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Cinco mil personas saltando,
coreando estribillos y sacudiéndose el frío sobre el césped y la
platea. El poco público corrobora una hipótesis, más allá de la baja
temperatura y la "rareza" de organizar un show en cancha del
Gallo: las canciones pegadizas de estas bandas están en todos los
barrios, todas las radios y todos los fines de semana, pero el público
que convocan no profesa un fanatismo al estilo ricotero. Las señoras que
cantan "Vení Raquel" en la kermese de un club de barrio, o los
ejecutivos que bailan "Matador" en una fiesta empresarial en el
hotel Intercontinental, no suelen ir a muchos recitales.
A las diez y media de la noche,
los Decadentes --trece "malandras" vestidos de colores capaces
de hacer bailar a un electrodoméstico-- subieron al escenario y durante
una hora ametrallaron con hits de toda su carrera. Hay algo en común en
el origen de las tres bandas, y no es sólo una cuestión cronológica.
Podría sintetizarse en una palabra: ska. Los Cadillacs lo declaraban
abiertamente en una canción: "quiero morir tocando ska". Los
Pericos fueron, desde el comienzo, postulantes a embajadores jamaiquinos
en Buenos Aires. Los Decadentes vienen de la extracción más ecléctica
del punk, con The Clash como máximo referente de la ola: una banda de la
generación no future sin prejuicios a la hora de incorporar ritmos
tropicales. Pero desde la segunda parte de los ochenta al viernes pasado
en Morón, muchas cosas fueron cambiando, por más que todos convergieran
al final en dos de los unificadores probables: Madness y Sumo. Los Pericos siguen haciendo reggae, pero luchan por ser cada día menos puristas, y la mayoría de los hits que compusieron en la década pasada suenan a mezcladitos centroamericanos. Los Fabulosos Cadillacs son, de los tres, el caso más drástico de mutación de estilo. A mediados de los noventa se acercaron con éxito a la salsa y la lírica de contenido político (los discos El León y Vasos Vacíos son los mejores documentos de la etapa); después se volvieron experimentales, trataron con el jazz, el tango, y grabaron Fabulosos Calavera. Su último álbum, La Marcha del Golazo Solitario, es una conciliación entre el talento hitero del grupo y sus ambiciones experimentales. En ese plan estaban los Cadillacs en Morón. Vicentico, cada vez más histriónico, salió enfundado en un viejo sobretodo y se movió como un predicador callejero de pocas pulgas. Y mientras Flavio Cianciarulo ejecutaba un largo solo de bajo durante "Sabato", quedaba claro que, a diferencia de los Decadentes y Los Pericos, a ellos no les simpatizaría del todo la etiqueta de "banda ideal para toda fiesta de 15". Aunque, se sabe, no existe disc jockey del rubro que no pase "Matador" para levantar el ánimo de una pista.
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