¿Unión
Cívica Radical, Frepaso, justicialismo? No, no es ninguno de éstos.
El partido que verdaderamente manda en la Argentina es el de los
economistas, integrado por economistas del radicalismo, del Frente
Grande, del peronismo, o militantes de siglas menores, como Acción
por la República, y apartidarios diversos. Más allá de que
pertenezcan a uno u otro partido, o a ninguno, los economistas son
miembros de un espacio propio, estructurado en torno de algunos
principios fundamentales, sagrados e inaccesibles al resto de las
personas porque para descifrarlos es condición sine que non manejar
ciertos códigos.
Aun sus
expresiones más simples, que los economistas creen de comprensión
generalizada, no son en absoluto entendibles para el común de la
gente, y para la gente no tan común tampoco: precios relativos,
riesgo-país, transables o no transables, capital intensivo, impuestos
distorsivos, déficit en cuenta corriente, política fiscal procíclica,
aterrizaje suave, flotación cambiaria, arancel externo común,
convergencia o divergencia, superávit primario, etc. Como ocurre con
tantas tribus, la posesión de un idioma común los cohesiona y
remonta por encima del resto de la sociedad, incluyendo en ésta a los
políticos de sus propios partidos.
Por eso, aunque
los economistas sustenten posiciones diferentes y se opongan entre sí,
por celos, odios o convicciones, rápidamente olvidan toda
discrepancia de fondo cuando se los integra en un mismo equipo. El de
José Luis Machinea ratifica esta ley, que nunca falla. En él
conviven economistas de extracciones diversas, y aunque alguno pueda
rumiar sus divergencias, nadie da el portazo. Los acuerdos básicos se
extienden incluso mucho más allá del elenco circunstancialmente
gobernante, abarcando a economistas de otras banderías, a los gurúes,
los consultores y los senior y junior de los departamentos de
research, de las fundaciones y de los institutos universitarios
privados, sin dejar para nada afuera a los economistas del Fondo
Monetario y el Banco Mundial.
La corporación de los economistas siempre es citada a la sede
del poder económico formal por el economista-ministro cuando éste
lanza su programa inicial o la enésima revisión de ese original,
como rito confirmatorio de ese sentimiento familiar que ningún
incordio debe oscurecer. Hay una generosa ubre común de la que todos
han mamado y que les otorgó esa rara habilidad para ajustar, ajustar
y ajustar hasta calar el hueso. Los restantes argentinos los miran
aterrados, pensando que son seres sádicos y sanguinarios. Pero sólo
son economistas. |