OPINION
Rehenes Por
J. M. Pasquini Durán |
Cuando el Frepaso no era gobierno y auspiciaba �otro país posible�, sus concejales porteños rechazaron un aumento en las dietas que habían aprobado peronistas y radicales en el ahora disuelto Concejo Deliberante. Decidieron cobrar esa diferencia y consagrarla a un fondo para proyectos populares. Ahora, con la Alianza, controlan el gobierno nacional, el de la Ciudad de Buenos Aires y los de varias provincias y municipios, además de contar con innumerables legisladores en todos los niveles, intendentes, diplomáticos y funcionarios de alto rango. Ninguno de ellos, ni siquiera los ministros nacionales, que se sepa, redujo su salario por iniciativa propia. Para que lo hagan, aunque parezca ridículo, tendrán que ser impuestos por la norma legal de su mismo gobierno. Perdieron otra oportunidad de ilustrar con el propio ejemplo la obsesión de ahorrar en el gasto público, el principal leitmotiv del discurso oficialista, antes de obligar a los demás a mayores sacrificios.
�Disculpe el señor,
se nos llenó de pobres el recibidor
y no paran de llegar,
desde la retaguardia, por tierra y por mar.
Y como el señor dice que salió,
y tratándose de una urgencia
me han pedido que les indique yo
por dónde se va a la despensa,
y que Dios se lo pagará.�
¿Necesidad o imposición externa? Las dos, con seguridad. Cualquiera con sentido común, aun en la contabilidad hogareña, prefiere emparejar los gastos con los ingresos. Nadie, sin embargo, dejaría a la familia sin alimentos o medicinas sólo para que las cuentas estén en orden, a menos que lo obliguen razones más fuertes que su voluntad. El Gobierno se siente obligado, dice, por el deber de sanear las cuentas públicas y por la herencia de diez años de gobierno conservador que dejó inánime al Estado y a no menos de un tercio de la población en la miseria. Aunque asegura que sus motivos son mejores, más promisorios, que los del menemismo, en menos de seis meses de gestión impuso dos reajustes que echaron sal sobre las heridas abiertas y convencieron a muchos ciudadanos de que los actuales administradores del Estado siguen el rumbo del antecesor. El salario real en la década pasada cayó un veinte por ciento, por lo cual el consumo interno, en un año, perdió 1500 millones de dólares, aunque aumentaron la productividad del trabajo y el producto bruto nacional.
�¿Me da las llaves o les echo? Usted verá
que mientras estamos hablando
llegan más y más pobres y siguen llegando.�
�Sólo en 1999 �afirma el diputado aliancista Enrique Martínez�, el diez por ciento más rico de la población recibió cuatro mil millones de pesos más que si se hubiera mantenido la distribución de ingresos que regía en 1994.� Si a eso se agregan la duplicación de la deuda externa, el monto de las multimillonarias remesas al exterior de las empresas privatizadas, los subsidios que reciben algunas de ellas, el incumplimiento de obligaciones de otras, la descarada evasión impositiva en los estratos más altos y la administración corrupta de los recursos del Estado, la recesión y la pobreza son consecuencias inevitables. Los sucesivos reajustes no revertirán la situación, así como las reformas laborales no rebajaron las tasas de desempleo ni aumentó la recaudaciónimpositiva, sino al revés, después de castigar a la clase media con tributos inéditos. Ningún reajuste que mantenga la injusta distribución de la riqueza del modelo conservador, no importa si aprieta aquí o allá, podrá atacar los problemas de fondo.
�¿Quiere Usted que llame a un guardia y que revise
si tienen en regla sus papeles de pobre...?
O mejor les digo como el señor dice:
�Bien me quieres, bien te quiero,
no me toques el dinero�...�
En esa perspectiva, los dichos de monseñor Jorge Bergoglio, en la misa del 25 de Mayo y ante las máximas autoridades gubernamentales, son un buen resumen de los sentimientos generalizados en la población. El discurso del arzobispo porteño brindó frases que harán carrera, por ejemplo ésta: �Todos consuelan a los deudos pero nadie levanta el muerto�, pero el mensaje no se redujo a eso. Repicó campanas de alarma por �cada persona que pierde el trabajo� y demandó que se achique la distancia entre ricos y pobres. El mensaje, articulado en una lógica y sentido de severa crítica al diagnóstico de la actualidad y a la marcha de los asuntos sociales, fue elaborado por un prelado que se distingue por su temperamento moderado, pero no era una simple elaboración individual. Por lo menos, es el resultado fiel de las recientes deliberaciones del episcopado nacional, después que cada uno de sus miembros ofreció testimonio sobre la realidad de sus jurisdicciones. Por esa misma impresión, no fue desautorizado el cardenal Raúl Primatesta, aunque decidió sin consultar con sus pares cuando aprobó la marcha del próximo miércoles, convocada por la CGT disidente contra los ajustes promovidos por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
�Disculpe el señor,
pero este asunto va de mal en peor
vienen a millones y
curiosamente, vienen todos hacia aquí.
Traté de contenerles pero ya ve,
han dado con su paradero.
Estos son los pobres de los que le hablé...
Le dejo con los caballeros.�
Esas voces no alcanzan para cambiar la dirección de los negocios públicos, quizá porque el Gobierno decidió entregarse como rehén del pasado inmediato. Antes que asumiera, nadie esperaba una revolución, tan sólo un reformismo optimista. Traducido: quedaba descartado repudiar la deuda externa, en las condiciones actuales del país y del mundo, pero las demandas sociales justificaban, como mínimo, la renegociación de las cuotas de pago para liberar recursos y evitar nuevos apretones de cinturón donde ya no quedan ojales para abrochar. Las opiniones más realistas descartaban que el desempleo y la pobreza no tenían soluciones inmediatas, pero al menos había expectativa de que los ricos serían limitados a rentabilidades razonables y que los corruptos serían castigados con toda severidad. Es una cuestión de prioridades, por supuesto, pero las expectativas no iban más allá del sentido común: si no pueden mejorar, por lo menos no empeoren las cosas. Esa lógica tiene tanto peso específico propio, que la derecha está movilizando opiniones y lobbies para bloquear cualquier tentación de ese talante. Los ataques contra el ministro José Luis Machinea, las sugerencias para que el valor del nuevo reajuste sea más del doble del que se anunciaba, la proposición de despidos masivos en las áreas del Estado, y el desprecio por los conflictos sociales son partede esa agenda conservadora. Los más desorbitados ya están atacando al presidente De la Rúa �por su indefinición�, como si todo lo que se hace desde el gobierno fuera ajeno a su voluntad. Los cazadores de brujas, los voceros del capitalismo salvaje no se conforman con nada, aunque le entreguen lo máximo, sujetos a una intransigencia tan cerrada y dogmática que no exhiben ni los más desamparados. Añoran la dictadura y el menemismo y están convocando con descaro a golpes de mercado para �disciplinar� a los gobernantes. No toleran ninguna preocupación social ni el menor atisbo reformista.
�Si no manda otra cosa, me retiraré.
Si me necesita, llame ...
Que Dios le inspire o que Dios le ampare,
que esos no se han enterado
que Carlos Marx está muerto y enterrado.�
Aunque en el gobierno no hay opiniones uniformes y el Presidente acepta el debate desde una aparente ambigüedad, a la hora de decidir se impone la verticalidad de las ideas que han predominado hasta el momento. Por ese camino, la mentada reforma del Estado ha sido mezquinada hasta la reducción de una cuestión de caja. Esas ideas, en verdad, han declinado en el mundo en coincidencia con la pérdida de influencia nacional de Carlos Menem. Hasta la derecha thatcheriana reconoce, hoy en día, que la sociedad de mercado es incapaz, lo mismo que el interés privado, de hacerse cargo de algunas necesidades colectivas, por ejemplo la sanidad, la educación, la seguridad y las previsiones básicas para la vejez. Sucede que, para satisfacer esas obligaciones, el Estado tiene que redistribuir los recursos de todo tipo y equilibrar la balanza entre ricos y pobres. Con el fin de impedir que eso suceda, los conservadores intentan colocar esos temas en el plano de la �pura� política, tratando de aprovecharse de la �despolitización� de los movimientos sociales. No es casual que la tendencia más reformista del Gobierno sea mencionada como el �ala política�, con lo cual se la coloca en el plano de lo irracional o de las abstracciones ideológicas, en contraposición con el �ala económica�, sinónimo de realismo y rigor conceptual, como si la economía fuera ajena a las ideologías o al voluntarismo. Esta es una falsa división, tan ilusoria como intencionada, porque lo que hoy está en discusión es la capacidad de la democracia para ofrecer al pueblo un programa de bien común y la oportunidad de elegir el mejor destino.
Los versos de este texto pertenecen a la �Utopía� de Joan Manuel Serrat con el título �Disculpe el señor�. El resto se refiere a los motivos de desvelo de los argentinos que buscan inspiración o amparo. |
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