la tierra? Esas son las preguntas que hay que responder y no tratar de solucionar todo con la cínica respuesta del cardenal Ratzinger, titular de la Congregación de la Fe, dada hace unos días en la Universidad de Francfort: �Se trató de juicios equivocados�, culpable de lo cual fue la �inercia de la institución inquisitorial, y de la época, especialmente con los instrumentos del derecho y de los juicios; en los veredictos de la pena de muerte, se nota su apego al espíritu de la época�. Dijo que el archivo de la Inquisición no es un archivo del mal, más bien �se trata de un reflejo del ser humano en su pobreza y su grandeza en la que se nota la luz de la humanización que proviene de la figura de Jesucristo�. Es decir, todos nos podemos equivocar pero en el fondo somos buenos. Por eso, pidamos perdón y sigamos adelante como si nada hubiera ocurrido. Somos todos Inocencios. Punto Final y Obediencia Debida. Mientras tanto, en esa época, la Iglesia Católica se quitó de encima, con los métodos más perversos, a los denominados �herejes�, los hombres y mujeres que buscaban una verdadera interpretación del pensamiento cristiano ante la tergiversación de sus enseñanzas y la corrupción que provenía de los sagrados dictadores de Roma. En todas las escuelas de Occidente se deberían enseñar a fondo las ideas y los motivos de los herejes, que fueron realmente los verdaderos héroes de la humanidad que no se rendían ante las palabras �pecado� y �pecado original� ni ante las amenazas del fuego de las hogueras y del fuego eterno del infierno.
Los datos más optimistas señalan que al Congreso Católico Alemán del jueves concurrirán cincuenta mil personas. En enero pasado, al homenaje en Berlín a la revolucionaria roja Rosa Luxemburgo, que luchó por un mundo en dignidad y libertad, concurrieron cien mil personas.

REP

 

PRINCIPAL